El Surgimiento del Ius Commune y la Configuración del Poder Político en la Baja Edad Media

El Surgimiento del Ius Commune y la Configuración del Poder Político

Los Príncipes y el Dominio del Mundo

La situación política en la que surge el ius commune tiene como uno de sus principales pilares el hecho de que los príncipes no solo debían asentar su posición frente a estamentos inferiores, sino que también debían hacerlo frente a los príncipes de otros países. Estos no reconocían a ningún poder por encima del suyo, además de que creían en su poder universal. Por lo tanto, la situación tenía cierta complicación. El poder en los estamentos inferiores también tenía sus problemas. Es importante tener en consideración estas cuestiones para entender el discurso jurídico-político de los monarcas en esta época.

Las Monarquías Universales: Papal e Imperial

Las monarquías universales, la papal y la imperial, tuvieron una doble función. Primero, la de servir de referente o incluso de modelo a las de proyección territorial limitada. Y en segundo lugar, la de ofrecer con su sola presencia, ocasión y motivo a los restantes príncipes de una supremacía que se pretendía carente de sometimiento político alguno.

La Monarquía Papal y el Dictatus Papae

La definición de los principios sobre los que se fundó la monarquía papal no tardó en llegar. Esto es algo muy importante dentro de la etapa reformadora gregoriana, ya que Gregorio VII dejó claro en su Dictatus Papae cómo iba a ser su programa político. Con este Dictatus, el papa se afirmó como una entidad universal, sin nadie por encima dentro de la Iglesia y sin fronteras dentro de ella. En lo que respecta a las leyes dentro de la Iglesia, era el papa quien las hacía y ningún concilio podía elaborarse sin su aprobación previa. Y nadie podía someter a juicio al papa.

En el Dictatus Papae encontramos proposiciones que cobran todo su sentido dentro del contexto en el cual se pueden ver tensiones entre el Imperio y la Iglesia. Entre estas proposiciones encontramos una que, según la Donación de Constantino, solo el papa podía usar las insignias imperiales. Pero hay otras de mayor potencialidad, como la que afirmaba que el papa podía deponer al emperador cuando quisiera. Con esto se deja claro que las ansias de poder de Gregorio VII no solo se centraban en la Iglesia y en ser superior a los obispos, sino que solo podría ejercer su superioridad frente a los obispos si los reyes y emperadores se sometían a la subordinación del papa.

La canonística permitió afianzar y extender los principios formulados en el Dictatus gregoriano.

La Monarquía Imperial y la Guerra de las Investiduras

En lo que respecta a la monarquía imperial, cabe destacar que su proceso de afirmación se vio interferido por la actitud enérgica del papa Gregorio VII. Esta forma de actuar de Gregorio VII estuvo en el origen de la Guerra de las Investiduras. Pero los hechos desencadenantes se encuentran en la investidura del emperador Enrique IV hacia el arzobispo de Milán. El papa le dijo que diera marcha atrás en esto, a lo que el emperador se negó, intentando incluso deponer al papa. Entonces, el papa le excomulgó.

Como ninguno reconoció el poder del otro como superior, ni el papa se vio depuesto ni el emperador excomulgado. Tras esto, el emperador estuvo muy involucrado en la elección del siguiente emperador, que fue Clemente III. El posterior arreglo de este conflicto no impidió posteriores enfrentamientos entre papas y emperadores. Cabe destacar el enfrentamiento entre Federico I Barbarroja y Alejandro III, con episodios parecidos, ya que tuvo lugar en la primera época de formación del Ius Commune. Y fue a estos conflictos a los que se le debe que este considerara como origen de cualquier jurisdicción al emperador y de la legitimidad de toda coerción de ella derivada.

El Debilitamiento del Poder Imperial y el Auge de los Reinos

Se puede observar en los siglos XII y XIII un debilitamiento del poder imperial, ya que cada uno de los representantes del poder imperial en los diferentes lugares de Europa tenían el mismo poder. Pero a pesar de este debilitamiento, no perdió valor referencial la figura del emperador o princeps, como es conocido en el lenguaje del Corpus Iuris Civilis de Justiniano.

Había reinos occidentales, entre los que podemos destacar ampliamente los reinos hispánicos, que no tenían sujeción al Imperio. Destacamos los reinos hispánicos puesto que son el ejemplo más claro, ya que arrancaron su territorio del dominio musulmán por sí mismos. También se produjo esta especie de separación del Imperio en otras zonas europeas debido a que estas zonas destacaban a su rey por encima de cualquier otro, de modo que el rey de un lugar era considerado único emperador de ese lugar, sin nadie por encima de él. También se llevó a cabo una preferencia de unas leges propias frente a unas que eran comunes en Europa.

Según la literatura, la independencia de los reyes era una cuestión de iure frenada por el derecho. Y el papa pensaba que el rey le estaba subordinado en lo espiritual. La jurisprudencia, como la práctica política bajomedievales, se ajustaron a la idea de que el rey no tenía a nadie por encima. Y al rey le fue transferida toda la doctrina jurídico-política construida en base al ius civile de origen justinianeo.

Conflictos entre el Poder Imperial y Eclesiástico

Había conflictos por ver qué poder, si el imperial o el eclesiástico, era el que regulaba las normas y leyes dentro de los reinos europeos, al igual que hubo conflictos por ver qué leyes, si las canónicas o las civiles, serían las que regulasen el derecho común.

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