Escuela y Sociedad en la España Contemporánea

Europa y sus escuelas en la época de la Ilustración

La escuela para todos, gratuita y obligatoria, es posterior a la Revolución francesa. Los países europeos emprendieron el camino de la escolarización de la totalidad. Lo que había sido destreza rara se va extendiendo durante la Edad Moderna, pero no de un modo homogéneo.

La política docente de la época de la Ilustración española, desarrollada por Francisco Aguilar Piñal en la Historia de España Menéndez Pidal, advierte la despreocupación de los poderes públicos por la enseñanza primaria y los maestros. Estos eran pocos y medianamente instruidos, y su salario “era considerado más como una limosna que como una justa recompensa a un trabajo necesario a la comunidad”.

Una de las cláusulas del Reglamento de primeras letras, de 1797, determinaba que la enseñanza primaria debía procurar que los niños fueran “educados de un modo correspondiente a la clase y circunstancia de cada uno y que los hijos de los labradores y menestrales reciban la enseñanza en el menos tiempo posible, para que no lo pierdan en dedicarse a la agricultura y oficios”.

Aguilar comenta que “todo en la legislación escolar del XVIII tiende a consagrar la división social existente, dando por supuesto que el nacimiento condiciona la clase a que se pertenece y el oficio a que se está destinado por el origen familiar”.

Al hablar de las enseñanzas pública y privada de España, Lerena afirma: “Otra vez se está jugando la batalla de la desigualdad, instrumentalizando el sistema escolar, persistiendo en este objetivo de dividir a los españoles”. La historia parece siempre contemporánea.

François López, profesor de la Universidad de Burdeos, escribe dos capítulos: “La resistencia a la Ilustración” y “El pensamiento tradicionalista”. La península Ibérica había sido la víctima del trágico siglo XVII: España se despuebla. “Hacia 1680, el espacio mediterráneo de la vieja cristiandad (España, Portugal, Italia), a partir del cual había ido forjándose Europa, queda casi totalmente marginado por la nueva Europa de las Luces”. Mientras la Europa transpirenaica empieza a leer; mientras los europeos de los Pirineos se inician en la lectura silenciosa, la Ilustración penetra con dificultades en España. La Europa nórdica reformada es la Europa que lee, la de las Luces.

Como las cosas españolas fueron a América, allí se advierten situaciones igualmente desparejas. Mario Hernández Sánchez-Barba habla de la sociedad colonial criolla. Según los testimonios, las universidades hispanoamericanas superaban el nivel cultural de las de Estados Unidos; pero el ilustre americanista no vacila en considerar que la mayoría de la población continuaba sumida en la ignorancia, pese a los progresos que se hicieron durante el reinado de Carlos III. Y agrega: “El analfabetismo fue, y continúa siendo, la mayor lacra que quedó planteada en la América española, pese a la brillantez de los estudios superiores, en los que se adelantó a muchas naciones europeas”. Al leer estas palabras, ¿cómo no recordar el ejemplo de Estados Unidos, la first new nation cuyos nativos de raza blanca sabían leer y escribir en su mayoría? John Adams (que luego sería vicepresidente y segundo presidente de Estados Unidos) dice que un norteamericano nativo que no sepa leer y escribir es tan raro como un cometa o un terremoto.

La Institución Libre de Enseñanza

Hechas las revoluciones política e industrial, el siglo XIX conoce en Europa la escuela obligatoria y los comienzos de la alfabetización total. En unos países, la iniciativa para la erección de escuelas partió de las fuerzas económicas sociales (los escandinavos, Inglaterra, Francia, los Países Bajos); en otros, fue el Estado el promotor (Imperio austro-húngaro, Portugal); en otros, la Iglesia colaboró también y hubo cierto equilibrio (Alemania, Suiza, Italia).

La obra editada por Schmale y Dodde incluye a España en este último grupo, pero la sociedad española contemporánea heredaba una situación de abandono tan grande que no se explica bien. Mill había proclamado la evidencia de que “la causa próxima de cada situación de la sociedad es la situación de la sociedad precedente”.

Hasta 1800, según Carlo Cipolla, podría haber un maestro por cada mil habitantes; la zona crítica parece situarse entre uno y tres maestros por cada millar. La ley de Instrucción Pública (conocida como Ley Moyano) ordenó: “En todo pueblo de 500 almas habrá una Escuela pública elemental de niños y otra, aunque sea incompleta de niñas. Las incompletas de niños sólo se consentirán en pueblos de menos vecindario”. Aquello quería ser un razonable 4 por mil: dos maestros y dos maestras por cada mil habitantes.

Por ejemplo, Badajoz, con 40.000 habitantes, no tenía los 160 maestros estipulados (80 y 80), sino muchos menos. Luis Bello, que viajó por España para visitar sus escuelas, nos dejó una obra: “Viaje por las escuelas de España”. En el tercer volumen, dedicado a Extremadura, leemos: “Badajoz, con cuarenta mil habitantes, tiene catorce maestros y dieciocho o veinte maestras”. La ciudad alemana de Heidelberg, en 1900, tenía también 40.000 habitantes, pero 260 Lehrer (maestros/docentes); aunque ellos incluirán a los profesores de secundaria, la diferencia es excesiva. En 1994, con un estudio de Encarnación Lemus, la Junta de Extremadura reeditó el volumen extremeño de 1927, que lleva el prólogo de Azorín, “Un misionero”. Para el escritor, Bello es un santo laico y uno de los periodistas más preclaros de España. Unos y otros aportan estadísticas análogas.

El profesor bordelés llega a una conclusión: España, en 1900, alcanzaba el nivel superado por Inglaterra en 1675: 45 por ciento de hombres alfabetizados. “Es decir, que había en España en 1900 un atraso de más de dos siglos respecto de Inglaterra”.

De la Institución Libre de Enseñanza, estudiada por Vicente Cacho Viu, interesa el capítulo XII, titulado “La Institución recorta sus vuelos”. Fundada en 1876, pronto se vio que los estudiantes universitarios carecían de preparación. Cacho empieza así: “La fuerza de los hechos impuso a la Institución un cambio en sus actividades docentes. A partir del curso 1878/79, sus esfuerzos se centraron en la primera y segunda enseñanzas”. El verbo recortar no es el adecuado: lo que hizo la Institución fue ampliar sus vuelos, ensanchar su base. Antes del desastre de 1898, los más perspicaces se percatan de la falta de cultura popular. Uno de los primeros es Unamuno, quien dio cuenta de la diferencia: “Cada español cultivado apenas se diferencia de otro europeo culto, pero hay una gran diferencia de cualquier cuerpo social español a otro extranjero”.

“España tiene que encerrarse en la escuela y en la universidad como en un nuevo claustro materno, atacada de la manía del silabario, de la manía de la ciencia, como en otro tiempo don Quijote de los libros de caballería, y no salir de allí hasta que, como al gusano de seda, le hayan nacido alas, hasta que se haya dado una cabeza nueva”. Consiguió que el conde de Romanones creara el Ministerio de Educación.

La normalización escolar tras la Ley General de Educación de 1970

Para los años que van de 1880 a 1965, contamos con la evolución estudiada por José Luis Romero y Amando de Miguel. Cuando se analiza la evolución de la tasa de matriculación, sorprende que entre 1880 y 1950 esa tasa nacional se mantiene en un 50/50. Sorprende que al promediar el siglo XX haya más niños fuera que dentro de las aulas. Había grandes diferencias entre el norte y el sur de la península. El norte estaba más alfabetizado. León es la primera en asistencia escolar. Cerca del noventa y tres por ciento de la población escolar está matriculado, mientras en Cádiz no pasa del veintidós. León y Castilla van delante. ¿Cómo estaban escolarizados esos niños españoles?

Lerena puede concluir: “Realmente, en España no ha habido escuela primaria. Este tema plantea la II República: medio siglo después de Jules Ferry. Aproximadamente, esa es la distancia (cincuenta, sesenta años) que para esta época puede constatarse cuando se examinan las diferencias entre las tasas de escolarización, o de analfabetismo, correspondientes a nuestro país y al conjunto europeo. Para civilizar a los españoles bastaba el aparato eclesiástico tradicional con funciones educativas ampliadas”. La planificación de la escolaridad primaria, que tiene un siglo en Europa, y treinta años en América Latina, en España está en sus primeros balbuceos”.

Sólo a principios de los ochenta parecía lograrse el objetivo revolucionario de la escolarización total; así nos declaraba José Castillo. En 1963 aumentaba el sueldo miserable de poco más de mil pesetas mensuales que el maestro percibía de entrada. Precedente de la ley de 1970 fue la de 1964, que ampliaba el período de escolaridad obligatoria hasta los catorce años, porque la ley de 1945 la había rebajado a los doce. En 1967 vuelve a exigirse el título de bachiller superior y se suprime el examen de ingreso en el instituto: eran avances de la ley del 70. En 1956 una emisión de deuda hizo posible la creación de 25.000 aulas, con lo cual se escolarizó a un millón de niños. El Banco Mundial, en 1962, dio la voz de alarma: nuestros emigrantes disponían de intérpretes en cada fábrica, pero no entendían los textos en español.

La Ley General de Educación de 1970, también llamada ley Villar, constituía el logro de la comprensividad hasta los catorce años. Con cincuenta o sesenta años de retraso sonaba la hora de la educación básica para todos, esa que ahora se amplía hasta los 16 años y lo hará pronto hasta los 18. Bello advirtió que universidades e institutos no estuvieran acompañados, o precedidos, por una red numerosa de escuelas florecientes. La sociología debe acercarse a la historia, y el estudio de las relaciones entre escuela y sociedad en la España contemporánea resulta aleccionador. Habiéndose civilizado los españoles fuera de las aulas, nada tan fácil como percibir supervivencias de relaciones comunitarias, y no societarias, para seguir con la distinción clásica de Tönnies.

Tres redes o escuelas: pública, privada, concertada

Autores diversos (Lerena, Ortega) relacionan el volumen de la enseñanza privada de nuestro país con el ascenso de los valores particularistas. El mejor trabajo se lo debemos a Lerena, quien explicó las funciones que desempeñan las dos redes en España. Todo hace pensar que ésta no responde a la función homogeneizadora que le corresponde. Otra vez se está jugando la batalla de la desigualdad. La educación general básica parecía eliminar el carácter dual hasta la edad de catorce años. Pero al aumentar los diplomas, se devalúan, y la estrategia de las familias de clases medias y altas “reclaman una enseñanza de calidad, una enseñanza gratis y a la carta, a la medida de sus necesidades”. Al asegurar la pobreza de la escuela pública no hacemos sino cumplir una profecía, construir una realidad social. A comienzos de la pasada década comienza a subvencionarse a la escuela privada.

En España faltó la escuela elemental. Tesis de Luis Bello: La instrucción primaria corresponde al Estado. Pero si el Estado no abre escuelas en un núcleo de población o las que abre son malas, el vecindario enviará a sus hijos al primero que tenga el acierto de fundarlas”.

España se ha llenado de una red de escuelas privadas que se financian con dinero público. Y como muchos niños se acogen a esa privacidad, la escuela pública deja de ser tal, ha dejado de ser general: es especial, porque las clases medias huyen de ellas, y distinguen entre colegio y escuela. Se trata en verdad de tres redes, porque entre ambas ha adquirido volumen e importancia una tercera: la que se llama red concertada, mezcla de administración particular con fondos públicos, una red que ha venido a devaluar y desconcertar la escuela pública. Ignorando que cada cual se fabrica su destino, muchos españoles desconfían de la enseñanza pública, la de balde, y creen que deben pagar la escuela de sus hijos, acaso recordando las permanencias, quizá con la esperanza de controlar su organización e impedir el acceso a los de abajo. En tiempo de inmigración, la enseñanza pública se hace más difícil porque los colegios concertados vuelven a desconcertar al no querer admitirlos en la debida proporción. El criterio del domicilio es inteligente y conviene que el niño vaya a pie a la escuela más próxima; pero si los niños inmigrantes viven lejos de buenos centros, hay que considerar la necesidad de llevarlos en autobús a colegios alejados de su casa. separación no es igualdad, y la educación en España parece recordar un estadio intermedio: igualdad separada.

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