Evolución del Socialismo: De Utopías a Realidades

Socialismo

El socialismo es un sistema de organización social y económica que se basa en la propiedad y en la administración colectiva o estatal de los medios de producción. Se trata también de una teoría filosófica y política que desarrolló el filósofo alemán Karl Marx, y del movimiento político que intenta establecer este sistema.

El socialismo postula la regulación de las actividades económicas y sociales por parte del Estado y la distribución de los bienes. Según su concepción, el control administrativo debe recaer en los mismos productores o trabajadores y en el control democrático de las estructuras políticas civiles por parte de los ciudadanos.

Las definiciones de socialismo han variado a lo largo de la historia y de acuerdo al interlocutor. Su doctrina ha sido asociada con la búsqueda del bien común, la igualdad social y el intervencionismo estatal, por ejemplo.

El socialismo nació como un sistema anticapitalista, aunque en las últimas décadas surgieron movimientos que comenzaron a expresar ciertos matices. En términos políticos, su intención es construir una sociedad sin clases subordinadas unas a otras, ya sea a través de la revolución, de la evolución social o de reformas institucionales.

Los cambios al socialismo tradicional se hicieron evidentes a partir de la Segunda Guerra Mundial, con la Guerra Fría y más adelante con la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (U.R.S.S.). Desde entonces, los regímenes socialistas han adoptado posturas más flexibles.

En la actualidad, países como Cuba, China, Corea del Norte, Libia y Vietnam se autodenominan como socialistas.

Anarquismo

Con raíces en la Ilustración y la Revolución francesa, el anarquismo propugna la liberación del hombre de cualquier tipo de autoridad política, ideológica, religiosa, económica, social o jurídica, y persigue una sociedad en la que no existan ni el poder ni la autoridad.

El anarquismo comunista consideraba que para la realización de la libertad social, el individuo debía sacrificar una parte de su libertad personal, la económica; la libertad individual y la colectiva se alcanzarían con una organización comunitaria de los medios de producción y del trabajo, y con un reparto comunitario de los productos (a cada uno según sus necesidades).

En conjunto, los anarquistas se opusieron frontalmente a los socialistas marxistas, a los que consideraban autoritarios. Los anarquistas se dirigían a todos los oprimidos, y no específicamente a la clase obrera y al proletariado industrial, rechazaban la organización y la acción políticas, no consideraban la revolución como el resultado de un proceso organizativo, sino como el producto de una lucha constante y espontánea, y se oponían a todo tipo de Estado, incluidos la «dictadura del proletariado» y el Estado obrero defendidos por Marx.

Socialismo Utópico

Socialismo utópico es una expresión que designa un conjunto heterogéneo de doctrinas de reforma social, previas al auge del marxismo y el anarquismo, que surgieron a comienzos del siglo XIX como respuesta a los serios problemas que acarreaba el triunfo del industrialismo y el liberalismo en Europa.

Los representantes más destacados de esta corriente son Robert Owen en Inglaterra, y Henri de Saint-Simon, Charles Fourier y Étienne Cabet en Francia. Algunos rasgos comunes se pueden encontrar también en las corrientes insurreccionalistas de Graco Babeuf, Filippo Buonarroti y Auguste Blanqui.

Las diferentes corrientes del socialismo utópico se disolvieron o se fueron integrando al vasto movimiento socialista hegemonizado desde la Asociación Internacional de Trabajadores (1864-1876) por las ideas de Marx y Bakunin. Pero dejaron una impronta significativa, en particular en el cooperativismo, la socialdemocracia, el hippismo, el capitalismo estatista, el ecologismo, el feminismo, las ecoaldeas y el cristianismo social.

Charles Fourier y el Falansterio

Charles Fourier desarrolló durante la década de 1820 su propuesta de crear establecimientos agrario-industriales que convocaran a unas 1.600 personas, alojadas en un edificio especialmente diseñado al efecto, que trabajarían las tierras circundantes y compartirían las ganancias de las ventas. La comunidad garantizaría los servicios generales y todos trabajarían, incluso los niños, pero el trabajo no sería penoso sino atractivo. Los miembros del falansterio elegirían las labores que más les gustaran, ninguna tarea duraría más de dos horas, pero la jornada laboral sería muy extensa. Fourier era un defensor del “trabajo atractivo”, idea que desarrolló más tarde Pierre-Joseph Proudhon.

En la concepción de Fourier, el falansterio se crearía con inversiones privadas, a las cuales se les devolvería el dinero prestado sin intereses. A su vez, los miembros del falansterio cobrarían un salario por las tareas realizadas, pero éstas no tendrían todas la misma remuneración. Por otra parte, el talento sería recompensado especialmente. Se armaba de esa forma el triángulo de intereses que planteaba Fourier: el capital, el talento y el trabajo.

El hecho de compartir las ganancias del producto, sin que un capitalista o un financista se reservara para sí la mayoría de los ingresos, haría que el conjunto del falansterio ganara mucho más dinero que cualquier empresario, pues el prorrateo de las inversiones y el ahorro producido por la socialización de los servicios individuales (comida, vestimenta, vivienda) acrecentaría enormemente las ganancias: la verdadera industria atractiva daría cuatro veces más ganancias que la “falsa industria”. De esa forma, según Fourier, un solo falansterio podría actuar como ejemplo y los capitalistas, paulatinamente, invertirían más en nuevos falansterios que en emprendimientos particulares. Así, en pocos años, el mundo entero estaría dominado por la asociación económica.

Fourier desarrolló una clasificación de los períodos de la historia. El siglo XIX era la “civilización”. Cuando proliferaran los falansterios se llegaría al “garantismo”. Pero más allá, cuando los falansterios no compitieran ya con el capital individual, el mundo llegaría a la “armonía”, sociedad ideal donde todos serían libres, tanto desde el punto de vista económico y legal como cultural y sexual.

Owen y las Granjas Cooperativas

Robert Owen comenzó siendo un reformador del trabajo industrial, pues en la misma fábrica donde él era dueño implementó medidas de beneficio para el obrero, como la supresión de las labores penosas y mantenimiento del salario en épocas de reducción de ventas.

Más adelante propuso “granjas cooperativas” (villages of cooperation), que también tenían lugar para los emprendimientos industriales, pero básicamente estaban volcadas a la agricultura. Al principio lo ideó como un plan para resolver la desocupación, pero pronto se convirtió en un método de regeneración social. Las granjas colectivas tendrían la función de generar un nuevo espacio moral y educativo, que para Owen eran los dos factores más importantes por los cuales se corrompían las personas en la sociedad.

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