La Revolución Industrial en España: Un Desarrollo Tardío y Desigual

Introducción

A diferencia de otros países europeos, como Gran Bretaña, el proceso de cambios económicos y sociales que habitualmente asociamos al fenómeno de la Revolución Industrial se desarrolló en España a un ritmo muy lento. El desmantelamiento de los privilegios e instrumentos jurídicos del Antiguo Régimen sólo comenzó a tener continuidad a partir de 1840 con la finalización de la primera guerra carlista, intensificándose los procesos de urbanización e industrialización durante la etapa de la Restauración. Sin embargo, a principios del siglo XX, todavía éstos distaban bastante de los desarrollados en otros países europeos, con una economía dominada aún por el sector agrícola y una industrialización limitada a Cataluña y País Vasco, y una sociedad más abierta y con un mayor grado de urbanización, pero con unas diferencias sociales muy marcadas y un elevado nivel de analfabetismo.

La Evolución Económica

El Mantenimiento de una Economía Agraria

La agricultura española, que aún concentra el 65-70% de la población activa y sigue basada en los cereales de secano, vid y olivo, no consigue modernizarse a pesar de convertirse en una agricultura comercial, por la supresión de los diezmos y cargas señoriales –decretados por los gobiernos isabelinos- y el escaso progreso de los transportes. Cuatro hechos lo explican:

  1. La desamortización/concentración de tierras: Los liberales progresistas procedieron, en varias fases, a desamortizar los bienes del clero (1836-1841: Mendizábal) y municipales (1854-1856: Madoz), respetando las propiedades de la aristocracia terrateniente. El déficit crónico de la Hacienda –en especial a partir de la pérdida de las colonias americanas-, unido a las necesidades de financiación de las guerras carlistas (1ª fase) y de la red de ferrocarriles (2ª fase), explican que la mayor parte de las tierras vendidas –a través de subastas- fueran a manos de los aristócratas latifundistas o a nuevos terratenientes burgueses con las siguientes consecuencias:
    • La concentración de la propiedad de la tierra se acentúa.
    • En la mitad norte se crea un campesinado de pequeños propietarios, con minúsculas y poco rentables explotaciones.
    • Al no poder absorber la industria la mano de obra sobrante en el campo, en Andalucía, Extremadura y la Mancha aumenta el número de braceros a sueldo al servicio de los latifundistas que sufren salarios de hambre y el paro estacional, sin poder beneficiarse en esta ocasión de las tierras comunales.
    • Los arrendatarios vieron empeoradas su situación al liberalizarse los arrendamientos.
    • El aumento de la superficie de cultivo, especialmente de cereales.
  2. El bajo coste de la mano de obra no fuerza al propietario a adoptar mejoras técnicas.
  3. El proteccionismo (aplicación de tasas arancelarias para limitar la entrada de productos extranjeros más baratos que los locales) no puede impedir el impacto del trigo de los “países nuevos” de América, Australia y Rusia a partir de 1880. Los bajos costes productivos de éstos provocaron una caída de los precios y la ruina del sector; las leyes proteccionistas evitaron la entrada de productos extranjeros pero no estimuló la inversión en innovaciones técnicas.
  4. El desarrollo de una agricultura especializada, capaz de competir en el mercado europeo, sólo se desarrolló en el litoral mediterráneo (especialmente en Cataluña, Valencia y zonas de Andalucía), sobre todo la vid, que llegó a monopolizar el mercado europeo entre 1875 y 1890 aprovechando la ruina de la producción francesa afectada por la plaga de la filoxera. Pero esta también se extiende a la Península a partir de esa última fecha, provocando una nueva crisis económica y social en el campo.

El Difícil Proceso de Industrialización

La industrialización en España comienza a fines del s. XVIII en Cataluña, así como en Málaga o Santander, pero la pérdida de las colonias frena su crecimiento unido a los siguientes factores:

  1. Un mercado muy mal articulado. Ej. Los granos castellanos se pudren en el interior, mientras Cataluña o Valencia importan del exterior.
  2. El bajísimo nivel de ingresos del campesinado, lo que significaba que la mayor parte de la población española, con una limitada capacidad de compra, era incapaz de absorber la producción industrial.
  3. La escasez de capitales desviados de la Deuda Pública, la compra de tierras desamortizadas y los ferrocarriles.
  4. El tendido de la red de ferroviaria tampoco favorece el desarrollo industrial por cuanto, desde 1855, corrió a cargo de capitales extranjeros (franceses), subvencionados por el Estado, y se autorizó la libre importación de los materiales para su construcción; los beneficios de su explotación fueron muy escasos al carecerse de un volumen de tráfico suficiente, y
  5. La desamortización del subsuelo: las dificultades financieras tras la crisis de 1868 conducen a la venta de las mejores minas españolas, propiedad del Estado, a empresas extranjeras (franceses e inglesas). Ej. En 1912 Ríotinto produce un 44% del mineral de cobre del mundo. Como consecuencia de esta decisión, la industria española se ve privada de materias primas (hierro, plomo y cobre) y los mejores filones españoles quedan agotados en 1910 a causa de su explotación intensiva.
  6. Debilidad de la burguesía española.

Los únicos núcleos industriales modernos de España se desarrollan en Cataluña y País Vasco, favorecidos por el proteccionismo y el bajísimo nivel de salarios de los obreros. En Cataluña, merced a la acumulación de capitales por la exportación de vinos y el control del comercio antillano, se desarrollan la industria textil algodonera –que aprovecha la energía hidráulica y las máquinas de vapor- y la metalúrgica, y en el País Vasco la industria siderometalúrgica (Altos Hornos de Vizcaya, Bilbao) basada en la acumulación de capital por la venta de mineral de hierro a Inglaterra y la compra de carbón inglés.

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