El desarrollo del comercio y la banca
El comercio también experimentó un gran desarrollo a partir del siglo XII, porque el crecimiento de la población aumentó las necesidades de productos.
Los productos se transportaban por tierra (en carros) y, sobre todo, en barco, a través de los principales ríos y mares. Había dos grandes rutas marítimas:
- La ruta del Mediterráneo relacionaba las ciudades españolas e italianas con los puertos musulmanes y del Imperio bizantino. Los europeos importaban productos de lujo (perfumes, sedas, porcelana, especias) y exportaban tejidos y armas.
- La ruta del Atlántico y del Báltico estaba dominada por una asociación de comerciantes, la Hansa. Comunicaban los puertos portugueses (Lisboa) y del Cantábrico (Bilbao, Santander), con las ciudades flamencas (Brujas, Amberes), alemanas (Hamburgo, Lübeck) e incluso rusas. Se intercambiaban las lanas castellanas e inglesas, los vinos franceses, el estaño inglés y el ámbar, las pieles, la madera y el trigo del Báltico.
Los mercaderes se reunían periódicamente en ferias comerciales, a las que llegaban productos de todas partes. Las ferias más importantes fueron las de la región francesa de Champaña.
El aumento del comercio supuso la aparición de nuevas técnicas bancarias y financieras en Europa. Muchos viajes comerciales eran muy costosos y empezaron a financiarse a crédito. Y para evitar robos se establecieron las letras de cambio, que hacían innecesario viajar con dinero en metálico.
El renacer de las ciudades
En Europa, las ciudades habían entrado en una fase de decadencia tras la crisis del Imperio romano. A partir del siglo XII, las ciudades volvieron a crecer. En unos casos eran ciudades antiguas que volvían a cobrar fuerza. Otras eran ciudades de nueva creación, surgidas junto a un castillo o un monasterio, en un cruce de caminos o en rutas comerciales.
Las ciudades medievales eran pequeñas y las mayores tenían unos 50.000 habitantes. Las más grandes eran París, las ciudades de los Países Bajos (Brujas, Gante,…) y las del norte de Italia (Génova, Florencia, Venecia,…).
Las causas del crecimiento de las ciudades
El crecimiento de las ciudades se debió a varios motivos. Por un lado, con las nuevas técnicas agrícolas se necesitaban menos campesinos, y muchos tuvieron que emigrar a las ciudades para buscar trabajo.
Además, el comercio se reactivó y muchos mercaderes se instalaron en las ciudades, en las que tenían lugar los mercados. Los campesinos de los alrededores iban una vez por semana a la ciudad a vender sus productos y allí compraban otros que necesitaban. Algunas ciudades llegaron a ser importantes centros de comercio regional e incluso internacional.
Las ciudades ofrecían mejores condiciones de vida, porque no estaban bajo el control de los señores feudales y todos sus habitantes eran libres. Cada ciudad tenía su propio gobierno, el ayuntamiento, que estaba dirigido por un alcalde. Muchos campesinos emigraron también a las ciudades escapando de la servidumbre y en busca de mayor libertad.
Los habitantes de las ciudades
El habitante de las ciudades se llamaba burgués. Pero entre los habitantes de las ciudades había grandes diferencias:
- Unos eran muy ricos, por ejemplo, los propietarios de los mayores talleres artesanos y los principales mercaderes. Estos grupos controlaban el gobierno de la ciudad.
- La mayoría de la población estaba formada por artesanos y tenderos modestos, y por personas dedicadas al servicio doméstico en las viviendas de los más ricos.
- Por debajo estaban los pobres y marginados, que no tenían trabajo y mendigaban o incluso delinquían para sobrevivir.
En las ciudades de la Europa medieval la mayor parte de la población era cristiana. Pero también había grupos de judíos que vivían en barrios separados, las aljamas o juderías. En los reinos cristianos de la península ibérica también había población islámica, y sus barrios eran las morerías.
El auge de la artesanía
Los artesanos
El aumento general de la población y el crecimiento de las ciudades significaron una mayor necesidad de metal, madera, etc. Por eso, se produjo un gran desarrollo de la artesanía y aumentó el número de artesanos.
Los oficios artesanales eran muy variados: tejedores, toneleros, panaderos, carpinteros, tinteros, etc.
Los artesanos elaboraban sus productos a mano, con pocas herramientas. Trabajaban en pequeños talleres, situados en la vivienda del propietario, que tenía un número reducido de trabajadores. En el taller se realizaba todo el proceso de producción y allí se vendían también los productos al público.
Era común que los artesanos que se dedicaban a una misma profesión vivieran en la misma calle, que acababa tomando el nombre del oficio: calle de Tintoreros, Ribera de Curtidores, etc. Muchos nombres aún perduran.
Los gremios
A partir del siglo XII, todos los artesanos de un mismo oficio se asociaron y formaron gremios. Cada gremio elaboraba un estatuto, que debían jurar todos sus miembros, en el que se especificaban las normas del oficio, así como los derechos y las obligaciones de los asociados.
Los gremios controlaban la producción. El gremio distribuía entre sus miembros las materias primas necesarias para fabricar las mercancías, controlaban severamente el número de trabajadores y la calidad de los productos y establecían los precios.
Los gremios se ocupaban también de la asistencia a los miembros del oficio y a sus familias. Los asociados pagaban unas cuotas, y con estos ingresos se atendía a los enfermos, a las viudas y a los huérfanos. En ocasiones, los gremios creaban hospitales y hospicios para sus miembros y sus familiares.
Los gremios consiguieron dominar toda la producción artesana que se desarrollaba en las ciudades, y nadie podía dedicarse a un oficio si no se asociaba al gremio correspondiente.
La composición de los oficios
Cada oficio estaba dividido en tres categorías de artesanos: maestros, oficiales y aprendices.
- El maestro era el dueño del taller, de las herramientas y de las materias primas. Era quien obtenía los beneficios y pérdidas del negocio. La propiedad de un taller se heredaba normalmente de padres a hijos. Los maestros eran los que dirigían y controlaban el gremio.
- El oficial era el trabajador experto del taller, que recibía un salario por su labor.
- El aprendiz era un joven que quería aprender el oficio y trabajaba durante varios años en el taller sin percibir un salario. Por lo general, cada taller tenía un solo aprendiz, que vivía en casa del maestro y era mantenido por él.
En teoría, los oficiales podían convertirse en maestros y abrir su propio taller. Para ello tenían que realizar una obra maestra, que debía pasar el severo examen de los maestros. Pero los maestros no solían aprobarlas, para evitar que aumentara la competencia.
El reforzamiento de las monarquías
A partir del siglo XII, los reyes, poco a poco, fortalecieron sus territorios.
Como la economía mejoró, los reyes recaudaron más impuestos. Con los ingresos, los monarcas crearon ejércitos propios e impusieron, mediante la fuerza o el acuerdo, la obediencia a muchos señores feudales.
También fortalecieron la administración de su reino y contrataron a juristas y expertos formados en las universidades más importantes. Estos juristas fomentaron la restauración del derecho romano, que otorgaba mucho más poder al rey que el derecho tradicional, que combinaba la costumbre con algunos elementos germanos y romanos.
Los reyes se valieron de las cada vez más poderosas ciudades para arrebatar el poder a la nobleza. Así, concedieron cartas de libertades y privilegios a las ciudades, por las cuales las ciudades quedaban libres de cualquier dependencia feudal. A cambio, los habitantes de las ciudades apoyaron al rey en contra de los señores feudales.
La creación de los parlamentos
A finales del siglo XII y durante el siglo XIII, los reyes europeos comenzaron a convocar cortes o parlamentos, muy diferentes a los parlamentos actuales.
En los parlamentos medievales solo estaban representados el rey, los nobles, los clérigos y los gobernantes de las ciudades. Con la convocatoria de estas asambleas, los reyes pretendían rebajar el poder de la nobleza contando con el apoyo de las ciudades.
Se reunían únicamente cuando el rey lo consideraba oportuno, y sus funciones principales eran establecer impuestos y aprobar gastos extraordinarios para sufragar las guerras. Su convocatoria dependía generalmente de las nuevas necesidades económicas por parte de los reyes.
Los parlamentos alcanzaron diferentes grados de poder según los reinos. En algunos, como Castilla, el parlamento se limitaba a aprobar o negar lo que pedía el monarca. Pero en otros, como Aragón, el Parlamento alcanzó un gran poder y el rey debía pedirle permiso para llevar a cabo muchas de sus tareas de gobierno.