La Revolución Francesa
La Revolución Francesa, iniciada en 1789, marcó un periodo de profunda transformación política y social en Francia y Europa. A continuación, se describen sus principales etapas:
Fase Prerrevolucionaria (1787-1788)
Durante la década de 1780, la Francia del rey Luis XVI enfrentaba una grave crisis financiera. El Estado, para solventar la situación, aumentó los impuestos sobre el comercio y los bienes de primera necesidad, perjudicando a campesinos, comerciantes, artesanos y trabajadores urbanos. El alza de impuestos elevó el precio de los productos básicos. Ante esta situación, los estamentos privilegiados (nobleza y clero) solicitaron al rey la convocatoria de los Estados Generales, una asamblea formada por los tres estamentos. El rey accedió y convocó la asamblea en mayo de 1789 en el Palacio de Versalles.
Revolución y Monarquía Constitucional (1789-1792)
El Estallido de la Revolución
En los Estados Generales, el tercer estado solicitó que cada representante tuviera un voto. Esta solicitud fue denegada, lo que llevó a los diputados del tercer estado a reunirse por su cuenta y formar la Asamblea Nacional Constituyente. Invitaron al resto de los representantes a unirse, declarando que la asamblea representaba a la nación y era la fuente legítima de poder y soberanía, incluso por encima del rey y la nobleza. La monarquía reunió tropas en torno a Versalles con la intención de disolver la Asamblea. En este punto, se incorporó un nuevo elemento a la revolución: el pueblo de París. Ante la amenaza, artesanos, comerciantes, burgueses y jornaleros, con el apoyo de algunos soldados, se levantaron en armas y el 14 de julio asaltaron la Bastilla.
La Monarquía Constitucional
El rey cedió y aceptó que la Asamblea Nacional implementara una serie de medidas:
- Abolición de los derechos y privilegios feudales, estableciendo la igualdad de los ciudadanos ante la ley y los impuestos.
- Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.
- Aprobación de la Constitución de 1791.
- Reformas económicas inspiradas en las ideas de los fisiócratas.
- Reformas administrativas y judiciales.
- Reformas de la Iglesia Católica.
Gobierno de la Convención (1792-1794)
En abril de 1792, Francia declaró la guerra a las monarquías europeas. Este acontecimiento radicalizó la revolución: los contrarrevolucionarios fueron considerados traidores, incluyendo al rey Luis XVI. Las derrotas militares provocaron protestas en París, culminando en una sublevación en agosto de 1792. Tras la revuelta, se instauró la República y se convocó la Convención, elegida por sufragio universal masculino. Las medidas más importantes durante el gobierno de la Convención fueron:
- Aprobación de una nueva constitución (1793).
- Adopción de medidas excepcionales para combatir la traición.
- Control de precios de alimentos básicos como el pan.
La República Burguesa (1794-1799)
Tras el golpe de Estado de Termidor, la burguesía recuperó el poder, dando por finalizada la revolución y aprobando una nueva Constitución (1795). La guerra contra las potencias europeas continuó, al igual que la represión de las masas populares revolucionarias y de los extremismos de izquierda y derecha. Napoleón Bonaparte, tras un golpe de Estado el 18 de Brumario, fue elegido Cónsul.
El Gobierno de Napoleón (1799-1815)
Napoleón creó un nuevo sistema político que combinaba las ideas revolucionarias con un estilo personalista y autoritario, proclamándose emperador en 1804. Entre sus logros destacan:
- Creación de nuevas instituciones como el Banco de Francia.
- Imposición de una moneda única.
- Unificación de la legislación a través del Código Civil.
- Establecimiento de una administración profesionalizada y controlada por el gobierno.
- Reforma de la enseñanza pública.
- Firma del Concordato con la Iglesia Católica.
- Propagación de las ideas y logros de la revolución por toda Europa.
La Restauración
Tras la derrota de Napoleón, las potencias vencedoras decidieron restaurar la situación anterior a la Revolución Francesa. Esta etapa, conocida como la Restauración, duró hasta 1848 y se caracterizó por:
- Una ideología conservadora y contrarrevolucionaria, basada en la tradición, la autoridad y la religión.
- Una reordenación del mapa de Europa. Gran Bretaña, Rusia, Austria y Prusia aplicaron cuatro principios fundamentales: legitimidad, responsabilidad internacional, equilibrio y derecho a la intervención.