La Revolución Industrial: Del Artesano al Proletariado

La Mecanización y el Sistema Fabril

El sistema de producción se caracteriza por el uso de la máquina y las fuentes de energía. Ambos elementos provocaron la concentración de obreros en edificios destinados a la producción. La mecanización se inició con la lanzadera volante y los telares mecánicos. Estas máquinas empezaron a moverse gracias a la energía hidráulica, que aprovecha el agua. La máquina de vapor permitió abandonar las fuentes de energía tradicionales, convirtiéndose en el símbolo de la revolución.

Industria Algodonera

El sector clave de la Revolución Industrial fue la industria textil. Los inicios de esta industria se remontan a la prohibición de entrada de un tipo de algodón estampado. El mercado exporta buena parte de su producción. Las aplicaciones estimulan el crecimiento de la producción.

El Carbón y el Hierro

El carbón se convirtió en el gran combustible del siglo XIX. La producción de carbón aumentó de manera considerable. El uso de vigas de hierro aparece en la segunda mitad del siglo XVIII. La demanda para fabricar barcos estimuló la búsqueda de un combustible menos costoso y más efectivo. Otra técnica importante para el desarrollo fue la pudelación y la laminación del hierro.

Del Artesano al Proletariado

Desde mediados del siglo XVIII fueron cambiando las condiciones de trabajo. Al implantarse la libertad de producción, que permitió las nuevas manufacturas, los antiguos artesanos perdieron todos los privilegios. Los trabajadores de las nuevas manufacturas eran campesinos emigrados a la ciudad. Los trabajadores se transformaron en proletariado y eran contratados por el propietario. El trabajo asalariado fue configurando una nueva clase obrera que dependía de la fábrica. El desempleo generó una creciente conflictividad y los trabajadores se hicieron conscientes de la explotación a la que eran sometidos.

Los Primeros Conflictos y el Ludismo

Los cambios de trabajo provocaron conflictos y adquirieron un carácter represivo. Las asociaciones obreras acabaron siendo prohibidas. En paralelo, se desarrollaron unos movimientos radicales, herederos de la Revolución Francesa, que propugnaban reformas democráticas y reclamaban derechos y libertades. El ludismo se extendió a las regiones industrializadas, fue objeto de persecución gubernamental y entró en declive. Los ludistas consideraban que las máquinas agredían los intereses de los trabajadores porque provocaban el paro y la disminución del salario.

El Socialismo Utópico

La emergente sociedad capitalista de la Revolución Industrial denunciaba las injusticias del nuevo sistema e ideó formas de organizar la sociedad. En la primera mitad del siglo XIX se configuró el socialismo utópico. Babeuf y Blanqui consideraban que la igualdad social solo podía alcanzarse mediante la acción violenta de una minoría que impusiera una dictadura revolucionaria. Charles Fourier defendió la creación de falansterios. Étienne Cabet diseñó un país donde se realizaba el sueño comunista. Robert Owen defendió la organización de los trabajadores.

La Forja del Sindicalismo

Con las ideas del socialismo utópico, los obreros sintieron la necesidad de crear organizaciones propias. Se fueron constituyendo agrupaciones estables de trabajadores. El primer tipo de organización fueron las sociedades de socorro mutuo. Todos los sindicatos crearon una asociación nacional para la protección del trabajo. El fracaso de la acción política acabó con las asociaciones, lo que llevó a la formación de la GTU (Grand National Consolidated Trades Union). En la década de 1830 empezó la expansión de los sindicatos.

El Cartismo

El movimiento obrero se organizó alrededor de un proyecto político propio: el cartismo. En 1836, un grupo de obreros fundó la asociación Working Men’s Association, que elaboró la llamada Carta del Pueblo. Los objetivos del movimiento cartista eran: el sufragio universal masculino y secreto, un sueldo para los diputados y la reunión anual del legislativo. Para poder presentar estas peticiones a la Cámara de los Comunes, los dirigentes idearon una estrategia. La carta fue rechazada por el Parlamento y los cartistas no consiguieron su objetivo.

La Experiencia Revolucionaria de 1848

En 1848, el protagonismo obrero se desplazó a la revolución de París. En febrero, los trabajadores franceses lucharon junto a la burguesía liberal y tuvieron una importante participación en la caída de la monarquía. Los aliados de febrero se convirtieron en antagonistas en junio, ya que el gobierno suprimió todas las reformas sociales. La experiencia del fracaso llevó a las asociaciones obreras a plantearse si una república burguesa podría asumir los intereses de los trabajadores o si era necesaria una alternativa obrera, lo que abrió las puertas a nuevos planteamientos doctrinales.

Clase Obrera del Siglo XIX

El salario era muy bajo, solo permitía la subsistencia. No había seguridad social y, en caso de enfermedad, accidente o vejez, nadie se hacía cargo del trabajador. La jornada era muy larga y sus condiciones eran muy deficientes. La disciplina laboral era muy dura; los obreros podían ser despedidos en el momento que lo deseara el empresario. Era un hecho corriente que niños y mujeres trabajasen en esas condiciones. Las condiciones de vida no eran mucho mejores: las viviendas eran muy pequeñas y la alimentación era escasa y poco variada.

Crecimiento Demográfico y Migraciones

Las mejoras sanitarias hicieron posible una nueva fase de crecimiento de la población europea. Los descubrimientos científicos consiguieron frenar las grandes epidemias. Así, el descenso de la mortalidad provocado por las enfermedades, junto a la disminución de la mortalidad infantil, permitieron el aumento de la esperanza de vida. La natalidad se mantenía elevada y provocó una explosión demográfica europea. La desigual distribución de la riqueza provocó numerosos desplazamientos de la población. En la primera mitad del siglo XIX, la emigración se componía de británicos e irlandeses que se dirigieron a EE. UU., Canadá y Australia. La mayoría de los emigrantes se dirigieron a América Latina.

Las Nuevas Fuentes de Energía

Entre 1884 y 1914 aparecieron dos nuevas fuentes de energía: el petróleo y la electricidad, que presentaban numerosas ventajas, como limpieza y flexibilidad. El uso de la electricidad cambió a las empresas y su organización, a la vez que comportó el descenso del precio de la energía. Además de su uso industrial, se aplicó en las comunicaciones, la iluminación y el ocio. El petróleo comenzó a utilizarse en 1859 y fue empleado para la iluminación.

Los Medios de Transporte

Las nuevas fuentes de energía impulsaron la revolución de los transportes. Se construyeron las primeras redes ferroviarias en Europa, con tranvías y ferrocarriles metropolitanos. La navegación a vapor acortó la duración de los viajes transoceánicos. La innovación del pedal y del neumático hicieron posible la aparición de la bicicleta y el automóvil. En la primera década del siglo XX se desarrolló la aviación.

Nuevos Inventos, Nuevas Industrias

El nuevo empuje industrial estuvo directamente ligado a la innovación tecnológica. A diferencia de la primera fase de la industrialización, los inventos fueron fruto de iniciativas individuales. El avance tecnológico se agrupó en laboratorios de investigación. La industria siderúrgica conoció una gran expansión, del mismo modo que la industria metalúrgica. La industria eléctrica encontró aplicaciones en el alumbrado, y el sector químico tuvo un gran impulso con la creación de nuevos productos.

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