El Reinado de Fernando VII (1814-1833)
Regreso al Absolutismo
Con el Tratado de Valençay (11 de diciembre de 1813), Napoleón reconoció a Fernando VII, apodado «El Deseado», como rey de España. A su regreso en mayo de 1814, Fernando VII, desoyendo a las Cortes, promulgó el Real Decreto en Valencia. Este decreto suprimió las Cortes, abolió la Constitución de 1812 y ordenó el arresto de ministros y diputados, restaurando así el absolutismo. El 12 de abril de 1814, 69 diputados absolutistas de las Cortes firmaron el Manifiesto de los Persas, que con el apoyo del clero, la nobleza y el ejército, impulsó el regreso al Antiguo Régimen y la sociedad estamental. Se anuló la obra legislativa de las Cortes: la Constitución, las leyes desamortizadoras, la libertad de imprenta, las reformas fiscales igualitarias. Volvieron la Inquisición, la Mesta y los privilegios del clero y la nobleza. Liberales y afrancesados fueron desterrados. El Congreso de Viena (1815) consolidó la restauración del Antiguo Régimen y el reparto territorial europeo post-napoleónico.
El Sexenio Absolutista (1814-1820)
Este periodo se caracterizó por una constante inestabilidad política, con frecuentes cambios de gobierno y la influencia de la «Camarilla», un grupo de reaccionarios que defendían la vuelta al Antiguo Régimen más estricto. Los problemas económicos se agravaron: la bajada de los precios agrícolas por buenas cosechas arruinó a muchos campesinos, la industria se hundió por la guerra y la pérdida del mercado colonial, y la quiebra financiera se profundizó por la deuda acumulada, los gastos militares en América y la exención de impuestos a los privilegiados. La restitución de bienes a la nobleza y al clero perjudicó a los campesinos, mientras que el hundimiento del comercio colonial, la represión y el paro afectaron a los trabajadores urbanos. La negativa a integrar a los guerrilleros en el ejército, las pésimas condiciones en los cuarteles y el envío de tropas a América evidenciaron la inestabilidad del ejército. Este descontento social generalizado fortaleció el movimiento liberal, con el auge de sociedades liberales y masónicas, muchas con ideas revolucionarias y románticas. Entre 1814 y 1819, se produjeron varios pronunciamientos fallidos.
El Trienio Constitucional (1820-1823)
El 1 de enero de 1820, Rafael del Riego se pronunció a favor de la Constitución de 1812, sublevando a las tropas destinadas a América. Con el apoyo de campesinos y otras guarniciones, logró el regreso de los liberales exiliados, forzando a Fernando VII a aceptar la Constitución y convocar Cortes. Este periodo estuvo marcado por la agitación política, debido a la división entre liberales moderados (partidarios de un gobierno fuerte, libertad de prensa limitada, sufragio censitario y defensa de la propiedad y el orden social) y liberales radicales (que abogaban por el control parlamentario del gobierno, libertad de opinión, sufragio universal y anticlericalismo). Los radicales controlaron el parlamento en 1822. La actitud involucionista del rey, que usó su derecho a veto y conspiró para recuperar el poder absoluto con ayuda extranjera, también contribuyó a la inestabilidad.
Reformas del Trienio:
- Reforma agraria: Supresión de tierras vinculadas, reducción del diezmo y libre circulación de productos agrarios (benefició a propietarios, no a campesinos).
- Reforma religiosa: Postura anticlerical, jura de la Constitución por el clero, supresión de la Inquisición, la Compañía de Jesús y las Órdenes Monacales, desamortización de sus bienes (generó reacción contrarrevolucionaria).
- Reforma militar: Mejora de instrucción, salarios y ascensos, sumisión del ejército a la Constitución, creación de la Milicia Nacional.
- Reforma educativa: Separación entre Iglesia y educación.
- Reforma de Hacienda: Devaluación de la moneda, créditos extranjeros, pero los campesinos seguían pagando diezmos.
Contrarrevolución y Caída de los Liberales
Los enemigos del régimen liberal (el rey, el clero, los cortesanos desterrados, los diputados absolutistas y los campesinos) se organizaron. En 1822, una revuelta contrarrevolucionaria de la Guardia Real, sofocada por los liberales, radicalizó la situación. Partidas guerrilleras contrarrevolucionarias tomaron Urgel, donde se instaló una regencia. El Congreso de Verona (1822) decidió intervenir militarmente en España para acabar con el liberalismo. En abril de 1823, los «Cien Mil Hijos de San Luis» restauraron el poder absoluto de Fernando VII.
La Década Ominosa (1823-1833)
Fernando VII anuló la legislación del Trienio, restaurando el absolutismo y el Antiguo Régimen. La represión fue intensa: militares liberales fueron juzgados y ejecutados, el ejército se desmanteló (requiriendo la presencia del ejército francés), liberales (incluyendo funcionarios y profesores) fueron perseguidos, expropiados y exiliados. Se impuso una rígida censura y se creó el Voluntariado Realista, una nueva fuerza represora. A pesar de todo, Fernando VII optó por un absolutismo moderado, manteniendo la supresión de la Inquisición y contando con algunos ministros reformistas. Esto provocó la aparición de los realistas, absolutistas radicales que apoyaban la sucesión de Carlos María Isidro, sublevándose en los Pirineos (1827). Aunque Fernando VII sofocó la rebelión, marcó el inicio del Carlismo. Las revoluciones liberales en Europa (1830) inspiraron revueltas en España, lideradas por Espoz y Mina, pero fueron contenidas. La Década Ominosa finalizó con el inicio de la Crisis Sucesoria.
Independencia de América Española
(supuso una pérdida una gran pérdida de poder)
Entre 1808 y 1814, la burguesía criolla (grupo social poderoso económicamente, de 10 a 15 % de la población) creó unas juntas que depusieron a los virreyes y capitanes generales y crearon en 1810 las Juntas Revolucionarias, puesto que no creían en la obra de Cádiz. Sin embargo, los ejércitos realistas reaccionaron y interrumpieron el movimiento independentista, aunque esta seguía viva, como en el movimiento indigenista de Méjico. Con la vuelta del absolutismo en España, el movimiento se reafirmó. Entre 1816-17, Argentina se proclamó independiente. En 1818, el ejército argentino de San Martín ayudó a proclamar la Independencia de Chile. Y Simón Bolivar lo hizo en Venezuela y Colombia. Por culpa de los liberales en España, en 1820, el ejército colonial estaba débil. San Martín y Bolivar aprovecharon y entraron en Lima para proclamar la independencia de Perú (1821). Mas tarde, se ganó la batalla de Ayacucho y se proclamó la independencia de Bolivia (1824). El general Iturbide proclamó la independencia de Méjico en 1821. Hacia 1825, solo nos quedaban las colonias de Puerto Rico y Cuba.