Felipe II: El Prudente y la Monarquía Hispánica (1556-1598)
Felipe II de Austria, conocido como «El Prudente», reinó en España desde 1556 hasta su muerte en 1598. Su extenso imperio abarcaba Nápoles, Sicilia, Portugal e incluso Inglaterra durante su matrimonio con María I. Tras su fallecimiento, la figura de Felipe II se convirtió en objeto de controversia, siendo presentado como un modelo de virtud por sus defensores y como un déspota fanático por sus detractores. Esta dicotomía, conocida como la Leyenda Blanca y la Leyenda Negra, se vio alimentada por la decisión del propio monarca de no permitir biografías durante su vida y ordenar la destrucción de su correspondencia. La historiografía anglosajona y protestante ha tendido a enfatizar los aspectos negativos de su reinado, calificándolo de fanático, despótico e imperialista, minimizando sus logros y magnificando sus derrotas, como la pérdida de la Armada Invencible, atribuida más a un fuerte temporal que a una victoria inglesa.
Política Exterior de Felipe II
Características del Imperio
El imperio de Felipe II se caracterizó por:
- Un progresivo distanciamiento del imperio Alemán, del problema protestante y del conflicto turco en los Balcanes.
- Un mayor protagonismo del reino de Castilla y sus colonias, que se convirtieron en el centro neurálgico y la principal fuente de recursos de la política imperial.
- El establecimiento de la corte en Madrid, con el Monasterio de El Escorial como símbolo del poder real.
Felipe II, apodado «el Prudente» por su carácter austero y metódico, gobernó de forma personal, pero la vastedad del imperio le obligó a delegar en Consejos de Estado especializados en las diferentes regiones: Castilla, Aragón, Italia, Portugal, Países Bajos e Indias. Esta compleja estructura administrativa reflejaba su visión de un gobierno centralizado y eficiente. Durante su reinado, la cuestión sucesoria fue un tema crucial, que lo llevó a contraer matrimonio en cuatro ocasiones en busca de un heredero.
Líneas de Actuación
Unidad y Nacionalismo Religioso
Felipe II fue un monarca fervientemente católico, que se esforzó por mantener la ortodoxia religiosa en sus dominios y evitar la influencia del protestantismo. Para ello, se valió de la Inquisición, que persiguió a los luteranos con Autos de Fe. Otras medidas incluyeron la publicación del Índice de Libros Prohibidos y la repatriación de estudiantes universitarios que cursaban estudios en el extranjero.
Relaciones con el Papa
A pesar de su catolicismo, Felipe II fue un monarca celoso de su autoridad y mantuvo la supremacía sobre el clero en sus territorios. Si bien aplicó las directrices del Concilio de Trento en España, lo hizo adaptándolas a su voluntad y manteniendo el control sobre la Iglesia.
La Batalla de Lepanto (1571)
Felipe II fue el primer monarca que organizó una armada eficaz contra el avance turco en el Mediterráneo, fortificando las costas y construyendo una poderosa flota de galeras. Tras la muerte de Solimán el Magnífico, España se alió con Génova, Venecia y el Papa Pío V en la Liga Santa (1571), liderada por Don Juan de Austria. La flota cristiana obtuvo una decisiva victoria sobre los turcos en la Batalla de Lepanto.
La Guerra de los Ochenta Años (1568-1648)
En 1555, Carlos V abdicó la soberanía de los Países Bajos en favor de Felipe II. Los neerlandeses, ahora gobernados por un extranjero, se enfrentaron a la política centralizadora de Felipe II, quien intentó imponer un gobierno absoluto y aumentar los impuestos. La difusión del calvinismo en la región agravó las tensiones religiosas. La crisis económica de 1566, que provocó una grave crisis social, aumentó la desconfianza entre el monarca y sus súbditos. Felipe II optó por la mano dura, utilizando la Inquisición para combatir la expansión calvinista. En 1568, estallaron las revueltas lideradas por Guillermo de Orange. Felipe II envió al Duque de Alba para sofocar la rebelión por la fuerza, luego a Requesens para negociar, a Don Juan de Austria y finalmente a Alejandro Farnesio, quien logró consolidar el control español sobre el sur católico con la Unión de Arrás (1578).
El Enfrentamiento con Inglaterra y la Armada Invencible (1588)
Inglaterra se convirtió en el principal enemigo de España en los mares. Durante las décadas de 1560 y 1570, piratas ingleses como Hawkins y Drake atacaron las posesiones españolas en América, obligando a España a invertir en la defensa de sus costas. En 1585, la guerra entre España e Inglaterra se hizo abierta. Felipe II planeó una operación combinada de ejército y armada para invadir Inglaterra. La Armada Invencible, comandada por el Duque de Medina Sidonia tras la muerte de Álvaro de Bazán, zarpó de Lisboa en 1588. El mal tiempo en el Canal de la Mancha impidió el encuentro con los tercios de Alejandro Farnesio en los Países Bajos. La flota española se dispersó por el Mar del Norte, donde fue atacada por los ingleses. España conservó su imperio, pero perdió la oportunidad de derrotar a su principal rival.
Las Guerras de Religión en Francia
Felipe II heredó de su padre el conflicto con Francia. En 1557, Enrique II de Francia atacó las tropas españolas, pero fue derrotado en la Batalla de San Quintín, que inspiró la construcción del Monasterio de El Escorial. Tras una nueva derrota francesa en la Batalla de Gravelinas, ambos monarcas firmaron la Paz de Cateau-Cambrésis (1559), que estableció una paz duradera entre ambos países. Como parte del acuerdo, Felipe II se casó con Isabel de Valois, sellando la alianza entre España y Francia.
Política Interior de Felipe II
La política interior de Felipe II se enfrentó a tres problemas principales: Cataluña, Aragón y la cuestión morisca.
Cataluña
El Condado de Cataluña sufría un grave problema de bandolerismo, ejemplificado por la figura de Roque Guinart en el Quijote. La proximidad de la frontera francesa dificultaba la erradicación de este problema.
Aragón y el Caso de Antonio Pérez
El problema más grave se produjo en el Reino de Aragón con el caso de Antonio Pérez, secretario real que perdió la confianza del rey y fue condenado a muerte. Pérez huyó a Aragón, donde se amparó en la figura del Justicia, un juez que defendía los fueros aragoneses. Felipe II solo pudo enviar a la Inquisición para detenerlo. Esto provocó un motín en Zaragoza en 1591, que fue duramente reprimido por el ejército real.
La Cuestión Morisca
La minoría morisca, descendientes de los musulmanes convertidos al cristianismo, era vista con recelo por las autoridades, que temían una posible rebelión. En 1566, se promulgó un edicto que prohibía la lengua, la vestimenta, las costumbres y los apellidos moriscos. Estas medidas provocaron un creciente malestar, que culminó en la Rebelión de las Alpujarras en 1568. La guerra, larga y cruenta, fue sofocada por Don Juan de Austria en 1571. La deportación de los moriscos no solucionó el problema, ya que siguieron siendo una minoría marginada. La expulsión definitiva de los moriscos se produjo en 1609.
Los Inicios de la Decadencia: La Pax Hispánica (1598-1621)
Al final del reinado de Felipe II, las hostilidades con Francia, Inglaterra y los Países Bajos cesaron con la firma de diversos tratados y treguas. Esta «Pax Hispánica» no fue una paz impuesta por una potencia hegemónica, sino una tregua impuesta por las circunstancias. A pesar de ello, la infantería española seguía siendo considerada la mejor de Europa. Sin embargo, los problemas internos y los elevados costes de las guerras habían comenzado a erosionar la base del poderío español, marcando el inicio de un lento declive del Imperio.