La Ley Orgánica del Estado y el Franquismo Tardío (1967-1973)
La Ley Orgánica del Estado (1967) fue la base del régimen. Concretó las funciones de los órganos del Estado, representando la concentración de poderes en el dictador, modificó otras leyes fundamentales e introdujo algunas novedades, como la separación del jefe del Estado y del Gobierno. Los tecnócratas del Opus Dei, con el apoyo de Carrero Blanco, reforzaron sus posiciones. Situaban el crecimiento económico como el eje básico de la política y la garantía de la estabilidad. No tenían una ideología definida y apostaban por la continuidad del franquismo a través de una monarquía autoritaria representada por Juan Carlos de Borbón, alejándose de los falangistas. En 1969, Franco lo designó como sucesor con el título de príncipe de España: la continuidad pasaba por una monarquía basada en la legalidad franquista.
Los falangistas, por su parte, situaban la cuestión monárquica como algo secundario y pretendían impulsar las instituciones del Movimiento como base. Se relativizó el sindicato vertical, promoviendo la participación de los trabajadores en elecciones sindicales. En 1969, las diferencias por corrupción contra una empresa implicaron a los ministros económicos, evidenciando el fracaso de las políticas “desarrollistas” en lo referente a la estabilidad social. El aumento de la conflictividad social fue contestado por el régimen con el endurecimiento de la represión: estado de excepción, detenciones, violencia… El consejo de guerra en Burgos provocó una gran contestación dentro y fuera de España. Aunque Franco utilizó el derecho de gracia para cancelar esas penas, el gobierno continuó recurriendo a la represión para mantener el orden.
Los postulados reformistas del Concilio Vaticano II y la preocupación de algunos sectores católicos por la injusticia propiciaron la aparición de actitudes críticas contra la dictadura. Esta disidencia católica representó el distanciamiento de una parte de la jerarquía eclesiástica y de comunidades cristianas de base. Las tensiones internas se agravaron, y las posiciones inmovilistas, apoyadas por el mismo Franco y Carrero Blanco, se impusieron en los últimos años del régimen.
La Crisis Final del Régimen (1973-1975)
El punto de partida de la crisis final se abrió con la desaparición de Carrero Blanco, víctima de un atentado de ETA en diciembre de 1973, considerado un personaje clave para mantener unidas a todas las familias franquistas y asegurar la continuidad del régimen.
Inmovilistas y Aperturistas
Con su muerte, se definieron con mayor claridad dos grupos políticos:
- Inmovilistas: Defensores de la continuidad del régimen sin cambios significativos.
- Aperturistas: Partidarios de una reforma limitada del franquismo.
En enero de 1974, se formó un gobierno presidido por Carlos Arias Navarro que anunció una reforma limitada del franquismo. Prometió una ley municipal, la elección de alcaldes, aumentar los poderes de los procuradores de Cortes, una ley sobre asociaciones políticas… pero pronto se vio que estas reformas tenían poco contenido real y el régimen era incapaz de democratizarse. Con Franco enfermo, los sectores inmovilistas fueron imponiéndose y le dieron un giro al gobierno. El intento de apertura había fracasado. Por el contrario, se imponían los criterios del búnker, basados en el carácter inalterable de los principios del Movimiento, lo que promovió la violencia con bandas ultras en la calle.
La Oposición Democrática
Los grupos de oposición no solo se manifestaban a favor de la democratización del país, sino que formaron organismos de política unitaria:
- Bajo la hegemonía del PCE, se formó en julio de 1974 la Junta Democrática, que propugnaba la formación de un gobierno provisional que implantase un gobierno democrático.
- Frente a ellos, y bajo la hegemonía del PSOE y los democristianos, en julio de 1975 se impulsó la Plataforma de Convergencia Democrática, con un programa muy parecido al propuesto por la Junta.
El Fin del Franquismo
A lo largo de 1974-75, las enfermedades de Franco le impidieron ejercer el gobierno, y el príncipe debió asumir en ocasiones la jefatura del Estado, aunque sin ningún poder. La represión no cesó en este periodo final, y fueron condenados a muerte y ejecutados cinco activistas de ETA y del FRAP. Esto produjo oleadas de protestas internacionales contra Franco y la situación española.
Además, el régimen tuvo que hacer frente al conflicto del Sáhara, colonia española. Ante la aparición del Frente Polisario, España optó por aceptar la descolonización y autodeterminación del territorio. Sin embargo, el rey de Marruecos, aprovechando la agonía de Franco, organizó la Marcha Verde, una invasión pacífica del territorio que movilizó a miles de civiles. Ante el peligro de una guerra, España claudicó y, en noviembre de 1975, firmó el Acuerdo de Madrid, que suponía la entrega del Sáhara a Marruecos y Mauritania.
Tras una larga agonía, el 20 de noviembre de 1975 falleció Franco, dejando un régimen político anacrónico y en profunda crisis. En toda España, la sensación de inseguridad e incertidumbre respecto al futuro eran muy grandes.