El Auge de las Naciones: Revoluciones Liberales y la Forja de Europa

1. Revolución de 1830

Tras la derrota de Napoleón, Luis XVIII, sucesor de Napoleón en Francia, lideró la restauración monárquica europea que se llevó a cabo después del Congreso de Viena. Comprendiendo la imposibilidad de retornar al absolutismo anterior a 1789, promulgó una Carta Otorgada como una forma de constitución. Esta carta concedía algunas conquistas revolucionarias, incluyendo ciertas libertades.

Su sucesor, Carlos X, un absolutista convencido, intentó restaurar el absolutismo en 1830. Como consecuencia, el pueblo se sublevó, y después de tres días de lucha en las calles, el rey tuvo que abdicar (1830).

Esta revolución en París inspiró otras revoluciones: en los Países Bajos, los belgas católicos se sublevaron contra los holandeses calvinistas. En Polonia, los nacionalistas polacos se sublevaron contra el dominio ruso. En Alemania e Italia también se produjeron sublevaciones liberales.

2. Revolución de 1848

Tras la abdicación de Carlos X, desencadenada por la revolución de 1830, Luis Felipe, duque de Orleans y considerado liberal, fue proclamado rey de Francia. Gobernando en beneficio de la burguesía, Luis Felipe restableció el liberalismo en Francia, dando lugar a un período de gran prosperidad económica.

Sin embargo, Luis Felipe se enfrentó a la oposición de los legitimistas y los republicanos, además de las masas obreras. A esto se sumó una crisis económica que afectó a toda Europa. La oposición al gobierno, por su resistencia a una reforma electoral que estableciera el sufragio universal, originó un motín. Se levantaron barricadas en las calles y Luis Felipe tuvo que abdicar en abril de 1848.

3. Napoleón III y el Segundo Imperio Francés

La revolución de 1848 instauró la Segunda República en Francia. Esta república duró poco, ya que en 1851 su presidente, sobrino de Napoleón, dio un golpe de Estado. Al año siguiente, mediante un plebiscito, se estableció el imperio y fue elegido emperador con el nombre de Napoleón III, considerando que el hijo de Napoleón I había reinado.

Napoleón III restableció el orden en el país y fomentó las obras públicas. La prosperidad, impulsada por la industrialización, se hizo evidente en la Exposición Universal de París de 1867. La capital se embelleció con grandes avenidas y edificios monumentales. Napoleón III llevó a cabo una activa política internacional, cuyos éxitos contribuyeron al prestigio de su régimen.

La influencia francesa aumentó en el Oriente Medio con la construcción del Canal de Suez. El imperio de Napoleón III cayó con la derrota francesa en la guerra franco-prusiana de 1870, dando paso a la Tercera República.

4. La Unidad Italiana

A mediados del siglo XIX, Italia estaba dividida en seis estados, además de dos regiones que pertenecían a Austria. Los italianos, liderados por figuras como Mazzini y Garibaldi, anhelaban la unidad. En 1848, se impusieron gobiernos liberales en los estados italianos, pero Austria, mediante las armas, restauró el absolutismo. Solo el reino de Piamonte-Cerdeña mantuvo la Constitución, y los patriotas italianos vieron en su rey, Víctor Manuel II, quien reinaba desde 1849, al futuro monarca de una Italia unificada.

La unidad de Italia fue en gran parte obra del conde de Cavour, ministro de Víctor Manuel II, quien buscó el apoyo de Napoleón III, consciente de que el reino de Piamonte no podía enfrentarse solo a Austria. Francia y Piamonte se enfrentaron a Austria. Las victorias franco-piamontesas obligaron a Austria a firmar la paz de Villafranca y ceder Lombardía.

En 1860, los estados de Parma, Módena y Toscana se unieron pacíficamente a Piamonte, así como el noreste de los Estados Pontificios. Piamonte entregó a Francia Saboya y Niza por la ayuda francesa en la reunificación. Sicilia y el sur de Italia, tras una votación, se unieron a Piamonte. Un parlamento reunido en Turín proclamó el reino de Italia en 1861.

Faltaban por incorporarse Venecia y la región de Roma. La conquista de Roma se veía impedida por un ejército francés que apoyaba al Papa. Los italianos aprovecharon la derrota del imperio napoleónico frente a Prusia en 1870 para incorporar el resto de los Estados Pontificios y trasladar la capital a Roma.

5. La Unidad Alemana

Alemania estaba dividida en 39 reinos. La unificación era necesaria para el desarrollo económico del país. El primer paso se dio con la unión aduanera, esencial debido a la multitud de aduanas y tarifas aduaneras que dificultaban el comercio interno. El mayor obstáculo para la unificación era la presencia de dos potencias dentro de Alemania: Austria y Prusia. La unidad alemana fue obra de Bismarck, canciller de Prusia durante el reinado de Guillermo I. Bismarck vio que la solución era excluir a Austria de la unión.

La unificación se logró tras dos guerras: la austro-prusiana en 1866 y la franco-prusiana en 1870. Alemania se organizó como un imperio federal. El poder central controlaba el ejército, la hacienda y las comunicaciones. El imperio de Austria quedó al margen.

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