La Revolución Gloriosa y el Inicio del Sexenio Revolucionario
Tras la firma del Pacto de Ostende en 1866 por progresistas y demócratas, en oposición al gobierno y la corona, se desencadena la revolución de 1868, conocida como «La Gloriosa». Este levantamiento culmina con el exilio de Isabel II a Francia, sin abdicar, y da paso a un gobierno provisional liderado por el general Francisco Serrano, duque de la Torre, junto a figuras clave como Juan Prim y Juan Bautista Topete.
Así comienza el Sexenio Revolucionario (1868-1874), un periodo de implantación del liberalismo democrático, que busca ampliar la participación política a las clases medias y populares. La revolución de 1868 no solo provoca un cambio de gobierno, sino que inicia un proceso de reforma social y política, con el objetivo de dar respuesta a los intereses de diversos grupos sociales, ya sea bajo una monarquía o una república. Este periodo también ve el inicio de una ligera industrialización, destacando el auge de los altos hornos asturianos, cuyo hierro, aunque de menor calidad que el andaluz, resultaba más económico.
Causas del Fin del Reinado de Isabel II
Las causas que llevaron al fin del reinado de Isabel II incluyen:
- Crisis del sistema político: Los gobiernos moderados monopolizaban el poder con políticas conservadoras, represivas y autoritarias, actuando al margen de la Constitución y excluyendo a progresistas y demócratas. La democracia era ficticia, ya que la mayoría de la población (campesinos, obreros, baja burguesía) no tenía derecho a la participación política, y el fraude electoral era común.
- Depresión económica: La crisis financiera mundial de 1866 provocó el hundimiento de la bolsa, la paralización del desarrollo ferroviario, quiebras de bancos y empresas, afectando gravemente a la industria textil catalana. A esto se sumó una crisis de subsistencia debido a las malas cosechas, generando hambruna y aumentando la mortalidad.
- Desprestigio de la corona: La imagen de la reina Isabel II y su corte estaba deteriorada, vinculada a la política de los moderados y a la percepción de una corte llena de personajes controvertidos.
El Pacto de Ostende y la Revolución de 1868
El Pacto de Ostende, firmado por progresistas y demócratas, buscaba convocar una Asamblea Constituyente y emprender acciones contra Isabel II. Ante la imposibilidad de acceder al poder por vías legales, los partidos opositores (progresistas liderados por Juan Prim, Unión Liberal liderada por el general Serrano y demócratas) optaron por un pronunciamiento militar liderado por Topete en Cádiz, con el objetivo de implantar el sufragio universal y destronar a Isabel II. La Revolución de 1868, «La Gloriosa», culmina con la derrota del gobierno y la corona en la batalla de Alcolea (Córdoba) y el exilio de Isabel II.
El Gobierno Provisional y sus Desafíos
Los militares sublevados formaron un gobierno provisional en octubre de 1868, excluyendo al partido demócrata. Serrano asumió la presidencia y Prim se convirtió en ministro y hombre fuerte del gobierno. Se convocaron elecciones, relativamente limpias, con una participación del 70% del electorado. Estas elecciones se desarrollaron en un ambiente de debate sobre la forma de Estado: monarquía o república. Finalmente, los progresistas, partidarios de la monarquía, dominaron los debates y la redacción de una nueva Constitución.
Problemas del Gobierno Provisional
El gobierno provisional enfrentó diversos desafíos:
- Descontento republicano: La inclinación hacia la monarquía generó descontento entre los republicanos.
- Oposición carlista: Los carlistas se opusieron al gobierno.
- Crisis agrarias: Las crisis de 1867 y 1868 provocaron la rebeldía de los campesinos andaluces, con revueltas y ocupaciones de tierras, como la de la vega granadina con centro en Loja, reflejando el desengaño hacia los partidos políticos.
- Guerra de Cuba: La guerra en Cuba (1868-1878), uno de los pocos territorios que aún pertenecían a España en América, representó un problema de gran envergadura.
- Búsqueda de un nuevo rey: El mayor desafío fue encontrar un nuevo monarca, ya que ni Isabel II ni su hijo Alfonso (futuro Alfonso XII), ni la opción carlista eran aceptables.