La Reconquista y Formación de los Reinos Cristianos en la Península Ibérica

La Repoblación

Durante los siglos XI, XII y XIII, los reyes cristianos gestionaron diversos territorios tras la expansión de sus reinos:

a) Zonas despobladas de fronteras: Estas tierras fueron entregadas a nobles, monasterios y hombres libres para su repoblación. Esta forma de colonización, llamada presura, incluía latifundios y minifundios protegidos por castillos.

b) Regiones ricas y urbanas: En ciudades musulmanas conquistadas, se asentaron cristianos, expulsando a los musulmanes a barrios periféricos llamados morerías. Este modelo de repoblación se llamó repoblación concejil.

c) Repartimientos del siglo XIII: Tierras se distribuyeron a nobles, clérigos y órdenes militares que participaron en las conquistas.

Repoblación en Duero, Tajo y Ebro

En Castilla, se utilizó la repoblación concejil, creando concejos con amplios territorios. Los reyes otorgaban Fueros o Cartas Puebla para regular la vida en estas áreas. Predominaban las propiedades medianas libres y tierras comunales.

En Toledo, ya habitada por musulmanes, mozárabes y judíos con sus propios concejos, se les concedió el fuero, pero la población cristiana predominaba.

En el valle del Ebro, los repobladores recibieron casas y tierras. Los musulmanes fueron expulsados de las ciudades, pero se les permitió trabajar en las tierras agrícolas.

Repoblación en el Sur:

En La Mancha y Extremadura, las órdenes militares dominaban, con grandes latifundios y explotación ganadera. En Andalucía, los campesinos abandonaron tierras fronterizas por conflictos musulmanes, lo que resultó en la concentración de grandes latifundios en manos de nobles y la Iglesia.

Repoblación en Murcia

En Murcia, el proceso repoblador dio lugar a latifundios en el interior, para nobles y Órdenes Militares, en el resto minifundios en zonas de regadío de Valencia y Murcia, lo que dará lugar a la formación de poderosos concejos y a la formación de una clase urbana media-alta fuerte. Los territorios se repueblan con aragoneses y castellanos.

Conquista Peninsular (711-715)

La conquista de la Península, debe comprenderse dentro de la expansión de la dinastía Omeya (661-750). En el año 711, un pequeño ejército expedicionario musulmán dirigido por Tarik, lugarteniente del gobernador musulmán del norte de África, Musa, llegó a la Península como aliado de una de las facciones visigodas que luchaban por el control del reino tras la muerte del rey Witiza. En la batalla de Guadalete fue derrotado el último rey visigodo, Rodrigo.

En los cuatro años siguientes los musulmanes acabaron dominando la Península, excepto la cornisa cantábrica.

Esta rápida expansión se debió a: la debilidad del reino visigodo minado por continuas guerras civiles, a que la mayoría de la nobleza y de los altos cargos del Estado visigodo prefirieron pactar con el nuevo poder y a la indiferencia del resto de la población hispanorromana; el ímpetu expansivo del Islam; y la actitud tolerante de los musulmanes hacia los pueblos conquistados, especialmente hacia las «gentes del libro» (cristianos y judíos), a cambio del respeto a su religión, éstos debían pagar impuestos a los musulmanes por sus riquezas (yizya) y por la tierra (jarach). Una parte importante de las conquistas se debió a las capitulaciones o rendiciones pactadas. En éstas los musulmanes concedían amplios privilegios a los vencidos, pues éstos conservaban sus tierras y podían seguir practicando su religión a cambio de pagar un impuesto. Un ejemplo de capitulación es la de Teodomiro o Tudmir (un noble visigodo) en Murcia.

Emirato Dependiente de Damasco (711-756)

La Península Ibérica era una provincia más del gran imperio Omeya con capital en Córdoba y el califa de Damasco nombraba a los gobernadores (emires o valis) siendo el primer valí de Al-Ándalus Abd al-Aziz hijo de Musa. Los conquistadores musulmanes no eran un grupo homogéneo y todos los que participaron en la conquista se establecieron en distintas zonas: árabes en el Guadalquivir (mejores tierras), sirios en Granada, egipcios en el Levante y los bereberes, los más numerosos, en el norte y centro de la península (peores tierras). Los enfrentamientos entre sus diferentes líderes fueron continuos. También hubo intentos de secesión de algunas provincias como la muladí de Zaragoza.

Emirato Independiente de Córdoba (756-929)

En el 750 la dinastía Abbasí asesina a la dinastía Omeya, cambiando la capital de Damasco a Bagdad. El único Omeya superviviente a la matanza Abbasí, Abd al-Rahmán, se refugiará en Al-Ándalus formando el emirato independiente de Córdoba como Abd al-Rahmán I de la dinastía omeya, en el 756. De este modo, Al-Ándalus se independiza políticamente del Califa de Bagdad, pero seguían manteniendo la dependencia religiosa. El primer emir independiente Abd al-Rahmán I será quien consolide el Estado: al ser un estado independiente es necesario centralizarlo, con la creación de un sistema de Hacienda (diwan), una administración fiel y un ejército mercenario. Entre sus sucesores destaca Abd al-Rahmán II, que será el que funde la ciudad de Murcia (Mursiya) en el 825 para pacificar el territorio, siendo la nueva ciudad la capital de la Cora de Tudmir

Califato de Córdoba (929-1031)

En el año 912 accedió al emirato Abd al-Rahmán III, quien se autoproclamó califa (jefe religioso) en 929, rompiendo sus lazos de dependencia religiosa con Bagdad. Bajo su mandato se produce el momento de mayor esplendor económico, cultural y político de Al-Ándalus. Construyó una ciudad-palacio Medina Al-Zahra, desde la que gobernó su enorme imperio. Su hijo Al-Hakam mantuvo la prosperidad y protegió la cultura, la ciencia y el arte. El califa Hisam II, menor de edad, dejó las riendas del Estado a Almanzor, el hachib. Centralizó todo el poder y llevó a cabo numerosas campañas contras los reinos cristianos del norte (Barcelona y Santiago) y en el norte de África. Tras la muerte de Almanzor (1002) comienza la decadencia económica, política y militar y el avance de los núcleos cristianos norteños. Se inició un periodo de conflictividad en el que acabaría dividiéndose el territorio de Al Andalus en taifas en el año 1031, más de 30.

Reinos de Taifas (1031-1085)

Al-Ándalus quedó fragmentado en pequeños reinos independientes (más de 30), con menor poder económico y militar, lo que favoreció el avance de los reinos cristianos. A lo largo del siglo XI unas taifas se anexionaron a otras, formándose reinos algo mayores como el de la taifa de Sevilla. Estas taifas mantuvieron un alto nivel de riqueza económica y auge cultural, sin embargo estuvieron sometidos al pago de parias (tributos) a los cristianos a cambio de protección, e incluso a finales del siglo Xi cayeron ante ellos (Alfonso VI conquistó Toledo en 1085 y el Cid Valencia en 1089).

Conquista y Unificación Almorávide (1086-1144)

Tras la conquista de Toledo por parte de Alfonso VI de Castilla y León, los reinos de taifas pidieron ayuda a los almorávides, una confederación de tribus bereberes del norte de África, que profesaban los principios más estrictos del Islam. Consiguieron suspender el avance cristiano y unificar Al-Ándalus tras la batalla de Sagrajas en 1086, pero su dominación no duró mucho pues fueron incapaces de recuperar Toledo o Zaragoza (conquistada en el 1118 por Alfonso I de Aragón). Además, la aplicación de impuestos extraordinarios y la intolerancia e intransigencia de los almorávides les hizo muy impopulares entre los propios musulmanes andalusíes. El imperio almorávide cayó en 1144 desintegrándose nuevamente Al-Ándalus en los segundos reinos de taifas, entre las que destaca las del Rey lobo (Ibn Mardanish) en Murcia, que consiguió una gran extensión hasta la frontera de Aragón y también hacia el Oeste. Bajo su mandato destaca la construcción del Castillejo de Monteagudo o la muralla árabe.

Las Instituciones Políticas: El Modelo Autoritario Castellano

La difusión de ideas políticas, basadas en el derecho romano, que defendían la supremacía absoluta del poder del rey, un poder de origen divino, supuso en Castilla un reforzamiento del poder del rey. Esto permitió el desarrollo institucional que favoreció el poder real y su centralización. De este modo, es preciso señalar las siguientes instituciones:

  • Las Cortes de Castilla y de León se unirán en el siglo XIII. Este organismo carecía de poder legislativo pero decidía sobre los impuestos extraordinarios. Durante el siglo XIV las Cortes conocieron un auge que no se mantuvo durante la centuria siguiente. A finales de la Edad Media, el rey sólo convocaba en ellas a lo representantes de 17 ciudades con derecho a voto y con las únicas intenciones de aprobar los impuestos y de tomar juramento al heredero.
  • Se crea el Consejo Real en las Cortes de Valladolid con Juan I. Era un institución para asesorar al rey, formado por 12 miembros, 8 de ellos juristas. Juan I también crearía el título de Príncipe de Asturias para el heredero del trono.
  • Se crea la Audiencia, con Enrique II, como órgano supremo de justicia que depende sólo del rey. En el s. XV se establece una sede fija en Valladolid con el nombre de Chancillería.
  • En el ámbito municipal, con el fin de controlarlo, se crean en el siglo XIV los regimientos (futuros ayuntamientos), nombrados por el rey con carácter vitalicio entre los miembros de la nobleza local o la alta burguesía. Además se modificó la figura del corregidor, que a partir del s. XV se convertirá en representante permanente de la Corona en los municipios.

Corona de Castilla

Alfonso X, fue el precursor de la transición del feudalismo al Estado moderno a través de las 7 Partidas, en el que la Iglesia y los nobles vieron cómo su poder se fue progresivamente sometiendo a la autoridad central del soberano. Posteriormente, Alfonso XI promulgó el Ordenamiento de Alcalá (1348) que dotaba al rey de la potestad legislativa y establecía un principio de unidad jurídica. La historia política de los siglos XIV y XV fue realmente compleja y estuvo llena de crisis. El siglo XIV fue un siglo de crisis agraria y demográfica agravada por la peste negra. También sufrió una guerra civil entre Pedro I y Enrique de Trastámara (1366-1369), futuro Enrique II, y fracasó en su intento de conquistar Portugal con Juan I (1385, batalla de Aljubarrota). El siglo XV será un siglo de recuperación demográfica y económica aunque la nobleza reforzó sus posiciones durante los reinados de Juan II y Enrique IV y habrá una nueva guerra civil entre 1474 y 1479, tras la muerte de Enrique IV.

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