La Revolución Industrial: Una Transformación Profunda
Revolución Agrícola
La Revolución Agrícola trajo consigo un aumento de la producción que permitió la supervivencia de una población en crecimiento. Se implementaron cambios en el sistema de cultivo, nuevas máquinas y una nueva estructura de la propiedad. La rotación de cultivos (como el sistema Norfolk), con la introducción de nabos, tréboles y alfalfa, incrementó la ganadería, cuyo estiércol, a su vez, fertilizó la tierra. Los nuevos métodos de siembra, herramientas y fertilizantes aumentaron la producción. El cercamiento de las tierras, impulsado por la subida de los precios de los cereales, llevó a la privatización y a que los grandes propietarios se adueñaran de tierras de uso colectivo. Esta individualización de la producción, si bien mejoró las técnicas y aumentó la producción, perjudicó a pequeños propietarios y campesinos, quienes se convirtieron en jornaleros a cambio de salarios bajos, y muchos emigraron.
Crecimiento Demográfico
El aumento de la población fue un fenómeno crucial. El crecimiento demográfico se disparó al tiempo que las hambrunas desaparecieron y la resistencia a las enfermedades aumentó. Durante el siglo XVIII, el aumento de la natalidad y el descenso de la mortalidad infantil reflejaron el deseo de las familias de controlar el número de nacimientos. La reducción de la mortalidad se debió a una mejor alimentación, avances médicos e higiénicos, y una mayor esperanza de vida.
Mecanización y Sistema Fabril
La mecanización y el sistema fabril cambiaron los sistemas de producción. Las máquinas sustituyeron las fuentes de energía animadas por inanimadas en las fábricas, lo que llevó a la ruina de muchos artesanos. Se pasó de la producción artesanal al sistema fabril (producción en serie). La mecanización del proceso productivo, especialmente en el sector textil con la lanzadera volante de John Kay y las nuevas hiladoras y telares mecánicos, marcó un hito. El salto definitivo llegó con la energía hidráulica y la máquina de vapor (James Watt), símbolo de la Revolución Industrial. El aumento de la productividad abarató los costes y, en consecuencia, los precios.
La Industria del Algodón
El sector emblemático de la Revolución Industrial fue la industria algodonera. El algodón, importado de la India, era económico. Para impulsar la industria local, se prohibió la entrada de algodón indio (indianas) en Gran Bretaña. La industria textil británica se expandió, abasteciendo el mercado interior y exportando sus productos. Inventos sencillos incrementaron la productividad y generaron un gran crecimiento.
Carbón y Hierro
Otro factor clave fue el carbón y la siderurgia. El carbón, principal combustible, aumentó su producción gracias a las innovaciones. En la segunda mitad del siglo XVIII, la demanda de hierro para barcos y munición estimuló la búsqueda de un combustible más barato: el carbón de coque. Esto permitió el crecimiento de la minería del carbón. Una técnica importante fue la pudelación y el laminado de hierro, donde un convertidor transformaba el hierro en acero. La siderurgia recibió un mayor impulso con la demanda de hierro para la red ferroviaria.
Otros Sectores Industriales
La industria química se transformó por las necesidades del sector textil, como tintes y blanqueadores. La metalurgia se expandió tras la difusión de la mecanización, y finalmente, la construcción también experimentó un gran auge.
Nuevos Transportes
En el siglo XVIII se mejoraron los caminos y los canales de navegación, pero el ferrocarril fue la verdadera revolución en el transporte. Stephenson inventó la locomotora, y la primera línea de ferrocarril de vapor unió Liverpool y Manchester. Robert Fulton aplicó la máquina de vapor a los barcos. La red ferroviaria modificó las costumbres sociales, y las grandes expectativas económicas dieron lugar a un boom bursátil por su construcción.
Impulso del Mercado
La mejora de las infraestructuras y el transporte impulsaron una economía de mercado, que produce para la venta y busca nuevos consumidores. Se impulsó el mercado exterior, pero la transformación de mayor calado fue el desarrollo de un mercado interior, de consolidación lenta. El comercio aumentó con intercambios a nivel nacional e internacional.
Liberalismo Económico
Los principios del liberalismo económico se afianzaron a finales del siglo XVIII con pensadores británicos como Adam Smith y John Stuart Mill. Adam Smith defendía la supremacía del individuo frente a los grupos organizados, y la búsqueda del propio interés como motor del desarrollo económico. Los intereses contrapuestos se equilibran en el mercado a través de la “mano invisible”: con los precios se ajusta la oferta y la demanda, consiguiendo un equilibrio óptimo. El Estado, por tanto, no debe participar en la economía. Sin embargo, Smith no descartaba la educación para adultos pobres, la justicia o el ejército. David Ricardo argumentaba que el trabajo es una mercancía abundante, por lo que los salarios no subían. Robert Malthus afirmaba que el crecimiento de la población desequilibraría la relación con los recursos existentes y empeoraría el nivel de vida.
Capital, Trabajo y Mercado
En el capitalismo, la producción es propiedad privada, concentrada en la burguesía o capitalistas. Los asalariados solo pueden trabajar a cambio de un salario. Unos demandan empleo y otros ofrecen trabajo, fijando un precio en función de la oferta y la demanda. El objetivo es el máximo beneficio individual: los propietarios maximizan su beneficio y los asalariados persiguen un salario más alto. La competencia obliga a reducir costes y precios. Los desajustes de la oferta y la demanda provocan crisis periódicas, que se corrigen ajustando los costes o la producción. Si los productos no se venden, los precios caen, los beneficios bajan, las empresas cierran y el paro aumenta. Solo los empresarios con mayores recursos sobreviven.