El Sexenio Democrático: Crisis y Transformaciones en España

El Sexenio Democrático

El descrédito del régimen de Isabel II alcanzó su clímax en 1866, con una aguda crisis económica y política a la vez, que acentuó el descontento social y abrió el camino a la revolución de 1868. La crisis económica fue de gran intensidad y tuvo tres manifestaciones:

  • Una crisis financiera.
  • Un nuevo ciclo de crisis agraria.
  • Un aumento alarmante del paro.

En la crisis política, el régimen isabelino se había vuelto más reaccionario en manos de una camarilla de moderados, a los cuales la reina no ocultaba su favoritismo. En agosto de 1866, progresistas y demócratas firmaron el Pacto de Ostende, por el que decidieron aunar sus esfuerzos para derrocar a la reina y establecer un nuevo sistema político. Al año siguiente se añadió la Unión Liberal, tras la muerte de su líder, O’Donnell.

La reina Isabel II y el Partido Moderado estaban aislados, sin más apoyo que el que se ofrecían mutuamente. El 17 de septiembre de 1868, la revolución -«La Gloriosa»- se inició con la sublevación del almirante Topete en la bahía de Cádiz, apoyado por los generales Prim (progresista) y Serrano (de la Unión Liberal). El movimiento se extendió por todas partes, levantamientos populares y la organización de juntas revolucionarias locales. Serrano vencía al ejército gubernamental en Alcolea (Córdoba) e Isabel II huía a Francia.

Tras la constitución de un Gobierno provisional, presidido por Serrano, se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes, por sufragio universal directo. En la revolución de 1868 había al menos dos grandes bloques sociopolíticos, cuyos objetivos solo coincidían en parte:

  1. Progresistas, unionistas y el sector más moderado de los demócratas: con las clases medias, se identificaban con los planteamientos del Gobierno provisional y aspiraban a un cambio meramente político, que estableciera un nuevo régimen más abierto y representativo.
  2. Republicanos: escindidos del Partido Demócrata, con el apoyo de las clases populares, pretendían cambios más radicales, como la República federal, y orientar la revolución hacia la justicia económica y social.

El Gobierno provisional implantó el sufragio universal (masculino), que se tradujo en un aumento del censo electoral. Los votantes otorgaron una amplia mayoría a unionistas, progresistas y demócratas monárquicos (236 escaños), seguidos por los republicanos y los carlistas (85 y 20 diputados, respectivamente).

El texto elaborado por las Cortes de 1869 es considerado por muchos la primera Constitución democrática, que se anticipó en varias décadas a otros países de Europa. Entre sus características destacan:

  • Se establecía una avanzada declaración de derechos individuales, en diferentes ámbitos: participación en la política, sufragio universal masculino y libertad de imprenta.
  • Se proclamaba solemnemente la soberanía nacional, resaltando que todos los poderes emanaban de la nación, cuya forma de gobierno era la monarquía.
  • Se otorgaba un gran protagonismo a las Cortes, que no solo legislaban, sino que también controlaban al Gobierno.

El general Serrano (unionista), presidente del Gobierno provisional, fue nombrado regente. Asimismo, el general Prim (progresista) se convertía en jefe de Gobierno y hombre fuerte del momento. La tarea era encontrar un candidato idóneo para ocupar el trono español. Prim puso las condiciones: debía ser un rey demócrata y no Borbón. Propuso a Amadeo de Saboya, duque de Aosta e hijo de Víctor Manuel, rey de Italia; las Cortes lo proclamaron rey, por escasa mayoría, en noviembre de 1878.

Un sector republicano se inclinaba hacia la rebelión armada como vía para implantar una República federal. El rasgo más característico del breve reinado de Amadeo de Saboya fue la permanente inestabilidad social y política: tres elecciones generales y seis gobiernos en dos años, por los graves problemas que surgieron:

  • El asesinato del general Prim, víctima de un atentado. Prim había sido el principal valedor del rey y su más firme apoyo; había mantenido unida a la coalición monárquico-democrática.
  • El escaso apoyo de los partidos políticos. La división interna de la coalición se escindió en varios grupúsculos y dos nuevos partidos principales: el Partido Constitucionalista, dirigido por Sagasta, y el Partido Radical de Ruiz Zorrilla. Los constitucionalistas eran partidarios de contener los avances democráticos, al contrario que los radicales.
  • La agitación social, estrechamente ligada al desarrollo del movimiento obrero, llegó a alcanzar un alto nivel de organización al amparo de la libertad de asociación.
  • El desencadenamiento de la Tercera Guerra Carlista.

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