España: Construcción del Estado Liberal y Crisis del 98

La Construcción y Consolidación del Estado Liberal en España

El Reinado de Isabel II (1833-1868)

La Oposición al Liberalismo: Carlismo y Guerra Civil. La Cuestión Foral.

La instauración del liberalismo en España trajo consigo órganos representativos (Parlamento, Ayuntamientos…), cuyos representantes se agrupaban en partidos políticos, aunque la mayoría de la población no participaba en ellos. Los dos grandes partidos fueron los moderados y los progresistas, que representaban las dos corrientes principales del liberalismo de la primera mitad del siglo XIX. Ambos defendían un sistema monárquico constitucionalista personificado por Isabel II.

Los moderados (Narváez) eran un grupo heterogéneo formado por terratenientes, comerciantes e intelectuales conservadores, junto a restos de la vieja nobleza, del alto clero y de los altos mandos militares. Defendían la propiedad, el sufragio censitario, la soberanía compartida entre las Cortes y la Corona (otorgando a ésta grandes poderes de intervención política), la limitación de los derechos individuales y a la Iglesia católica.

Entre los progresistas (Mendizábal, Espartero, Prim) predominaban la media y pequeña burguesía, una parte del ejército y ciertos profesionales liberales. Defendían la soberanía nacional sin límites y el predominio de las Cortes, rechazaban el poder moderador de la Corona, buscaban fortalecer los poderes locales y defendían los derechos individuales, el sufragio censitario, la reforma agraria y el fin de la influencia eclesial.

Una escisión de los progresistas originó el Partido Demócrata (1849), que defendía el sufragio universal, la ampliación de las libertades públicas, la intervención del Estado en la enseñanza, la asistencia social y la fiscalidad. En 1854 se formó la Unión Liberal, una escisión de los moderados que atrajo a los progresistas más conservadores.

Tras las guerras carlistas, el ejército se convirtió en la única garantía de la pervivencia en el trono de Isabel II. Los jefes de los partidos eran altos cargos militares (Narváez, Espartero, Prim, O’Donnell), aunque no se trataba de un sistema político militar. También surgieron las Juntas y la Milicia, nacidas en la Guerra de la Independencia. Las Juntas se constituían de forma espontánea mediante procesos electorales, como representantes de la voluntad popular; son un elemento esencial de los cambios de gobierno. La Milicia era una alternativa al ejército regular.

Las Guerras Carlistas (1833-1876)

En 1833, los absolutistas se negaron a reconocer a Isabel II como legítima sucesora a la Corona española y se sublevaron contra el gobierno de María Cristina de Borbón, dando comienzo a la Primera Guerra Carlista (1833-1839). Proclamaron rey al infante don Carlos María Isidro, hermano del difunto rey Fernando VII, bajo el lema «Dios, Patria y Fueros». El carlismo, tradicionalista y antiliberal, englobaba a una parte de la nobleza rural, gran parte del clero y una base social campesina. Temían la supresión de las fórmulas del Antiguo Régimen, la implantación de la uniformidad y de la igualdad jurídica y la abolición de los fueros.

La guerra se libró principalmente en el País Vasco, Navarra y zonas de Cataluña, Aragón y Valencia. Don Carlos recibió el apoyo de potencias absolutistas como Rusia, Prusia y Austria, mientras que el gobierno de Isabel II contó con la ayuda de Inglaterra, Francia y Portugal. La muerte de Zumalacárregui en 1835 marcó el inicio de una reacción liberal. El general Espartero venció a las tropas carlistas en Luchana (1836). El Convenio de Vergara (1839) puso fin a la guerra, negociando el mantenimiento de los fueros en el País Vasco y Navarra, así como la integración de oficiales carlistas en el ejército real.

Las Regencias (1833-1843)

Entre 1833 y 1843, los progresistas desmantelaron jurídicamente el Antiguo Régimen y transformaron el Estado absoluto en liberal. La guerra carlista aceleró la revolución liberal en España. El gobierno de Martínez de la Rosa promulgó el Estatuto Real (1834), que reconocía algunos derechos y libertades, pero no aceptaba la soberanía nacional ni la separación de poderes. Mendizábal, en 1836, realizó una desamortización de los bienes del clero. La Constitución de 1837 aceptó el liberalismo doctrinario, confiriendo a la Corona mayores poderes. Tras la dimisión de María Cristina, Espartero asumió la regencia en 1841, pero su gobierno autoritario y el bombardeo de Barcelona en 1842 llevaron a su caída en 1843. Isabel II fue proclamada reina a los trece años.

El Reinado Efectivo de Isabel II (1843-1868)

Con Isabel II en el trono, los moderados, con Narváez al frente, elaboraron la Constitución de 1845, que recogía las ideas moderadas: soberanía conjunta de la Corona y las Cortes, ampliación de los poderes del ejecutivo, catolicismo como religión oficial y restricción del derecho de voto. El Concordato con la Santa Sede (1851) suspendió la venta de los bienes desamortizados. El liberalismo moderado construyó un Estado liberal centralista. En 1854, el pronunciamiento de O’Donnell dio inicio al Bienio Progresista (1854-1856). Espartero y O’Donnell intentaron restaurar el régimen constitucional de 1837. La desamortización de Madoz (1855) afectó a los bienes del Estado, de la Iglesia y de los ayuntamientos. La Ley General de Ferrocarriles (1855) reguló su construcción. Tras la crisis de 1856, O’Donnell restauró el moderantismo. Entre 1856 y 1863, la Unión Liberal llevó a cabo una política exterior que incluyó acciones en Indochina, México y Marruecos. El retorno de los moderados en 1863 marcó un periodo de gobierno autoritario.

El Sexenio Democrático (1868-1874)

La Revolución de 1868

La crisis financiera, industrial y de subsistencias, junto con la represión del gobierno de O’Donnell, llevó a la firma del Pacto de Ostende (1866) entre progresistas, demócratas y unionistas para derrocar a Isabel II. La Revolución Gloriosa (1868) se inició con el sublevamiento de Topete en Cádiz. Isabel II se exilió a Francia. El gobierno provisional reconoció la libertad de imprenta, el derecho de reunión y asociación, y el sufragio universal masculino. La Constitución de 1869, liberal democrática, proclamó la soberanía nacional y el sufragio universal masculino. Se estableció una monarquía democrática y Amadeo de Saboya fue elegido rey en 1870.

El Reinado de Amadeo I (1871-1873) y la Primera República (1873-1874)

Amadeo I se enfrentó a la oposición de moderados, carlistas, republicanos y algunos sectores populares. La Tercera Guerra Carlista (1872-1876), la Guerra de los Diez Años en Cuba (1868-1878) y las insurrecciones federalistas llevaron a la abdicación de Amadeo I en 1873. La Primera República fue proclamada el 11 de febrero de 1873. Los republicanos federales, liderados por Pi i Margall, ganaron las elecciones de 1873. La inestabilidad política, la Tercera Guerra Carlista, la guerra en Cuba y el cantonalismo llevaron a la disolución de las Cortes por parte de Castelar. El general Pavía disolvió la Asamblea en 1874, dando paso a un gobierno provisional. El pronunciamiento de Martínez Campos en 1874 proclamó rey a Alfonso XII.

La Restauración Borbónica (1874-1931)

El Reinado de Alfonso XII y el Sistema Canovista (1874-1885)

La Restauración borbónica, impulsada por Cánovas del Castillo, supuso el fin de la Primera República. Alfonso XII proclamó el Manifiesto de Sandhurst, que establecía una monarquía conservadora y católica. Cánovas organizó un sistema bipartidista con el Partido Conservador y el Partido Liberal. La Constitución de 1876 estableció la soberanía compartida entre las Cortes y el rey, reconoció los derechos y libertades individuales y el catolicismo como religión oficial. El sistema canovista se basaba en el turno pacífico de los dos partidos dinásticos mediante el fraude electoral.

La Regencia de María Cristina de Habsburgo (1885-1902)

Tras la muerte de Alfonso XII, María Cristina de Habsburgo asumió la regencia. Los liberales, con Sagasta, gobernaron entre 1885 y 1890, aprobando el Código de Comercio, el Código Civil, la Ley de Asociaciones y el sufragio universal masculino. El retorno de los conservadores en 1890 supuso una política económica proteccionista. La oposición al sistema incluía a carlistas, republicanos, regionalistas y organizaciones obreras. Surgieron movimientos regionalistas y nacionalistas en Cataluña, País Vasco y Galicia.

La Crisis de 1898

A finales de siglo, la guerra colonial en Cuba (1895-1898) y Filipinas (1896-1898) provocó una profunda crisis en España. La inadecuada política colonial española y los intereses expansionistas de EEUU llevaron a la intervención estadounidense. El Tratado de París (1898) supuso la pérdida de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam. La pérdida del imperio generó graves repercusiones económicas y culturales, y contribuyó a la desintegración del régimen de la Restauración. La Generación del 98 reflejó la crisis cultural y la necesidad de una regeneración política, económica e ideológica en España.

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