. La Segunda República: Constitución de 1931 y Bienio Reformista
Transición de la Dictadura a la República
Tras la dimisión de Primo de Rivera, el Rey encargó el gobierno al general Berenguer. Sin embargo, la vuelta a la normalidad no se logró debido al desprestigio de los partidos dinásticos (liberal y conservador), la impopularidad del monarca y la firme oposición de los partidos antidinásticos: republicanos, monárquicos convertidos a la causa republicana (como Alcalá Zamora o Miguel Maura), socialistas e intelectuales. Estos grupos se reunieron en San Sebastián con el objetivo de acabar con la Monarquía, proclamar la República y formar un gobierno provisional para convocar Cortes Constituyentes que aprobaran una Constitución y un Estatuto de autonomía para Cataluña (Pacto de San Sebastián, agosto 1930).
A finales de 1930, los acontecimientos se precipitaron con un intento fallido de golpe de Estado por la República (sus líderes fueron ejecutados y miembros del gobierno provisional ilegal encarcelados). Esto provocó una oleada de movilizaciones por parte de sindicatos, intelectuales y universitarios. Los sectores monárquicos solicitaron elecciones; Berenguer dimitió y el rey encargó un nuevo gobierno al almirante Aznar, quien se limitó a convocar elecciones municipales el 12 de abril de 1931. En estas elecciones triunfó el voto republicano. A pesar de ser elecciones municipales, los buenos resultados de los partidos republicanos llevaron a la proclamación de la República el 14 de abril y a la formación de un gobierno provisional republicano, presidido por Alcalá Zamora. En Cataluña, Francesc Maciá, líder de Esquerra Republicana de Catalunya, proclamó la República Catalana. El mismo día, Alfonso XIII marchó al exilio. La República se consolidó con apoyo popular.
Gobierno Provisional y Constitución de 1931
Se formó un Gobierno Provisional presidido por Niceto Alcalá Zamora, compuesto por republicanos de izquierda y derecha, socialistas y nacionalistas. Este gobierno debía dirigir el país hasta que las nuevas Cortes Constituyentes dieran forma al nuevo régimen.
El nuevo gobierno respondió al ansia general de reformas adoptando medidas para la reforma agraria, iniciando reformas laborales, emprendiendo la reforma militar, aprobando legislación educativa y poniendo en marcha el Estatuto provisional de autonomía de Cataluña.
Sin embargo, el ambiente social se crispó. La CNT anarquista promovió una campaña de huelgas y surgieron enfrentamientos entre la Iglesia y el gobierno. El sector más conservador de la Iglesia, encabezado por el Cardenal Segura, obstaculizó al ejecutivo. El anticlericalismo resurgió y en mayo de 1931, varias iglesias y conventos fueron asaltados y quemados. La opinión pública católica se distanció del nuevo régimen republicano.
En junio de 1931, se celebraron las elecciones a Cortes Constituyentes en un ambiente de relativa tranquilidad. La coalición republicano-socialista obtuvo una clara mayoría. La nueva Constitución, aprobada en diciembre de 1931, reflejó las ideas de esta mayoría:
– Soberanía popular: Se declaró a España como una «República democrática de trabajadores de todas clases».
– Sufragio universal masculino y femenino: Tras un debate en las Cortes, las mujeres españolas obtuvieron el derecho al voto.
– Extensa declaración de derechos y libertades:
– Derechos civiles: divorcio, equiparación de hijos legítimos e ilegítimos.
– Derecho a la educación.
– Poderes del Estado:
– Poder legislativo: Cortes unicamerales.
– Poder ejecutivo:
– Presidente de la República con escasos poderes.
– Jefe de Gobierno, nombrado por el Presidente con aprobación de las Cortes.
– Poder judicial: Tribunales de justicia.
– Derecho de las regiones a establecer Estatutos de Autonomía.
– Estado laico:
– Separación de la Iglesia y el Estado.
– Fin del presupuesto de culto y clero.
– Prohibición de la enseñanza a las órdenes religiosas.
– Libertad de conciencia y cultos.
Bienio Reformista (1931-1933)
Tras aprobarse la Constitución, se inició un nuevo período con un gobierno presidido por Manuel Azaña y formado por republicanos de izquierda y socialistas. En diciembre, Niceto Alcalá Zamora fue elegido Presidente de la República.
El gobierno republicano-socialista emprendió un amplio programa de reformas en un contexto económico desfavorable, marcado por el ascenso del paro. Estas fueron sus principales medidas:
Reformas laborales, iniciadas desde el Ministerio del Trabajo por el socialista Largo Caballero, que favorecían la posición de los trabajadores y sindicatos y encontraron la cerrada oposición de los empresarios.
Reforma educativa:
Amplio programa de construcción de escuelas y contratación de maestros: 6750 escuelas y 7000 maestros con mejores salarios.
Enseñanza mixta.
La Religión dejó de ser asignatura obligatoria lo que agudizó el enfrentamiento con la Iglesia.
Reforma militar. Buscando garantizar la fidelidad del Ejército al nuevo régimen republicano y propiciar la reducción del excesivo número de jefes y oficiales, se exigió el juramento de fidelidad al nuevo régimen republicano, pudiendo optar los que se negaran a ello al retiro voluntario con paga completa.
Reforma agraria:
Se aprobó en 1932 la Ley de Bases de la Reforma Agraria. Con ella se buscaba el reasentamiento de campesinos sin tierra en latifundios insuficientemente explotados.
Su aplicación fue un fracaso y muy pocos campesinos se beneficiaron de la ley. Esto provocó un decepción generalizada entre el campesinado en un contexto económico de paro creciente.
Realizaciones culturales.
La inmensa mayoría de catedráticos, científicos y hombres de letras del país saludaron con alborozo el nuevo régimen, y muchos de ellos se incorporaron a la política activa : En las Cortes Constituyentes estuvieron presentes entre otros Ortega y Gasset, Gregorio Marañón, Claudio Sánchez Albornoz, Manuel Azaña, Miguel de Unamuno, Julián Besteiro, etc..
Más tarde surgieron las divergencias. Una parte de los intelectuales apoyaron la política de la izquierda con matices (Valle-Inclán, Antonio Machado ), pero otros se distanciaron (por ejemplo, Unamuno criticó la organización del Estado en regiones y defendió la lengua castellana frente al bilingüismo que establecía el Estatuto catalán; Ortega y Gasset también fue muy crítico desde la aprobación de la Constitución…
La política de difusión de la cultura fue muy importante, y en este sentido hay que destacar la labor de difusión de la cultura de las Misiones Pedagógicas o del teatro por compañías como La Barraca, dirigida por Federico García Lorca.
A partir de 1933 los intelectuales perdieron protagonismo.
En todos los campos del saber, la actividad siguió estando en manos de los hombres de las generaciones del 98 y del 14; pero también comenzó a surgir un nuevo grupo de artistas, escritores y pensadores de los que destaca la generación de 1927 (Dámaso Alonso, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Rafael Alberti, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego y el excepcional Federico García Lorca). También destacan otros autores como Alejandro Casona, Miguel Hernández o Ramón J. Seder. A ellos hay que sumar la plenitud de la obra de pintores como Picasso, Miró y Dalí y las primeras producciones cinematográficas de Luis Buñuel
La oposición al gobierno
La derecha tradicional quedó desorganizada tras la proclamación de la República en los primeros meses del nuevo régimen. La oposición conservadora quedó restringida a las Asociaciones Patronales como la Unión Económica Nacional y el Partido Radical de Lerroux. Este grupo de centro-derecha dirigió la oposición al gobierno en las Cortes.
Por otro lado, la izquierda revolucionaria no dio tregua al nuevo gobierno. La Confederación Nacional del Trabajo (CNT), anarquista, con más de un millón de afiliados, siguió la línea extremista marcada por los militantes de la Federación Anarquistas Ibérica (FAI). El minoritario Partido Comunista de España (PCE) se hallaba también instalado en una línea radical, defendida en aquel momento por la Komintern y Stalin.
La crisis económica, la línea radical propiciada por la CNT y la negativa de la patronal a las reformas llevaron a un marco de fuertes tensiones sociales. Los enfrentamientos entre huelguistas y la Guardia Civil fueron frecuentes y a menudo violentos (Castilblanco, Arnedo, Bajo Llobregat).
El debate en Cortes del Estatuto de Cataluña y la Ley de Reforma Agraria provocaron un oposición cerrada en las fuerzas de derecha. De nuevo, las fuerzas conservadoras recurrieron al tradicional método de la insurrección militar. El general Sanjurjo intentó un golpe de estado militar en Sevilla agosto de 1932. La «Sanjurjada», mal preparada y con desigual apoyo en el ejército, fracasó.
La reacción de las fuerzas que apoyaban al gobierno fue inmediata. Las Cortes aprobaron la Ley de Reforma Agraria y del Estatuto de Autonomía de Cataluña. En este territorio, la Esquerra Republicana de Catalunya, dirigida por Francesc Maciá, triunfó en las primeras elecciones autonómicas.
Pese al fracaso de Sanjurjo, el gobierno republicano-socialista daba muestras de claro desgaste. En ese contexto, se produjeron los graves incidentes de Casas Viejas, en los que la Guardia de Asalto sitió y mató a un grupo de campesinos anarquistas. El escándalo consiguiente llevó al gobierno a la decisión de convocar nuevas elecciones en noviembre de 1933.
Para estas elecciones, la derecha se había reorganizado. Tres nuevos grupos se presentaron a los comicios:
La Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), dirigida por Gil Robles, grupo mayoritario auspiciado por la Iglesia Católica.
Renovación Española, dirigida por Calvo Sotelo, en la que se agruparon los monárquicos.
Falange Española, la versión española del fascismo, dirigida por Jose Antonio Primo de Rivera, hijo del dictador.
Mientras la izquierda se presentó fragmentada en múltiples grupos y los anarquistas llamaron a la abstención.
Las elecciones dieron la victoria de los grupos conservadores: Partido Republicano Radical y la CEDA.
El triunfo conservador fue contestado por una insurrección anarquista que fue tuvo como resultado más de cien muertos.