Enrique IV, Federico Barbarroja y el Ascenso de los Capeto: Poder y Conflicto en la Europa Medieval

La Pugna de los Poderes Universales

Enrique IV y la Querella de las Investiduras

La Edad Media fue testigo de intensos conflictos entre el poder secular y el eclesiástico. Enrique IV (1056-1106), del Sacro Imperio Romano Germánico, se enfrentó al Papa Gregorio VII en la llamada Querella de las Investiduras, un debate sobre quién tenía la autoridad para nombrar cargos eclesiásticos.

Problemas como la simonía (compra de cargos eclesiásticos) y el nicolaísmo (no respeto al celibato clerical) hicieron necesaria una profunda reforma en la Iglesia. Enrique IV intervino directamente en los asuntos eclesiásticos, lo que provocó su conflicto con Gregorio VII. Tras problemas internos, Enrique IV buscó el perdón del Papa en Canossa (1077), un acto de reconciliación significativo.

Urbano II, más diplomático, convocó el Concilio de Clermont (1095) y la Primera Cruzada. Enrique V (1106-1125) continuó el conflicto con el papado, designando antipapas y enfrentándose a Pascual II. El Concordato de Worms (1122) intentó resolver la disputa, estableciendo que el emperador velaría por la limpieza en la elección papal.

Los Hohenstaufen de Suabia

Federico I Barbarroja (1152-1190)

Federico I Barbarroja, el primer Hohenstaufen, buscó restaurar el dominium mundi (dominio mundial). Inicialmente tuvo buenas relaciones con el papado, pero luego intentó imponer su autoridad sobre la del Papa. Intervino en las elecciones episcopales y exigió servicios feudales de los territorios eclesiásticos.

Federico I se enfrentó a Enrique el León, duque de Sajonia y Baviera, desposeyéndolo y distribuyendo sus territorios. También se enfrentó a las ciudades italianas, buscando recuperar los regalia (derechos imperiales) como la propiedad de tierras, el control de caminos y ríos, y la soberanía feudal. Las ciudades italianas lo vencieron en la Paz de Venecia, estableciendo un equilibrio de poder.

El conflicto con el papado continuó cuando Federico I apoyó al antipapa Víctor IV contra Alejandro III. Finalmente, reconoció a Alejandro III en 1176. Federico I murió ahogado durante la Tercera Cruzada.

Las Bases de las Monarquías Feudales en Francia e Inglaterra

La Francia de los Primeros Capeto

En Francia, la dinastía Capeto comenzó a restablecer el poder real en el siglo XI. Hugo Capeto (987-996) fue elegido rey con apoyo alemán y eclesiástico, aunque su dominio se limitaba a la zona entre París y Soissons. Sus sucesores, Roberto el Piadoso (996-1031), Enrique I (1031-1060) y Felipe I (1060-1108), mantuvieron una débil autoridad política.

Luis VI el Gordo (1108-1137) inició una etapa de progreso, sometiendo a los señores de la Isla de Francia y fortaleciendo el dominio real. Contó con consejeros como el abad Suger de Saint Denis e Ivo de Chartres, y obtuvo el apoyo de las comunas. Luis VII el Joven (1137-1180) continuó fortaleciendo el reino, aliándose con Alejandro III contra Federico I. Sin embargo, su divorcio de Leonor de Aquitania resultó en la pérdida de ese territorio, que pasó a Inglaterra.

Al ascender Felipe Augusto (1180-1223), se había establecido un sistema de gobierno feudal con el monarca en la cúspide de la pirámide, marcando el inicio de una monarquía francesa más fuerte y centralizada.

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