España: La Restauración Borbónica (1874-1923)

La Restauración Borbónica (1874-1923)

El Retorno de los Borbones y el Sistema Canovista

El Sexenio Revolucionario culminó con el pronunciamiento de Martínez Campos, quien proclamó rey de España a Alfonso XII, hijo de Isabel II, en quien su madre había abdicado mediante el Manifiesto de Sandhurst. El retorno de los Borbones trajo consigo la estabilidad y el orden ausentes en el periodo anterior, instaurando un sistema liberal conservador, basado en la burguesía y la Iglesia, y alejado de las masas populares.

Cánovas del Castillo, nombrado presidente (1874-1881), fue el artífice del nuevo régimen. Su objetivo principal era estabilizar la situación política, creando un sistema de fuerzas burguesas en el poder, excluyendo a las masas populares y previniendo los golpes militares. Para ello, estableció un régimen conservador centrado en la figura del monarca.

Cánovas convocó elecciones por sufragio universal masculino para formar Cortes Constituyentes, que redactaron la Constitución de 1876, basada en las ideas del liberalismo doctrinario. Esta Constitución establecía la soberanía compartida entre el Rey y las Cortes, y un sufragio censitario. La división de poderes no era nítida, con el poder legislativo compartido entre las Cortes (Congreso y Senado) y el Rey, quien ostentaba un gran poder con escasas responsabilidades, que recaían en sus ministros. El Estado se declaraba confesional y las libertades quedaban reguladas por leyes posteriores.

Cánovas abordó la resolución de los conflictos bélicos existentes desde el reinado de Amadeo de Saboya. Para apaciguar a los carlistas, les otorgó los conciertos económicos, privilegios en la recaudación de impuestos, a pesar de suprimir sus fueros. En Cuba, se firmó la Paz de Zanjón, que prometía la libertad de los esclavos y cierta libertad económica, promesas incumplidas que desencadenaron la Guerra Chiquita (1879).

Para asegurar el orden y evitar el caos, Cánovas creó el sistema canovista, basado en la alternancia en el gobierno de dos partidos, los partidos dinásticos (conservadores y liberales), que compartían la defensa de la monarquía, la Constitución y la propiedad privada.

  • Los conservadores, liderados por Cánovas, defendían la confesionalidad del Estado, el sufragio censitario y restringían las libertades.
  • Los liberales, liderados por Sagasta, abogaban por las libertades, incluyendo la religiosa, el sufragio universal y una división de poderes más clara.

Este sistema, conocido como turnismo, permitía la alternancia pacífica en el poder entre Cánovas y Sagasta. El monarca, tras un periodo, cesaba al presidente y nombraba al nuevo, quien convocaba elecciones cuyo resultado se conocía de antemano (farsa electoral). El mecanismo electoral se basaba en el encasillamiento, dirigido por el Ministro de Gobernación, quien designaba los resultados electorales de cada región. El Gobernador Civil de la provincia ejecutaba estas directrices, valiéndose en el medio rural de la figura del cacique, quien, mediante su influencia económica, manipulaba el sistema político. Los resultados electorales se manipulaban a través de diversos métodos fraudulentos (pucherazos).

El ejército, pilar fundamental del régimen, quedó subordinado al poder civil, prohibiéndose su intervención en la política nacional mediante una Real Orden en 1875. De esta forma, se resolvió el problema de los pronunciamientos, frecuentes en el periodo anterior, garantizando el funcionamiento del turnismo pacífico.

El Turnismo en la Práctica y la Regencia de María Cristina

Tras el gobierno de Cánovas (1874-1881), Sagasta fue nombrado presidente (1881-1883), estableciendo el sufragio universal masculino en los municipios. A continuación, Cánovas volvió al poder (1883-1885). La muerte de Alfonso XII en 1885 propició el Pacto del Pardo, donde ambos líderes políticos acordaron el establecimiento definitivo del turnismo. María Cristina, esposa del monarca, asumió la Regencia.

Sagasta gobernó durante un largo periodo (1885-1890), llevando a cabo importantes reformas como la Ley de Sufragio Universal, la Ley de Asociaciones (que legalizó numerosos partidos políticos), la reforma del Código Civil y la liberación de los esclavos en Cuba.

Tras varios turnos sucesivos, Cánovas fue asesinado en 1897 y Sagasta tuvo que afrontar el Desastre del 98.

Oposición y Nacionalismos

En este contexto de corrupción, numerosos grupos quedaron marginados del poder.

  • Los republicanos, divididos en diversas facciones: Partido Posibilista (Castelar), Partido Republicano Progresista (Ruiz Zorrilla), Partido Centrista (Salmerón) y Partido Republicano Federal (Pi y Margal). Estos tres últimos se unificaron en torno a Ruiz Zorrilla, formando la Unión Republicana.
  • Los carlistas, reorganizados en torno a Cándido Nocedal, se integraron en el sistema liberal mediante el Acta de Loredan. Nacionalizaron las partidas, fundando el Requeté. Una facción más conservadora, liderada por Ramón Nocedal (hijo), se escindió, creando un partido ultracatólico integrista.
  • En oposición, y siguiendo al Papa León XIII, surgió la Unión Católica, confesional pero liberal, liderada por Alejandro Pidal.

Durante esta época surgieron los nacionalismos, debido a la falta de identificación de las regiones con el Estado central. Algunos formaron partidos que participaron en la vida política del país.

  • El catalanismo, inicialmente un movimiento económico de la burguesía adinerada en contra de la libertad económica y la esclavitud, evolucionó hacia un movimiento cultural, con la defensa del catalán. Surgieron el Centre Catalá (Valentí Almiral), el primero en pedir la autonomía, y la Unió Catalanista, con las Bases de Manresa (manifiesto ideológico). Cambó fundó la Liga Nacionalista, participando en política para obtener privilegios.
  • En las Provincias Vascas, Sabino Arana inició un movimiento cultural, defendiendo el euskera y la Euskalerria (territorios donde se habla euskera), que derivó en un rechazo a los extranjeros (maketos) y en la defensa de su economía, basada en la industria férrea. Defendía la etnia vasca. Surgieron partidos como el PNV y se produjeron enfrentamientos con los carlistas por Navarra.
  • El galleguismo, un movimiento cultural en defensa del gallego, conocido como Rexurdimento (Rosalía de Castro), y de los gallegos, afectados por el atraso económico y la emigración.
  • Los nacionalismos valenciano, aragonés y andaluz surgieron como movimientos culturales que evolucionaron hacia el ámbito político. En Andalucía, destacó Blas Infante, quien en la asamblea de Ronda propuso por primera vez la autonomía andaluza, cuyas bases se sentaron en la II República, y creó los símbolos de la patria andaluza: el escudo, el himno y la bandera.

La Crisis de la Restauración

El sistema se tambaleaba, y la muerte de Sagasta en 1903 marcó el fin del periodo clásico de la Restauración. La ausencia de líderes fuertes provocó la disgregación de los partidos (fulanismos).

El reinado de Alfonso XIII (1902-1923), conocido como la Crisis de la Restauración, se caracterizó por la inestabilidad. Los cambios de gobierno fueron constantes, la Constitución de 1876 se suspendió en ocasiones y las masas populares, sin representación política, recurrieron a movimientos como el anarquismo o el socialismo.

Este clima de pesimismo y corrupción culminó con el Golpe de Estado de Primo de Rivera (1923), quien, a modo de cirujano de hierro, pretendía regenerar España.

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