El Bienio Reformista (1931-1933)
Reformas y Conflictos de la Segunda República Española
El periodo comprendido entre abril de 1931 y septiembre de 1933 se conoce como Bienio Reformista, Social-Azañista o Republicano-Socialista. Alcalá-Zamora fue elegido presidente de la República y Azaña ocupó la presidencia del gobierno. Los gobiernos del bienio fueron esenciales para aprobar una serie de reformas que se consideraban indispensables para modernizar la sociedad y el Estado. El gobierno no contaba con un apoyo mayoritario, lo que explica la oposición que suscitaron las reformas que afectaron a la propiedad agraria, a las relaciones laborales, al Ejército y a la Iglesia Católica.
Reforma Agraria
La Ley de Reforma Agraria pretendía llevar a cabo una redistribución de la propiedad agraria. Sus objetivos eran lograr la desaparición del latifundio y del absentismo, al tiempo que proporcionar tierra suficiente a los campesinos desprovistos de ella. Sin embargo, en vez de ceñirse a los latifundios del sur de la península, se aplicó a todo el país de forma simultánea, molestando a muchos pequeños y medianos propietarios que se opusieron a ella. Las relaciones entre los propietarios que se sintieron amenazados y los jornaleros que estaban impacientes por ocupar las tierras llegaron a un punto de máxima tensión. Las medidas sobre la propiedad agraria crearon una gran alarma entre los terratenientes y unas enormes esperanzas entre los jornaleros, y finalmente, no satisficieron ni a unos ni a otros.
Política Cultural y Educativa
La política cultural y educativa de la II República estuvo marcada por la influencia de la Institución Libre de Enseñanza. Su objetivo fue imitar el modelo francés y crear un sistema educativo unificado, público, laico y gratuito, al menos en la enseñanza primaria. También se implantó la coeducación de niños y niñas, inexistente hasta entonces en los centros religiosos.
La educación se consideró un derecho que el Estado debía garantizar a todos los ciudadanos para lograr la igualdad de oportunidades. Aunque los recursos presupuestarios resultaron insuficientes, se hizo un gran esfuerzo en la formación de profesores y maestros, en la construcción de escuelas y en la dotación de becas para que los estudiantes más necesitados o más capacitados pudieran seguir estudiando.
Misiones Pedagógicas
En la política cultural desempeñaron un papel esencial las Misiones Pedagógicas, ya que extendieron la cultura a los medios rurales más abandonados, promoviendo representaciones teatrales, coros, museos ambulantes, cines, bibliotecas circulantes, divulgando técnicas sanitarias y agrarias. Además, repartían colecciones de libros en las escuelas e incluso prestaban libros a los habitantes de los pueblos y aldeas.
Reformas Militares
Las reformas militares fueron alentadas por el propio Azaña y pretendían reducir el enorme número de oficiales profesionales, reorganizar la administración y la enseñanza militar, modernizar las escalas y someter la jurisdicción militar a la civil. Se suprimieron algunos rangos y se supeditaron los tribunales militares a los civiles. Además, se pretendió lograr la fidelidad personal de los militares a la República obligándoles a jurar lealtad al régimen, lo que hizo la inmensa mayoría.
Oposición y Fin del Bienio
Desde finales de 1932, la coalición azañista comenzó a sufrir la oposición parlamentaria del Partido Radical de Lerroux, al que progresivamente se fueron agregando otras fuerzas de derecha, monárquicas o católicas. La labor de oposición más eficaz correspondió a las organizaciones agrarias y católicas, lideradas por Gil Robles, que confluyeron en 1933 en un nuevo partido: la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), de inspiración católica. La novedad de la CEDA radicaba en que se trataba de un gran partido de masas, defensor de la religión y la propiedad, pero que se declaraba accidentalista en la forma de gobierno. Su arraigo social estaba entre los propietarios agrarios y en gran parte de las clases medias y profesionales urbanas.
La oposición social procedía tanto de las organizaciones patronales industriales o agrarias, como del movimiento obrero y campesino, en el que la CNT había logrado un gran arraigo. El episodio de Casas Viejas, donde tuvo lugar una matanza de campesinos por parte de la Guardia Civil, sirvió de acicate para que los anarquistas, los radicales y agrarios desencadenasen una feroz campaña de desprestigio del gobierno, y especialmente de Azaña, a quien se acusaba injustamente de ser responsable directo de los hechos.
La posición del gobierno azañista era cada vez más difícil por la abundancia de conflictos sociales, por la creciente organización política de la derecha y por la falta de confianza del propio presidente de la República, Alcalá-Zamora. En septiembre de 1933, éste otorgó la presidencia del gobierno a los radicales, primero a Lerroux y luego a Martínez Barrio. Su objetivo era la convocatoria de nuevas elecciones generales, por entender que las Cortes Constituyentes ya no representaban el sentimiento político de los ciudadanos españoles.