Reinado de Isabel II: Liberalismo, Carlismo y Construcción del Estado Liberal en España

El Reinado de Isabel II: Oposición al Liberalismo, Carlismo y Construcción del Estado Liberal

Contexto Histórico

Tras la muerte de Fernando VII, la regencia fue asumida por su esposa María Cristina y posteriormente por Espartero. Este período presenció la transición del absolutismo al liberalismo, transformando las estructuras políticas de España. El proceso estuvo marcado por tensiones y dificultades, como la guerra carlista, el endeudamiento de la hacienda y el fraude electoral.

La Regencia de María Cristina (1833-1840)

Isabel II heredó la corona a los tres años, con su madre como regente hasta 1840. La regencia comenzó con concesiones a los liberales, mostrando oposición al carlismo. El primer gobierno, dirigido por Francisco Cea Bermúdez, representaba el liberalismo moderado y conservador. Impulsó reformas administrativas, destacando la nueva división provincial de Javier de Burgos. Los liberales exigieron cambios más profundos, llevando a Francisco Martínez de la Rosa a la presidencia en 1834.

Algunas medidas reflejaron la voluntad de cambiar las estructuras del Antiguo Régimen. Otras reformas afectaron la relación Estado-Iglesia. El objetivo liberal era limitar el poder eclesiástico, contrario a sus ideas. Se suprimieron monasterios cuyos frailes se unieron a los carlistas y se amnistió a liberales exiliados.

En 1834 se proclamó el Estatuto Real, una carta otorgada que olvidaba los cambios de la Constitución de 1812 y establecía Cortes bicamerales (Próceres y Procuradores). Los Próceres incluían altos cargos eclesiásticos, administrativos, nobles y grandes propietarios. Los Procuradores se elegían por sufragio censitario. La iniciativa legislativa residía en la Corona, con Cortes de función consultiva.

La guerra carlista y la falta de liquidez dificultaban el pago al ejército. La epidemia de cólera provocó reacciones violentas, precipitando la caída del gobierno. En 1835, Juan Álvarez Mendizábal, liberal progresista, asumió la presidencia, iniciando reformas importantes. Reorganizó la milicia nacional, creó las Diputaciones Provinciales, suprimió la Mesta y promulgó la desamortización de bienes eclesiásticos.

El objetivo era una reforma agraria, obtener fondos para el Estado, sostener la guerra y crear una nueva capa social de propietarios que apoyaran el liberalismo. Las tierras subastadas fueron compradas por quienes tenían títulos de deuda pública o efectivo. Esta reforma no logró sus objetivos: la deuda no disminuyó y los campesinos no accedieron a la propiedad, aumentando su malestar.

La Sublevación en La Granja (1836)

Oficiales progresistas encabezaron el motín de La Granja, obligando a la regente a establecer la Constitución de 1812 y nombrar un gobierno progresista presidido por José María Calatrava, con Mendizábal en Hacienda. Elaboraron la Constitución de 1837, un retroceso al recuperar la monarquía constitucional y la soberanía compartida (rey-Cortes), con dos cámaras (Congreso y Senado) e iniciativa legislativa.

Tras el triunfo moderado en las elecciones de 1837, se intentó recortar el poder de los ayuntamientos progresistas, ocasionando levantamientos. La regente buscó la solución en Baldomero Espartero. Su negativa a usar el ejército contra los ayuntamientos llevó a la renuncia de María Cristina.

Espartero presidió la Regencia (1840-1843), perdiendo apoyos. Los progresistas criticaron su gobierno militar. Los moderados prepararon un pronunciamiento para el regreso de la regente. La política librecambista de Espartero le ganó la oposición de la burguesía catalana. El bombardeo y la represión de Barcelona aumentaron su descrédito, impulsando la conspiración que llevó a Ramón María Narváez al gobierno.

El Carlismo

Tras la muerte de Fernando VII, estalló la primera guerra civil española (isabelinos vs. carlistas), reflejando la división entre liberales y absolutistas. Los liberales, con apoyo de la burguesía, parte de la nobleza y clases populares urbanas, buscaban cambios. Los carlistas, apoyados por el clero y la vieja aristocracia, defendían el absolutismo.

La guerra (1833-1839) tuvo especial incidencia en País Vasco, Aragón, Cataluña y Valencia, por la defensa de los fueros (opuestos al centralismo liberal) y la propiedad de la tierra (explotaciones familiares y comunales).

La guerra fue larga y destructiva. La muerte del general Zumalacárregui en 1835 y la división carlista llevaron a la rendición ante Espartero (abrazo de Vergara). La derrota militar no extinguió el carlismo, que reapareció durante el siglo XIX.

El Reinado de Isabel II (1843-1868)

  • Moderados: Liberalismo doctrinario francés. Soberanía compartida, veto real, orden público, sufragio censitario. Base social: clases medias.
  • Progresistas: Krausismo alemán. Soberanía nacional, sufragio amplio, milicia nacional, libertad de prensa. Base social: pequeña burguesía y comerciantes.
  • Partido Demócrata (1849): Escisión progresista radical. Sufragio universal, desamortizaciones, libertad de prensa, intervención estatal en educación.
  • Unión Liberal (1854): Leopoldo O’Donnell. Sectores moderados y progresistas. Partido moderado con apoyo del ejército.

Década Moderada (1844-1854)

Narváez estableció un régimen autoritario con la Constitución de 1845 (soberanía compartida, sufragio censitario, limitación de derechos). Reorganización administrativa (división de Javier de Burgos, gobernadores civiles, alcaldes nombrados por el rey), instrucción pública (centralización, escuelas primarias y secundarias), administración (Ley de Funcionarios), fiscal (nuevos impuestos, sistema de Alejandro Mon), orden público (Código Penal de 1848, Guardia Civil), obras públicas (ferrocarril, puertos) y Concordato de 1851 (catolicismo como única religión).

Bienio Progresista (1854-1856)

O’Donnell, con el Manifiesto de Manzanares, inició el Bienio Progresista. Levantamientos (Barcelona, Madrid, San Sebastián, Zaragoza) llevaron a Espartero a la presidencia, compartiendo poder con O’Donnell. Se restauró la Constitución de 1837. Pascual Madoz promulgó una nueva desamortización (1855). La nueva ley de ferrocarriles atrajo inversión. La huelga de Barcelona en 1855 y la vuelta de O’Donnell a la Constitución de 1845 en 1856 marcaron el fin del Bienio.

Unión Liberal (1858-1863)

Gobierno de O’Donnell. Euforia económica e intervencionismo exterior (guerra de Marruecos, Santo Domingo, México, Perú, Chile, Conchinchina). Crecimiento económico (ferrocarril, tierras cultivadas, industria financiera y textil). Paralización de desamortización, ley de prensa y corrupción electoral. Estabilidad política, pero escasos beneficios exteriores, tensiones carlistas, revueltas sociales y fin de la desamortización llevaron a la caída de O’Donnell en 1863.

Retorno de los Moderados y Final del Reinado (1863-1868)

Narváez volvió al poder. Inestabilidad política y autoritarismo. Crisis de 1864. Represión del Motín de San Gil (1866). El Pacto de Ostende (1866) unió a demócratas, progresistas y republicanos contra Isabel II. La muerte de O’Donnell (1867) y Narváez (1868), la corrupción, la vida privada de Isabel II y la crisis financiera llevaron a pronunciamientos militares. En 1868, Prim, Serrano, Dulce y Topete lideraron el pronunciamiento definitivo (Revolución Gloriosa), forzando el exilio de Isabel II y abriendo la posibilidad de un sistema democrático.

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