1. El proceso de hominización en la Península Ibérica: Nuevos hallazgos
El proceso de hominización, es decir, la evolución de las especies que dio lugar al hombre, se inició en África hace 5 millones de años.
El Homo ergaster salió de este continente hace 1 millón y medio de años, dando lugar al Homo erectus en Asia; y en Europa al Homo antecessor, cuyos restos más antiguos (800 000 años a. C.) se han encontrado en la Gran Dolina, en Atapuerca (Burgos). Estos individuos, altos, fuertes y con una capacidad craneal de alrededor de 1000 cm3, formaban grupos de cazadores-depredadores. En el año 2007 se encontraron unos restos en la Sima del Elefante (Atapuerca) que parecen pertenecer a esta especie; se estima que tienen más de 1 millón de años de antigüedad.
También en Atapuerca, en la Sima de los Huesos, se han encontrado restos de hace 300 000 años de la especie denominada Homo heidelbergensis. Las últimas investigaciones llevan a pensar que a partir de esta surgiría el Homo neanderthalensis, más robusto y con una capacidad craneal mayor. Cazarían grandes mamíferos y es probable que tuvieran creencias espirituales. Su presencia en la Península Ibérica data de hace unos 40 000 años. Según las últimas investigaciones, esta especie llegaría de África, tendría una organización social más compleja, una industria lítica más especializada y practicaría el arte mobiliar y parietal, del que existen varias muestras en la península. Con él finalizaría el proceso de hominización.
2. Los Austrias del siglo XVII: Gobierno de validos y conflictos internos
Con Felipe III se inició la práctica de la privanza o delegación de las cuestiones de gobierno en manos de un hombre de confianza: el privado o valido. El valido carecía de cargo oficial, pero en la práctica actuaba como un auténtico primer ministro. El valido de Felipe III fue el duque de Lerma, político mediocre y ambicioso que colocó en todos los cargos importantes a sus parientes y amigos, y convenció al rey de trasladar la capital a Valladolid en 1600. Le sucedió en la privanza su hijo, el duque de Uceda, que no fue capaz de solucionar los graves problemas de España. El hecho más destacado en política interior durante el reinado de Felipe III fue la expulsión de los moriscos, decretada en 1609.
Muy diferente a los anteriores fue el conde-duque de Olivares, valido de Felipe IV, que tenía una gran inteligencia política y una sincera voluntad de reforma, aunque sus proyectos más importantes no se llegarán a realizar. Puso en marcha una serie de reformas para aumentar los recursos de la monarquía; además, intentó implantar como sistema de organización política el modelo castellano en todos los territorios. La propuesta provocó el rechazo general, produciéndose importantes enfrentamientos. Estos sucesos acentuaron la impopularidad del valido y, en 1643, Felipe IV le apartó de la política, siendo sustituido por don Luis de Haro, pero su caída no fue suficiente para restablecer la paz social.
Durante la primera parte del reinado de Carlos II ejerció la regencia su madre, Mariana de Austria, quien confió el gobierno a validos como el jesuita alemán Nithard o a Fernando de Valenzuela. Durante la mayoría de edad de Carlos II, primero gobernó Juan José de Austria, enemigo de la reina madre, y posteriormente el duque de Medinaceli y el conde de Oropesa, que llevaron a cabo una acertada política financiera de reducción de impuestos y contención del gasto público que acabará con la crisis del XVII y pondrá las bases de la recuperación del XVIII.
3. La España del siglo XVII: El ocaso del imperio español en Europa
En el reinado de Felipe III se interrumpió la tendencia belicista del siglo anterior. La muerte de Isabel I de Inglaterra posibilitó la paz con este país y la ruina financiera de la Corona obligó a firmar con Holanda la Tregua de los Doce Años (1609-1621). Pero desde 1618, un conflicto entre el emperador Fernando II y los príncipes protestantes alemanes derivó en un estado de guerra general europeo: la guerra de los Treinta Años, con dos grandes bandos:
- Los Habsburgo (austriacos y españoles), que pretendían mantener su hegemonía en Europa.
- Las potencias rivales, lideradas por Francia.
A partir de 1621, año en que finalizó la Tregua de los Doce Años, se renovaron las hostilidades entre España y Holanda. En 1648 acabó la guerra de los Treinta Años con la Paz de Westfalia. España reconoció la independencia de las Provincias Unidas (Holanda), continuando en solitario la guerra contra Francia hasta 1659, cuando por la Paz de los Pirineos cedió a Francia el Rosellón, la Cerdaña, la región del Artois y algunas plazas flamencas. España perdió así su hegemonía en Europa.
Durante el reinado de Carlos II se reconoció la independencia de Portugal (1668). Por otro lado, España fue víctima de la política agresiva y expansionista de Luis XIV. En la Paz de Aquisgrán (1668), España cedió a Francia Lille y otras plazas fronterizas. Por la Paz de Nimega (1678), España entregó a Francia el Franco Condado y otras plazas flamencas. Mientras Francia emergía como la indiscutible potencia europea, España quedaba relegada a un segundo plano en el escenario internacional. Al final del reinado de Carlos II, España se ve envuelta nuevamente en las disputas de las grandes potencias que pelean por obtener la sucesión española (guerra de Sucesión, 1702-1713).