El gobierno de Largo Caballero (septiembre 1936 – mayo 1937)
El 5 de septiembre de 1936, Francisco Largo Caballero, secretario general de la UGT, constituyó un nuevo gobierno formado por republicanos, socialistas, y por vez primera, comunistas. Al mismo tiempo, el gobierno de la República decidió trasladarse a Valencia ante el inminente ataque sobre Madrid por parte de los sublevados. El proyecto de Largo Caballero era crear una “gran alianza antifascista” frente a los sublevados.
Sin embargo, una serie de fracasos militares volvieron a abrir el enfrentamiento entre las fuerzas republicanas, respecto a cómo se debía afrontar el proceso revolucionario y la guerra.
Dos sectores enfrentados
Un sector, formado por los republicanos, los comunistas y parte de los socialistas, era partidario de:
- Poner orden en la retaguardia.
- Controlar las experiencias colectivizadoras.
- Reforzar los vínculos con las clases medias.
Otro sector, compuesto por los anarquistas y los comunistas del POUM, insistía en afianzar las transformaciones revolucionarias como medio para conseguir una verdadera movilización popular contra el fascismo.
Los Hechos de Mayo de 1937
Los problemas que debilitaron definitivamente el gobierno de Largo Caballero estallaron en Barcelona a principios de mayo de 1937 (Hechos de Mayo). Entre ambos bandos, la lucha se desencadenó abiertamente. El gobierno central envió fuerzas a Cataluña para controlar el orden público. El conflicto se saldó con más de 200 muertos, la derrota de los anarquistas y poumistas y una fuerte crisis de gobierno.
El gobierno de Negrín (mayo 1937 – marzo 1939)
Los hechos de mayo fortalecieron las posiciones comunistas, que tenían ya una gran influencia, basada en la ayuda que la Unión Soviética prestaba a la República. Los comunistas españoles exigieron la disolución del POUM y la detención de sus líderes. Largo Caballero se negó, pero el propio partido socialista se mostró partidario de encontrar un acuerdo con los comunistas. Largo Caballero dimitió, y Manuel Azaña encargó la formación de un nuevo gobierno al socialista Juan Negrín. El POUM fue declarado ilegal y sus militantes, detenidos.
Indalecio Prieto asumió el Ministerio de la Guerra y el nuevo gabinete basó su política en la prioridad del esfuerzo militar. Para ello se reforzó el poder central, se integraron todas las milicias en el Ejército Popular. La sede del gobierno se trasladó de Valencia a Barcelona por la necesidad de controlar los recursos económicos y militares de una de las zonas más importantes que le quedaban al gobierno republicano.
Intentos de negociación y el Pacto de Munich
Ante la dificultad de frenar el avance de las tropas franquistas, el gobierno, intentó buscar una salida negociada a la guerra. Para ello, Negrín propuso su célebre programa de los Trece Puntos. El bando franquista no aceptó entrar en ningún tipo de negociación.
A partir de marzo de 1938, la vida era ya sumamente difícil en el territorio republicano. Faltaban alimentos, los reveses militares eran continuos y empezaba a extenderse el cansancio de la guerra. En septiembre de 1938, la República recibió un duro revés cuando se firmó el Pacto de Munich. Negrín insistía en la necesidad de la resistencia militar.
El derrumbe del Estado republicano
La pérdida de Cataluña significó el exilio para los gobiernos de la República, de Cataluña y del País Vasco. Gran Bretaña y Francia reconocieron el gobierno de Franco y Manuel Azaña presentó en París su dimisión como presidente de la República. Esta tenía los días contados.
El derrumbe del Estado republicano
Para atajar la sublevación, el gobierno republicano de José Giral organizó una fuerza militar capaz de oponerse a los sublevados. Para ello entregó armas a las milicias de los partidos y sindicalistas, disolvió el ejército tradicional y los cuerpos policiales y decretó la creación de batallones de voluntarios, en los que debían integrarse las milicias.
En el verano y otoño de 1936, el poder del Estado sufrió un desplome y fue sustituido por organismos revolucionarios dispuestos a imponer un nuevo orden. Surgieron consejos, comités y juntas.
En algunas zonas, los comités se unificaron para formar Consejos Regionales. En estos organismos se reunían las fuerzas del Frente Popular con predominio de los sindicatos y de los partidos obreros. Fue especialmente importante la creación, en Cataluña, del Comité Central de Milicias Antifascistas.
El desencadenamiento de la revolución social
En el territorio que permaneció fiel a la República, el alzamiento militar provocó la extensión de un clima revolucionario. Una vez sofocada la rebelión, se sintieron legitimados para impulsar cambios sociales.
El elemento más significativo de la revolución social fue la colectivización de gran parte de la propiedad industrial y agraria. Los comités se hicieron con el control.
En algunos casos, los empresarios huyeron al estallar la guerra o fueron detenidos o asesinados, y los trabajadores se pusieron al frente de las empresas. Otras veces los trabajadores se ponían al frente de la empresa y la autogestionaban. Se dio una cobertura legal a las incautaciones de industrias y tierras efectuadas por los organismos populares. En el campo, las expropiaciones de fincas y su ocupación masiva se extendieron.
La Iglesia, la burguesía, los propietarios y las clases acomodadas fueron objeto de una persecución, que se escapó del control del poder republicano. Tuvieron lugar asesinatos, los llamados “paseos”, detenciones ilegales en las checas, saqueos e incendios de iglesias y conventos, y requisas de bienes y propiedades particulares.
Las experiencias de autogestión, la autonomía de las columnas de milicianos en los frentes de guerra y la imposición de un cierto “terror” revolucionario en las calles estuvieron impulsadas, sobre todo, por el sector más radical del anarcosindicalismo (CNT-FAI) y del POUM.