El Régimen Franquista (1945-1959)
El Aislamiento Internacional
Una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, España quedó marginada internacionalmente. Los países vencedores consideraban al régimen franquista un residuo del fascismo contra el que habían luchado, y las grandes potencias (EE.UU., URSS, Gran Bretaña) acordaron que España no sería admitida en la recién creada ONU por su pasada vinculación con la Alemania nazi y la Italia fascista. La Asamblea General de la ONU aprobó en 1946 varias resoluciones condenando al gobierno de Franco, considerado una amenaza para la paz mundial, y recomendando a los países miembros de la ONU la ruptura de relaciones diplomáticas con España. Francia cerró completamente la frontera pirenaica hasta 1948, se excluyó a España del Plan Marshall y solo cinco embajadores permanecieron en el país. Con todas estas medidas se pretendía presionar a Franco y forzarle a abandonar el poder.
Sin embargo, el aislamiento fue incompleto, ya que no llegó a practicarse un bloqueo comercial contra el régimen franquista. Hacia 1950, el nuevo entorno internacional parecía más favorable para España: el inicio de la Guerra Fría contribuyó a suavizar el rechazo de las democracias occidentales y la ONU reconoció de hecho al gobierno de Franco. Por su parte, EE.UU. comenzó a modificar su actitud, valorando positivamente el inequívoco anticomunismo del régimen español e iniciando los primeros acercamientos diplomáticos y financieros.
La Reinserción en la Vida Internacional y los Acuerdos con Estados Unidos
El gobierno de Franco, cuyo ministro de asuntos exteriores era entonces el católico Alberto Martín Artajo, consideraba esencial el reconocimiento diplomático del régimen y la normalización de su posición internacional. Para lograrlo, parecía imprescindible un acercamiento hacia EE.UU., la gran potencia hegemónica del mundo capitalista democrático occidental. Esta aproximación solo fue posible gracias a la tensión soviético-norteamericana, que incrementó la importancia geoestratégica de la Península, pues EE.UU., que temía una expansión comunista por Asia y Europa, podría utilizar el territorio español como punto de partida para una hipotética contraofensiva.
Finalmente, con la firma en 1953 de los acuerdos bilaterales militares y económicos con EE.UU., la España de Franco conseguía romper su aislamiento y obtenía el respaldo del gobierno presidido por el general Eisenhower. Estos acuerdos favorecieron la consolidación del régimen franquista y contribuyeron a mejorar su imagen ante todo el mundo.
Según el contenido de los convenios, se concedía a EE.UU. la apertura de cuatro bases aéreas y navales en la península (Torrejón, Zaragoza, Rota y Morón) a cambio de suministros de material bélico y ayuda económica como contraprestación por los riesgos que España asumía. La ayuda financiera alcanzó en total unos 1500 millones de dólares: el 60% aproximadamente en créditos a devolver y el 40% en donaciones. Por otra parte, la asistencia en forma de material militar, anticuado y de baja calidad, sumó unos 550 millones de dólares. En conjunto, la ayuda económica norteamericana fue escasa e inferior a la recibida en esos años por los gobiernos de Turquía o Grecia.
Sin embargo, los acuerdos hispano-americanos incluían varias importantes cláusulas adicionales secretas que ponían en peligro la seguridad nacional y recortaban la libertad de acción española, pues el gobierno de Washington quedaba autorizado a introducir armas atómicas en las bases y a utilizar libremente esas instalaciones militares para atacar desde allí al enemigo soviético. España quedaba expuesta a ataques (las bases estaban próximas a grandes ciudades), pero no recibía ninguna garantía de auxilio inmediato por parte del ejército estadounidense en caso de agresión de una tercera potencia contra el territorio peninsular.
Poco después, España se integró paulatinamente de forma plena en los medios internacionales, siendo admitida en la ONU en 1955 y en el Fondo Monetario Internacional (FMI) tres años más tarde. Con todo, el régimen franquista no pudo acceder, por motivos políticos, a los organismos internacionales (Comunidad Económica Europea y OTAN); todos sus intentos de ingreso fracasaron por la ausencia de democracia. Por otra parte, España se vio obligada a reconocer la independencia marroquí en 1956, tras varias huelgas y violentas manifestaciones nacionalistas antiespañolas en las principales ciudades del protectorado.
No obstante, no se consumó la descolonización de todas las posesiones territoriales africanas, pues se retuvo Sidi Ifni (un pequeño enclave de 1500 km² entregado finalmente a Marruecos en 1967 tras varios enfrentamientos armados), Guinea Ecuatorial (accedió a la independencia de manera desordenada en 1968) y el Sáhara Occidental (el ejército español se retiró en 1976).