El Reino Visigodo (418-711)
Los pueblos vecinos del Imperio Romano aprovecharon la debilidad económica y militar y penetraron en sus territorios. Los emperadores se vieron obligados a dividir el Imperio y pactar con estos pueblos como aliados. Suevos, vándalos y alanos invadieron la Península a comienzos del siglo V. El emperador llamó a uno de los pueblos federados: los visigodos. A comienzos del siglo V d.C., los visigodos llegaron a un acuerdo con el emperador romano: establecieron el reino de Tolosa en el sur de Francia y entraron en la Península Ibérica para expulsar a los suevos, vándalos y alanos. En el año 507, los visigodos, tras ser derrotados por los francos, abandonaron Francia y se asentaron en la Península, donde formaron un reino independiente cuya capital fue Toledo.
Evolución política del reino visigodo
Los visigodos eran una minoría social en la Península respecto a la población hispanorromana. Con el tiempo, los visigodos se fueron mezclando con la nobleza autóctona. Para entonces, los visigodos ya estaban bastante romanizados. La monarquía visigoda era electiva. Este hecho creó una acusada inestabilidad política, pues los enfrentamientos entre la nobleza por hacerse con la corona fueron frecuentes. A partir del reinado de Leovigildo se expulsó a los bizantinos y se conquistó el reino suevo. Este rey quiso lograr la unidad religiosa entre los visigodos y los hispanorromanos. Este objetivo culminó bajo el reinado de su hijo Recaredo, que se convirtió al catolicismo y acabó con la división religiosa. La unión definitiva entre visigodos e hispanorromanos se produjo en el 654 mediante el Liber Iudiciorum. Los reyes visigodos gozaron de gran poder, pero lo compartían con otras instituciones de gobierno. La más importante fue el Aula Regia, que era una asamblea consultiva formada por la aristocracia visigoda. A partir de la unificación religiosa con Recaredo, se crearon los Concilios de Toledo; con el paso del tiempo, los concilios adquirieron un gran peso político y asumieron importantes funciones legislativas.
Una sociedad ruralizada
Las ciudades se hallaban en plena decadencia y la crisis del comercio había fomentado la autosuficiencia. Los esclavos fueron cada vez más escasos, por lo que se sustituyeron por colonos. La debilidad del reino visigodo hizo que sus funciones fueran sustituidas por las relaciones personales. Por eso, muchos pequeños propietarios buscaron la protección que les ofrecían los nobles. La monarquía solía pagar con tierras los servicios prestados por la nobleza. Con todo ello, la nobleza fue ganando poder.
Al-Ándalus (711-1492)
El califato de Córdoba (929-1031)
La grave crisis que venía atravesando Al-Ándalus fue superada por Abderramán III (912-961), que logró poner fin a las sublevaciones y luchas internas. Tras ello, y como coronación por haber restaurado la autoridad del Estado, decidió proclamarse califa (929), es decir, suprema autoridad política y religiosa, rompiendo, por tanto, su dependencia del califa de Bagdad. Con el califato se inicia la etapa de mayor esplendor político y económico de Al-Ándalus. Abderramán III reforzó, también, el ejército con mercenarios (eslavos y bereberes) para asegurar el orden interior y para contener a los cristianos del norte peninsular. En las proximidades de Córdoba ordenó la construcción de la ciudad palacio de Medinat al-Zahra, donde se aisló en exceso y recibía con toda pomposidad a las embajadas de los monarcas cristianos de la Península y extranjeros. El esplendor y poderío del califato cordobés continuó bajo su hijo Alhaken II (961-976). Protector de las letras y las artes, llegó a reunir en su palacio una biblioteca, se dice, de 400.000 volúmenes, con copias procedentes de los diversos rincones del mundo islámico. Con su sucesor, Hixem II (976-1013), todo cambió. El nuevo califa delegó el gobierno en Al-Mansur (Almanzor), su primer ministro o hachib. Actuando como un dictador, reforzó el ejército con más contingentes bereberes y se dedicó a dirigir campañas contra los cristianos. Cada año realizaba dos expediciones, arrasando iglesias y monasterios. León, Barcelona y Santiago de Compostela fueron destruidas. Tras la muerte de Almanzor en el año 1002 —al parecer como consecuencia de las heridas recibidas en la batalla de Calatañazor (Soria), en donde fue derrotado—, el califato entró en un periodo de crisis en el que se sucedieron las luchas internas y los califas, faltos de autoridad, se convirtieron en meros espectadores de un Estado que se desangraba.
Los Reinos Cristianos Peninsulares en la Baja Edad Media
La Corona de Castilla
En la política interior, el aspecto más destacable fue la pugna entre la monarquía y la nobleza. Esta última había adquirido una gran fuerza por las riquezas obtenidas durante la Reconquista. Fueron frecuentes las rebeliones de la nobleza en los momentos de debilidad de los reyes. La lucha de la monarquía por afianzar su poder se acentuó con Alfonso XI, que se apoyó en la burguesía comercial y los judíos para obtener la autonomía económica y no depender de la nobleza. El principal conflicto se desencadenó con Pedro I: estalló una guerra civil que finalmente gana Enrique, que se coronó rey como Enrique II. Se iniciaba así la dinastía Trastámara en la Corona castellana. El reino de Enrique II significó un cambio en la política real: buscó el apoyo de la nobleza y de la Iglesia, a los que concedió abundantes privilegios. En el aspecto exterior, tres fueron los centros de interés castellano:
- El reino musulmán de Granada.
- Las rutas marítimas del estrecho de Gibraltar y del mar Cantábrico, para desarrollar el comercio con el norte de África y con la Europa atlántica.
- En el siglo XV se inició la conquista de las islas.
La Corona de Aragón
En la Corona de Aragón, los problemas políticos se centraron en los enfrentamientos entre el monarca y la nobleza. En esta lucha, el rey acabó imponiéndose con el apoyo de la rica burguesía catalana. El rey tuvo que aceptar la creación de la Generalidad catalana. Al morir sin descendencia el monarca aragonés Martín el Humano, se produjo una grave crisis política que se resolvió mediante el llamado Compromiso de Caspe, un acuerdo por el que eligieron rey a Fernando I de Antequera, de la familia Trastámara, la misma que ya reinaba en Castilla. Los intentos de los reyes por afianzar su poder generaron graves tensiones. La guerra civil catalana enfrentó a la monarquía con la Generalidad, pero pronto se entremezcló con un problema social: la monarquía apoyó a los payéses de remensa frente a los intereses de los nobles. En la política exterior, la Corona catalano-aragonesa orientó su expansión hacia el Mediterráneo. El primer paso se dio con la toma de las islas Baleares.
Los Tratados de Utrecht (1713) y Rastadt (1714)
Los tratados de Utrecht (1713) y Rastadt (1714) pusieron fin al conflicto y significaron el fin del Imperio español en Europa. Felipe V era reconocido como rey de España y las Indias, pero se perdían los dominios de la monarquía española en Europa: Países Bajos, Milán y Nápoles pasaban a Austria. Por otro lado, Gibraltar y la isla de Menorca (ocupada en 1708) pasaban a Inglaterra, que obtuvo además ventajas comerciales en América.
Los Decretos de Nueva Planta
Son una consecuencia de la Guerra de Sucesión a la Corona Española. Felipe V aprovechó la adhesión de los territorios de la Corona de Aragón a la causa austracista para abolir los fueros, es decir, la legislación propia y el sistema político de gobierno por el que se regía cada uno, y realizar la unidad político-administrativa con Castilla. Los decretos de abolición son conocidos con el nombre de Decretos de Nueva Planta: para Valencia y Aragón en 1707, Mallorca en 1715 y Cataluña en 1716.
Los Pactos de Familia
Los problemas internacionales van a permitir que el sueño de Isabel de Farnesio se haga realidad. En efecto, en 1733 estalló la Guerra de Sucesión de Polonia. España y Francia lucharon unidas contra Austria, firmando el Primer Pacto de Familia (1733). España atacó en Nápoles, territorio entonces de Austria. Al finalizar la guerra, el hijo de Isabel de Farnesio, el infante Carlos, se convirtió en rey de Nápoles y Sicilia. En 1740 estalla la Guerra de Sucesión de Austria, en la que otra vez Francia y España van unidas firmando el Segundo Pacto de Familia (1743). La guerra finalizó en 1748, dos años después de la muerte de Felipe V, y en ella el segundo hijo de Isabel, el infante Felipe, fue reconocido como duque de Parma. El Tercer Pacto de Familia (1761) buscaba la recuperación de Gibraltar y Menorca, pero no se pudo. Los ingleses también se impusieron a España.
Motín de Esquilache
Cuando Carlos III se convierte en rey de España, trae consigo a ministros italianos, entre ellos a Esquilache, que protagonizó un amplio programa de reformas. En la villa de Madrid, entonces sucia y pestilente, introdujo reformas urbanísticas propias de una población moderna. Aprobó la libertad de comercio de granos. En Madrid introdujo otra medida, muy impopular, como la de cambiar la forma de vestir, con sombreros anchos y capas largas. Se pensaba que vestir así servía para encubrir a los malhechores. El pueblo de Madrid se rebeló contra el ministro y sus decretos (1766). Días después también ocurrían incidentes en otras poblaciones castellanas. El monarca dio marcha atrás, destituyendo a Esquilache.
La Ilustración
El siglo XVIII es el de la Ilustración. La Ilustración, cuyo sentido etimológico significa ‘iluminación’, hace referencia a la confianza en la razón como única vía para comprender y dominar totalmente el universo. Los ilustrados se llamaban también a sí mismos filósofos. Eran críticos con las bases sociales, políticas y culturales del Antiguo Régimen, que se había consolidado en los siglos XV al XVII y que estaba entrando en crisis a partir de la segunda mitad del siglo XVIII. En el aspecto político, las ideas de los ilustrados podían derivar hacia un reformismo del Estado, en donde encaja el despotismo ilustrado, o bien hacia una ruptura con el Antiguo Régimen, a partir de un proceso revolucionario en el que la burguesía se constituye en clase revolucionaria. Con el despotismo ilustrado, los monarcas aplicaban propuestas de los ilustrados, realizando reformas destinadas a obtener la felicidad del pueblo, considerado incapaz para regirse a sí mismo; de aquí la conocida frase: “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. Pero el despotismo ilustrado no tocaba lo esencial del sistema del Antiguo Régimen: el poder absoluto de los monarcas y la división estamental de la sociedad. Para ello era necesario aplicar los principios defendidos por Montesquieu y Rousseau, que, respectivamente, defendían la división de los poderes y el principio de la soberanía nacional. El logro de estas ideas pasaba por el triunfo de la revolución liberal burguesa, siendo la Revolución francesa, en 1789, la primera en iniciarse en Europa y con la que da comienzo la Edad Contemporánea. Como veremos, España no podía permanecer al margen de este proceso revolucionario, puesto en marcha el año siguiente de iniciar su reinado Carlos IV (1788-1808).
El Reinado de Felipe III (1598-1621)
Felipe III firmó la paz con Inglaterra y con los rebeldes de los Países Bajos (Holanda) acordó la Tregua de los Doce Años (1609). Tal vez para actuar de esa forma se viera influido por la crisis económica. Sin embargo, el pacifismo se rompió en 1618 con el estallido de la Guerra de los Treinta Años, en la que España participó apoyando a los Austrias alemanes, parientes de los reyes de España. En 1609 se decretó la expulsión de los moriscos, llevándose a cabo entre este año y 1614, marchando al norte de África. Saldrían unos 300.000 y fue muy perjudicial para la agricultura en Valencia y Aragón, donde eran numerosos y se dedicaban al trabajo en el campo en tierras generalmente de nobles.
Carlos I (1516-1556)
Política interior: Comunidades y Germanías
En 1517, Carlos I inició su reinado causando pésima sensación entre los castellanos. Se educó en Flandes y vino rodeado de flamencos que se repartieron los cargos y saquearon el país. En las Cortes de Valladolid (1518), los procuradores protestaron por la explotación de Castilla, exigieron que el rey no les otorgase cargos a los extranjeros y prohibiera la salida de oro y plata del reino. En 1520, partió hacia Alemania para hacerse emperador, dejando de regente a Adrián de Urtech. Comenzó la Revuelta de las Comunidades, una sublevación en contra del rey que estalló en varias ciudades (Toledo, Segovia y Salamanca). Estuvieron apoyados por la nobleza, que no quería consejeros flamencos; el clero, que temía al protestantismo; la burguesía, que temía perder influencia en los municipios y Las Cortes; y el pueblo, que no quería estar sometido a Alemania. La nobleza se unirá al rey y, en 1521, derrotarán a los comuneros en Valladolid. Toledo resistirá hasta 1522. De igual manera, estallaron en Valencia y Baleares las germanías. Es una revuelta antiseñorial protagonizada por los artesanos contra la aristocracia, que ocupaba cargos aplicando una política a favor de sus intereses. Los agermanados se hicieron con el control de Valencia (1519) y extendieron su poder haciendo un fuerte movimiento antiseñorial y antinobiliario. En 1521/1522, las tropas reales restablecieron el orden en Valencia y en 1523 en Mallorca.
Política exterior
Quería unificar los estados cristianos para defenderse contra los turcos y afianzar el predominio en Italia. No lo pudo hacer por las guerras con Francia (interesada por Italia), la piratería berberisca (hostigaba a España por el Mediterráneo) y el luteranismo (estalló en Alemania). Su política se divide en tres fases:
- Primera fase: Empezó contra el protestantismo. En 1521, convocó a Lutero ante la asamblea imperial de Worms para que se retractase. Al mismo tiempo, estalla la guerra contra Francia: Francisco I invade Navarra y Carlos I responde invadiendo Milán, para así comunicar sus herencias. Francisco I es derrotado en 1525 en la Batalla de Pavía. Se firma la Paz de Madrid (1526), pero Francia no la reconoce y vuelve a estallar la guerra. El papa Clemente VII se puso del lado de Francia y los españoles saquearon Roma (Saco de Roma, 1527). La guerra acabó en 1529, ganando España.
- Segunda fase: Para solucionar la ocupación de las plazas norteafricanas por los piratas, neutralizó las plazas. En 1535 se ataca Túnez, pero se fracasa en 1541 en Argel. Francia aprovecha para reanudar la guerra, finalizando con la Paz de Crepy en 1544, perdiéndola.
- Tercera fase: El papa Pablo III convocó el Concilio de Trento, con el que quería reformar la Iglesia tras el protestantismo. Carlos I se enfrentó al mismo tiempo con los príncipes protestantes alemanes (Liga de Esmalcalda) en 1555, dividiendo religiosamente Alemania.
Carlos I contrajo matrimonio con Isabel de Portugal. Cuando Carlos I abandonaba España, actuaba como regente la reina y después el príncipe Felipe. Abdicó en 1556 en Bruselas, dividiendo su herencia en una rama española para Felipe II y otra alemana para Fernando I (hermano). Muere en Cáceres en 1558.
Felipe II (1556-1598)
Problemas internos
- Procesos contra los protestantes: La Inquisición acabó con los focos en Sevilla y Valladolid.
- Rebelión de los moriscos granadinos: A causa de la pragmática en contra de sus costumbres, respondieron con un levantamiento en Las Alpujarras (1569). Fueron vencidos por don Juan de Austria, hermanastro del rey. El rey ordenó la deportación de los moriscos a otra parte de Andalucía.
- Prisión del príncipe Carlos: A causa de sus extravagancias y anormalidades. Murió en 1568. Fue utilizado contra el rey en la Leyenda Negra.
- Antonio Pérez: Era secretario de Felipe II y tenía su confianza. Temiendo que el secretario de Juan revelara datos en contra de Felipe, lo asesinó. Fue detenido y encarcelado. Durante la investigación, huyó a Aragón y Francia.
Problemas exteriores
Su idea era mantener la unidad y la defensa del catolicismo. España llegó a su máximo poder con un coste para Castilla.
- La guerra contra Francia: Se desarrolló en la frontera de Francia y Países Bajos. Felipe II venció en la Batalla de San Quintín (1557) y Gravelinas (1558). Francia firmó la Paz de Cateau-Cambrésis. Felipe II contrajo matrimonio con Isabel de Valois, hija del rey francés, abriendo una etapa de tranquilidad con Francia.
- Los turcos en el Mediterráneo: Ocuparon Chipre, que pertenecía a Venecia, y para detener su avance se realizó una coalición llamada Liga Santa, integrada por Venecia, Pío V y Felipe II. Derrotaron a los turcos en la Batalla de Lepanto (1571).
- Sublevación de los Países Bajos: En este territorio se desarrolló el calvinismo y el protestantismo, lo que condujo al independentismo, ya que Felipe II no iba a conceder la libertad religiosa. Los primeros intentos se dan en 1556, respondiendo Felipe con tropas dirigidas por el duque de Alba. El sur sigue a Felipe II y el norte a Guillermo de Orange, que optó por el independentismo de las Provincias Unidas. Fueron enviados otros gobernadores, entre ellos Alejandro Farnesio, que consiguió que la zona del sur siguiera fiel.
- La lucha contra Inglaterra: Se casó con María Tudor, cuya hija Isabel apoyó a los enemigos de España. Cuando estalló la sublevación de los Países Bajos, apoyó a los holandeses, por lo que Felipe II planeó la invasión contra Inglaterra con la Armada Invencible, que fracasó. Los ingleses utilizaron buques más pequeños y rápidos que derrotaron a la Armada (1588).