Durante la Edad Media, a la vez que la guerra y el enfrentamiento, tuvo lugar la coexistencia y, en ocasiones, la fusión entre las tres culturas y religiones presentes en la Península: la cristiana, la musulmana y la judía.
La desaparición del Imperio Romano había supuesto la analfabetización de la inmensa mayoría de la población. Solo los monasterios, como el de Ripoll o Sahagún, preservaron y transmitieron la cultura mediante la copia y conservación de libros. Sin embargo, la mayoría de los libros eran religiosos, útiles para el culto. El panorama era muy distinto en Al-Ándalus (ver tema anterior). El contacto de las dos culturas fue enormemente beneficioso para la transmisión de saberes.
En el siglo IX tuvo lugar un hecho clave: el descubrimiento de los restos del apóstol Santiago. Nació así la Ruta Jacobea de peregrinación. El Camino de Santiago se convirtió en una ruta clave en la difusión cultural. Llegaron modelos literarios, como los cantares de gesta, y estilos artísticos, como el románico y el gótico.
La influencia cultural también tuvo lugar en sentido contrario, y las aportaciones culturales de los reinos cristianos hispanos y la influencia de la cultura hispanomusulmana llegaron al resto de Europa. En territorio cristiano, a partir del siglo XI, se inicia un fuerte desarrollo cultural paralelo a la formación de las lenguas romances: castellano (Cantar de Mio Cid), gallego, portugués, catalán-valenciano.
La prestigiosa Escuela de Traductores de Toledo, que alcanzó su apogeo con Alfonso X el Sabio (s. XIII), fue otro de los puentes por los que se trasvasó la cultura de cristianos, judíos y musulmanes. Allí colaboraron gentes que traducían del árabe al latín y, luego, directamente al castellano. La Escuela fue muy importante en la difusión de las obras científicas, filosóficas y literarias de griegos, romanos y orientales.
En el siglo XIII aparecieron las Universidades (Palencia entre 1208 y 1214, Salamanca, 1218, Lérida 1276).