7: EL SEXENIO REVOLUCIONARIO
En 1868, el descontento ante un sistema político ineficaz se unía a la crisis económica y de subsistencia, que se había iniciado en 1866 y el desprestigio de la monarquía.
El monopartidismo moderado resultaba insostenible y frente a él se habían unido demócratas y progresistas en el exilio, que habían firmado el Pacto de Ostende, acuerdo para deribar el régimen de Isabel II. Cuando en 1868 se sumó la Uníón Liberal, la monarquía ya no tenía salida. El pronunciamiento del Almirante Topete con el apoyo de Serrano y Prim, triunfó tras la derrota de las tropas reales en el puente de Alcolea e Isabel II tuvo que irse al exilio. El gobierno provisional con Serrano como regente y Prim a la cabeza del gobierno, convocó elecciones, por sufragio universal masculino, a Cortes constituyentes y elabiraron la Constitución de 1869. En ello se instaura la monarquía constitucional como forma de gobierno basada en la soberanía nacional, con los poderes del rey muy limitados; se mantiene el bicameralismo, pero se amplían los derechos ciudadanos (libertad de expresión, reuníón y asociación) además del sufragio universal masculino y de los derechos procesales e individuales y de la libertad de culto.
Simultáneamente, el gobierno emprendíó reformas fundamentales en el campo económico y la sustitución de la política proteccionista del librecambismo. Tuvieron que afrontar la deuda pública y se aprobó la ley de Minas para recaudar fondos. El gobierno también tuvo que enfrentarse a problemas como la oposición de republicanos y carlistas; a esto se sumó la Guerra de los Diez Años en Cuba. La crisis económica, junto a las libertades radicalizaron a las clases bajas, movilizadas en demanda en mejoras laborales y organizadas en sus propias asociaciones de clases de clases. A esto se sumó la búsqueda de un rey que fuese aceptado y se decidieron por Amadeo de Saboyá, cuya elección fue difícil. La llegada de Amadeo a España coincidíó con el asesinato de Prim y la monarquía tuvo que afrontar fuertes conflictos. El rey no fue aceptado ni por las clases populares ni por la oligarquía, que le identificaban con el desorden social y la democracia. Los republicanos que no aceptaban la monarquía democrática, protagonizaron insurrecciones federalistas. Los carlistas se levantaron en el País Vasco y Navarra y en Cuba se inició en 1868 el levantamiento independentista. Las guerras trajeron consigo las impopulares levas y el aumento de los impuestos, agitando más aún la vida social y política española. El movimiento obrero atemorizaba a las clases medias y altas. Los propios partidos que sustentaban al régimen se distanciaron y tras la muerte de Prim, los progresistas escindieron. Ante este panorama, el rey andicó en Febrero de 1873. Esa misma noche se proclamó la República.
Al presentar Amadeo su renuncia, las Cortes proclamaron la República, lo que creaba un problema constitucional, pues la Constitución de 1869 establecía la monarquía como forma de gobierno. El voto a favor de la república no reflejaba un apoyo mayoritario hacia esa forma de gobierno, sino la ausencia de alternativas hasta que la restauración borbónica estuviera madura. Los rpublicanos estaban divididos en unitarios y federales. Estanislao Figueras fue nombrado presidente, cargo que ocupó hasta Mayo, cuando las elecciones dieron la mayoría a los republicanos federales, en buena parte debido a la elevada abstención entre los electores más conservadores. Pi y Margall presidiría el nuevo gobierno, cuyo primer objetivo fue crear una constitución republicana.
El proyecto constitucional de 1873, que no llegó a promulgarse, se caracterizaba por establecer una república federal constituida por 17 estados. Hacía una estricta separación de poderes, siendo el Senado la cámara de representación territorial. Reconocía la Constitución una amplia declaración de derechos, incluida la libertad de cultos, pues se proclamaba la separación de la Iglesia y el Estado y asumía reclamaciones populares, como la supresión de las quintas y de los impuestos sobre el consumo; además abolía la esclavitud.
Pero la república federal se vio desbordada por las bases al promover éstas, pero el establecimiento inmediato y desde abajo del federalismo. Este republicanismo federalista radical, unido a las reivindicaciones del movimiento obrero, como la ocupación de fincas por los jornaleros andaluces o la convocatoria de huelga general en Alçoy, desembocaron en el cantonalismo, que fue un gran conflicto que consistía en un complejo donde se mezclaban las aspiraciones autonomistas y las de revolución social. En 1873, el cantón de Cartagena e independizó, impulsando la República Federal; esto provocó la independizción de Cádiz, Sevilla, Bailén… Y cada cantón tenía sus carácterísticas y su estructura propias. Pi y Margall no quiso sofocar las revueltas, por lo que dimitíó y subíó al poder Nícolás Salmerón, que luchó contra el cantonalismo, reprimíéndolo rápidamente. Salmerón dimitíó por negarse a firmar penas de muerte a cantonalistas, por lo que le sucedíó Castelar, republicano unitario y conservador que cerró las Cortes y establecíó un gobierno autoritario. En la reapertura de Cortes, en Enero, los federalistas presentaron una moción de censura contra Castelar; la derrota del presidente precipitó las intervención del general Pavía, quien disolvíó las Cortes a la fuerza el 4 de Enero. Desprestigiada, sin apoyos entre las clases medias que cada vez estaban más asustadas por la deriva de los acontecimientos y habiendo perdido tambiñen el apoyo de las clases populares por su giro conservador, la I República estaba condenada a extinguirse. El Golpe de Estado de Pavía dio paso a la presidencia de Serrano, fórmula que conservó el nombre de república, aunque en la realidad era un gobierno autoritatio, con las Cortes cerradas y la Constitución suspensa. Este régimen interino concluiría con el pronunciamento militar de Martínez Campos en Diciembre de 1874 a favor del príncipe Alfonso XII (hijo de Isabel II).