La Restauración y la Crisis del 98: De la Monarquía al Desastre Colonial

1. La Restauración Borbónica (1874-1902)

1.1 El Reinado de Alfonso XII

Tras el golpe del general Pavía en 1874, Serrano encabezó el gobierno. Los oficiales alfonsinos adquirieron mayor protagonismo y la burguesía catalana y las clases de negocios constituyeron un grupo de presión a favor de la restauración de la monarquía borbónica.

En diciembre, el príncipe Alfonso dirigió el Manifiesto de Sandhurst a la nación, redactado por Cánovas, en el que afirmaba que la única solución a los problemas de España residía en el establecimiento de la monarquía tradicional. En diciembre de 1874, el general Martínez Campos proclamó en Sagunto a Alfonso XII como rey de España. Este consiguió el apoyo militar y de la burguesía. Así, el rey entró en Madrid en enero de 1875.

Primeras medidas del régimen y búsqueda de apoyos

Fueron convocadas las Cortes por un gobierno conservador durante 1875, y sus primeras medidas fueron:

  • Lograr el apoyo de la Iglesia.
  • Suspender los periódicos de la oposición.
  • Establecer tribunales especiales para delitos de imprenta.
  • Conseguir el apoyo del ejército.
  • Renovar los cargos de las diputaciones provinciales y ayuntamientos.

El rey sería la clave del mecanismo político constitucional y jefe supremo del ejército. Cánovas tenía en mente la idea de crear dos partidos respetuosos con la Constitución para que pudieran turnarse en el poder.

El centralismo administrativo

El centralismo, con eje en Madrid, se vio en la reorganización de las diputaciones provinciales y ayuntamientos. También encontramos el recorte de los fueros de las provincias vascas. Se creó una constitución breve (1876) que otorgaba al monarca la facilidad de nombrar al jefe de gobierno.

  • Se suspendieron la mayoría de los derechos individuales.
  • Se estableció un Parlamento bicameral.
  • Se estableció un Estado confesional, que permitía el ejercicio privado de otras religiones.

Estuvo en vigor hasta 1931.

El sistema político oficial: bipartidismo y turnismo

El sistema político de la Restauración se basaba en la existencia de dos grandes partidos, el conservador y el liberal, que defendían la monarquía, la Constitución, la propiedad privada y la consolidación del Estado liberal, unitario y centralista. Ambos se nutrían de élites económicas y clases medias acomodadas.

  • El partido Conservador: cuyo líder era Cánovas, aglutinó a los sectores más conservadores y tradicionales. Defendían el inmovilismo político y la defensa de la iglesia y del orden social.
  • El partido Liberal: cuyo líder era Sagasta, reunió a antiguos progresistas, unionistas y algunos ex republicanos moderados. Defendían un progresismo de carácter más progresista y laico.

En la práctica, la actuación de ambos partidos en el poder no difería en mucho. Para ejercer en el gobierno se contemplaba el turno pacífico o alternancia regular en el poder entre las dos grandes opciones dinásticas, cuyo objetivo era asegurar la estabilidad institucional. Cuando el partido que estaba en el gobierno sufría un proceso de desgaste político y pérdida de confianza de las Cortes, el monarca llamaba al jefe del partido de la oposición a formar gobierno. El fraude de los resultados electorales y los mecanismos caciquiles aseguraban que estas elecciones fuesen siempre favorables al gobierno que las convocaba.

El sistema político real: caciquismo y fraude electoral

La alternancia en el gobierno fue posible gracias a un sistema electoral corrupto y manipulador. La adulteración del voto se logró mediante el restablecimiento del sufragio censitario, el trato favorable a los distritos rurales y sobre todo la manipulación y trampas en los votos. El control del proceso electoral se ejercía a partir de varias instituciones: el ministro de la Gobernación, los alcaldes y los caciques locales. El ministro elaboraba la lista de los candidatos y todo el aparato administrativo se ponía a su servicio para garantizar su elección. También el pucherazo, es decir, la sistemática adulteración de los resultados electorales (falsificación del censo, manipulación de actas, compra de votos, etc.). En todo el proceso es fundamental la figura del cacique. Los caciques eran individuos o familias que, por su poder económico o por sus influencias políticas, controlaban una circunscripción electoral. Toda esta corrupción también se apoyaba en la abstención de una buena parte de la población. La participación electoral no superó el 20% en casi todo el periodo de la Restauración.

2. La Crisis del 98: Liquidación del Imperio Colonial

2.1 La guerra en Cuba y en Filipinas

La Paz de Zanjón pone fin a la Guerra de los Diez Años, pero la falta de descentralización y la política proteccionista favorecieron el surgimiento de revueltas. El período más idóneo para hacer concesiones a Cuba fue el Gobierno de Sagasta, cuando el Partido Autonomista Cubano apoya un programa reformista. La única medida fue la abolición de la esclavitud (1888) y la representación cubana en las Cortes.

Las tensiones entre Cuba y España aumentaron con la oposición cubana a los aranceles proteccionistas que España imponía para dificultar el comercio con EEUU. El presidente McKinley amenazó con cerrar las puertas del mercado estadounidense a los productos cubanos si España no modificaba los aranceles. José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano (1892), protagonista de la revuelta El grito de Baire (1895). La insurrección comenzó en la parte oriental de la isla y Antonio Maceo y Máximo Gómez consiguieron extender la guerra a la parte occidental, menos rebelde. El gobierno de Cánovas respondió enviando al general Martínez Campos para combinar represión militar y diplomacia, y pusiese fin al levantamiento. La falta de éxitos militares supuso el relevo de Martínez Campos por el general Weyler, que empleó métodos más contundentes como la «concentración» de los campesinos en trochas. Pero la dificultad de proveer alimentos y facilitar asistencia médica, trajo una alta mortalidad entre la población civil y los soldados. La guerra provocó la destrucción de plantaciones y vías férreas.

Tras el asesinato de Cánovas (1897), un nuevo gobierno liberal relevó a Weyler y concedió a Cuba autonomía, el sufragio universal, la igualdad de derechos y la autonomía arancelaria. Pero llegaron tarde; coincidiendo con la insurrección cubana, se produjo la de Filipinas (1896-97). El levantamiento fue reprimido y su principal dirigente, José Rizal, ejecutado. Se había fundado un movimiento independentista (Katipunan).

En 1898, EEUU decidió declarar la guerra a España con el pretexto del hundimiento del Maine, anclado en el puerto de La Habana. Los americanos intervinieron en Cuba y en Filipinas, desarrollando una rápida guerra y derrotando a la escuadra española. Se firmó la Paz de París, que significó la pérdida para España de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, que quedaron bajo el dominio americano.

2.2 Las consecuencias del 98

La derrota sumió a la sociedad y a la clase política en una situación de desencanto y frustración. Significó la destrucción del mito del imperio y la relegación de España a un papel secundario. La prensa extranjera presentó a España como un país moribundo. No hubo una gran crisis política, ni una quiebra de Estado, y la Restauración sobrevivió consiguiendo la supremacía del turno dinástico. Tampoco hubo crisis económica a pesar de la pérdida de los mercados coloniales y de la deuda de la guerra. La crisis del 98 fue una crisis moral e ideológica que causó un impacto psicológico en la población.

Los movimientos nacionalistas se expandieron, la burguesía industrial de Cataluña y País Vasco tomó conciencia de la incapacidad de los partidos dinásticos para desarrollar una política renovadora. La crisis favoreció la aparición de regeneracionistas cuyos ideales estaban en el pensamiento de Joaquín Costa, defensor de la necesidad de dejar atrás los mitos del pasado, modernizar la economía y la sociedad y alfabetizar al pueblo (escuela y despensa y siete llaves al sepulcro del Cid). La Circular de Albareda (1851) permitió la vuelta a sus cátedras a unos intelectuales que crearon en España la Institución Libre de Enseñanza (1876), que pretendía renovar el método pedagógico basándose en la razón y el estudio de la ciencia. Durante la Restauración se produjo una crisis universitaria con protestas de profesores y estudiantes en favor de la libertad de cátedra. Ginés de los Ríos intentó crear un proyecto educativo que aglutinara al mundo político y universitario (creación de escuelas de investigadores como la de Historia, Matemáticas o Medicina). Esta institución tendrá una gran influencia en la educación española, aunque con el tiempo quede limitada a la educación secundaria.

El regeneracionismo también defendía la necesidad de organizar a los sectores productivos al margen del turno dinástico con el desmantelamiento del sistema caciquil y la transparencia electoral. El desastre dio cohesión a un grupo de intelectuales, conocido como la Generación del 98.

La derrota militar supuso un cambio en la mentalidad de los militares, inclinándose hacia posturas más autoritarias.

El gobierno de Sagasta sufrió un desgaste y María Cristina entregó su confianza a Silvela. El nuevo gobierno mostró una voluntad de renovación, dando entrada a Polavieja y a Durán y Bas. Se inició una política reformista y se impulsó una política presupuestaria que aumentaba los tributos sobre productos de primera necesidad y creaba impuestos para afrontar las deudas de la guerra. La «regeneración» había durado escasamente un año. El gobierno se mantuvo hasta 1901, cuando María Cristina otorgó el poder a los liberales. El sistema de la Restauración había recibido un duro golpe, pero había sobrevivido casi intacto.

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