Revoluciones Europeas
1820: Dos revoluciones marcan este año. En España, una revolución liberal. Fernando VII, tras reimplantar el antiguo régimen y perseguir a los liberales, se ve obligado a jurar la Constitución de 1812 tras el golpe de estado del Comandante Riego. España se convierte en un país liberal durante el Trienio Liberal (1820-1823), hasta que la Santa Alianza restaura a Fernando VII como rey absoluto. Este absolutismo perdura hasta 1831, con la llegada de Isabel II y el inicio de una monarquía parlamentaria. En Grecia, la revolución tiene un carácter nacionalista. Siglos de dominación turca no lograron extinguir la lengua griega ni la religión cristiana ortodoxa, pilares de la identidad nacional griega. Con el apoyo de Europa, Grecia logra su independencia en 1829.
1830: Europa se ve sacudida por nuevas revoluciones, con triunfos en Francia y Bélgica. Malas cosechas previas crean un clima social tenso. En Francia, Luis XVIII, reimplantado como rey, había firmado una carta otorgada que permitía un parlamento con escasas funciones. Su heredero, Carlos X, retira a la alta burguesía comercial el derecho a ser elegida, provocando un levantamiento que lleva a su abdicación. En 1830, Luis Felipe de Orleans inicia un régimen liberal y constitucional. Bélgica, asignada a Holanda en el Congreso de Viena, se rebela en 1830, logrando su independencia y una monarquía parlamentaria. Un cuadro icónico de esta época es «La Libertad guiando al pueblo» de Delacroix.
1848: La revolución más intensa, con la burguesía y el proletariado luchando por sus derechos. Las malas condiciones obreras en las fábricas, resultado de la Revolución Industrial, impulsan el movimiento obrero, con figuras como Karl Marx. Esta revolución impacta a toda Europa, con un carácter nacionalista en Austria, Alemania, Suiza e Italia, aunque sin éxito. Francia, de nuevo, es el epicentro. Una crisis agrícola y financiera, junto a la prohibición de un banquete político de la oposición, desencadenan la revolución. El 23 de febrero de 1848, liberales, estudiantes, demócratas y socialistas levantan barricadas. Luis Felipe de Orleans abdica y se proclama la Segunda República. Por primera vez desde 1793, se pide el sufragio universal masculino. Las elecciones dan la mayoría a los conservadores, marginando a la izquierda, lo que enseña a los obreros la desconfianza hacia la burguesía. Luis Napoleón, sobrino de Napoleón Bonaparte, gana las elecciones presidenciales y, siguiendo los pasos de su tío, se proclama emperador en 1851 (Napoleón III). Su gobierno se extiende hasta 1871. Francia mantiene el sufragio universal masculino, y muchos países se rigen por constituciones.
Estados y Naciones
Un Estado es una forma de organización de un territorio y su población. Todos los estados tienen gobierno, leyes y funcionarios, y están formados por personas en un mismo territorio. El Estado-nación, concepto del siglo XIX, implica que cada nación debe tener su propio estado. Un país es un territorio con fronteras donde el Estado ejerce su poder.
Existen dos tipos de nacionalismo: separatista/disgregador (una nación dentro de un Estado que busca separarse, como el Imperio Otomano y Bélgica) y unificador (una nación dividida en varios estados que busca unirse, como Italia y Alemania). Los intelectuales propagan las ideas nacionalistas a través de la literatura y la historia, buscando un mercado único, una burguesía, una religión y el apoyo de una gran potencia.
El nacionalismo francés, más liberal, se basa en la convivencia bajo leyes comunes y es subjetivo, basado en el deseo individual. El nacionalismo alemán, más romántico y objetivo, se basa en lengua, historia, etnia, cultura, territorio y tradiciones comunes.
La Unificación de Italia (1859-1870)
En el siglo XIX, Italia estaba dividida en siete estados, la mayoría bajo reyes, duques o papas absolutistas: el Reino de Piamonte-Cerdeña (único con monarquía constitucional), el Imperio Austrohúngaro (controlando Lombardía y Venecia), los ducados de Toscana, Módena y Parma, los Estados Pontificios y el Reino de las Dos Sicilias.
El Reino de Piamonte-Cerdeña, el más moderno e industrial, lideró la unificación con Víctor Manuel, Cavour y Garibaldi (con sus camisas rojas). Con la ayuda de Napoleón III (a cambio de Niza y Saboya), lucharon contra Austria, expulsándola de Lombardía (1859) y Venecia (1866). Garibaldi incorporó el Reino de Nápoles y Sicilia en 1860. Finalmente, con la derrota de Napoleón III ante Alemania, las tropas italianas entraron en Roma, convirtiéndola en la capital del Reino de Italia, con Víctor Manuel II como rey. Los Estados Pontificios quedaron reducidos al Vaticano. Los símbolos de la unificación son la bandera italiana, las camisas rojas de Garibaldi y Víctor Manuel II.
La Unificación Alemana (1866-1871)
Alemania, fragmentada desde la Edad Media (Sacro Imperio Romano Germánico), estaba dividida en 39 estados, con Prusia y Austria como los más poderosos. Guillermo I de Prusia y Otto von Bismarck lideraron la unificación. Desde 1834, existía una unión aduanera (Zollverein). La unificación implicó guerras contra Dinamarca (1864), Austria (1866) y Francia (1870-1871).
La guerra contra Dinamarca por los ducados de Schleswig y Holstein (el primero para Prusia, el segundo inicialmente para Austria, pero finalmente también para Prusia tras la guerra Austro-Prusiana de 1866) llevó a la creación de la Confederación de Alemania del Norte y la marginación de Austria. La guerra Franco-Prusiana (1870-1871), provocada por la oposición de Napoleón III al crecimiento de Prusia, terminó con la derrota francesa, la captura de Napoleón III y la proclamación de la Tercera República en Francia. Prusia entró en París, llegando hasta Versalles. En Alemania, se proclamó el Segundo Reich, con Guillermo I como emperador (káiser). Francia perdió Alsacia y Lorena, territorios que serían fuente de conflicto en el futuro. Los símbolos de la unificación alemana son la coronación de Guillermo I, la bandera alemana nacionalista e imperial, y Bismarck.
La Restauración
Periodo iniciado tras la derrota de Napoleón, que se extiende hasta 1848. Las potencias vencedoras (Gran Bretaña, Rusia, Austria y Prusia) diseñaron un sistema para restaurar el absolutismo y evitar nuevas revoluciones liberales. Este sistema surge del Congreso de Viena (1814-1815).
El Congreso de Viena
Reunión diplomática de 1815 que reorganizó las fronteras y la política europea tras la derrota de Napoleón. Reino Unido, Rusia y Prusia establecieron las bases de la Europa restaurada. El canciller austriaco Metternich fue el inspirador. El objetivo era volver a la situación pre-Revolución Francesa, restaurando el absolutismo y rechazando los principios liberales.
La Santa Alianza
Acuerdo de 1815 entre Rusia, Austria y Prusia para guiarse por los principios cristianos, lo que implicaba intervenir en cualquier país con amenazas revolucionarias.
Liberalismo Político
Doctrina política del siglo XVIII (Locke, Montesquieu, Rousseau) que buscaba superar el absolutismo basándose en la libertad individual, constituciones, sufragio y separación de poderes.
Constitución
Ley fundamental que regula el funcionamiento político de un Estado de Derecho, recogiendo derechos y libertades. Es elaborada por representantes elegidos por sufragio. Las primeras constituciones modernas fueron la de Estados Unidos (1787) y la de Francia (1791).
Nacionalismo
Doctrina política basada en la conciencia de una comunidad nacional por razones étnicas, históricas, lingüísticas o culturales, con la voluntad de vivir en común bajo las mismas leyes e instituciones. En el siglo XIX, el nacionalismo europeo buscó la creación de nuevos estados nacionales (Bélgica, Grecia, Italia, Alemania) o el fortalecimiento de los estados tradicionales.
Zollverein
Unión aduanera que unió económicamente a varios estados alemanes bajo la dirección de Prusia en el siglo XIX, preparando la unificación alemana.
Bismarck, Otto von (1815-1898)
Principal impulsor de la unificación alemana y del Imperio Alemán como potencia continental. Canciller de Prusia desde 1862, impulsó una política militarista para unificar Alemania alrededor de Prusia, excluyendo a Austria. Como canciller del imperio, consolidó la unidad alemana, su preponderancia continental y su desarrollo económico.