El Restauramiento Absolutista (1814-1820)
Fernando VII, educado desde su infancia para ser un monarca absoluto, rechazó al volver a España el sistema político de las Cortes de Cádiz y las reformas liberales implementadas durante la guerra antinapoleónica. Contó con el apoyo de numerosos absolutistas.
Un tercio de los diputados de las Cortes de Cádiz se mantuvieron fieles al absolutismo, redactando en 1812 el Manifiesto de los Persas para reclamar la vuelta al Antiguo Régimen. Fernando VII también recibió el apoyo de parte del Ejército y casi todo el clero, que lo exaltó como el «rey deseado». La población campesina, analfabeta e influenciada por el clero, no se identificaba con el liberalismo ni comprendía los beneficios de la Constitución de 1812.
Ante la debilidad de los liberales, Fernando VII restableció el absolutismo en dos meses mediante un decreto que anulaba las leyes de Cádiz y la Constitución de 1812. Recuperó todos sus poderes, disolvió las Cortes e impuso el retorno del Antiguo Régimen: restableció las exenciones fiscales estamentales, los derechos señoriales, los gremios y la Inquisición. Devolvió los bienes desamortizados a la Iglesia, perjudicando a quienes los habían comprado. El inmovilismo, la inoperancia y la ineficacia caracterizaron su gobierno entre 1814 y 1820. Sus intentos de mantener el Antiguo Régimen fracasaron, ya que era imposible sostener instituciones en descomposición en toda Europa.
En el ámbito diplomático, España se unió a la Santa Alianza en 1816. Fernando VII desató una dura represión, encarcelando a liberales y afrancesados, quienes se vieron obligados a huir.
Crisis y Pronunciamiento de Riego
Hacia 1820, España había perdido Chile, Venezuela y Colombia. El déficit estatal aumentó, el país estaba devastado tras la guerra, y el restablecimiento de los privilegios fiscales redujo los ingresos. La situación financiera era caótica. En 1818, el gobierno se declaró en bancarrota y suspendió el pago de la deuda. Las medidas para remediar la situación fueron ineficaces, ya que era imposible impulsar la economía sin alterar el Antiguo Régimen, lo que implicaba eliminar exenciones fiscales, desamortizar tierras, liberalizar el comercio y la industria, y abolir la Mesta.
A pesar del escaso apoyo popular, los liberales seguían convencidos de la necesidad de reformar el sistema político. Desde 1814, se sucedieron levantamientos armados contra Fernando VII, pero todos fracasaron. También se frustraron planes para asesinar al rey.
En enero de 1820, Rafael de Riego lideró un pronunciamiento militar cerca de Sevilla y Cádiz. Los soldados, descontentos, se unieron a Riego al conocer el mal estado de los barcos que debían transportarlos y ante la promesa de tierras y dinero. Otros militares, como Antonio Quiroga, y civiles, como Juan Álvarez Mendizábal, se sumaron a la rebelión, que se extendió lentamente. Fernando VII, sorprendido por el éxito del pronunciamiento, aceptó el triunfo liberal y se restableció la Constitución de 1812. La población se mantuvo indiferente.
El Trienio Liberal (1820-1823)
Los liberales mantuvieron a Fernando VII en el trono y permitieron el regreso de los afrancesados, pero encarcelaron a absolutistas. Durante tres años, aprobaron medidas radicales:
- Abolición de la Inquisición, reducción del diezmo, prohibición de compra de bienes inmuebles por la Iglesia, nacionalización y venta de sus propiedades.
- Supresión de mayorazgos, recuperación de libertades económicas, proyecto de reforma judicial con tribunales populares, restablecimiento de la libertad de prensa y expresión.
- Reintroducción y refuerzo de la Milicia Nacional.
Existió una fuerte tensión entre Fernando VII y los liberales. El rey intentó bloquear las reformas, mientras que los liberales le obligaron a firmar leyes bajo amenazas. Fernando VII contactó con la Santa Alianza para recuperar el poder. La deuda estatal creció y los planes liberales fracasaron, lo que les obligó a subir impuestos, rebajar intereses de la deuda y suspender pagos, generando descontento. Entre los liberales surgieron discrepancias entre moderados y exaltados. Durante el Trienio, radicales antiabsolutistas asesinaron a 95 clérigos.
Intervención de la Santa Alianza y Fin del Trienio
Los absolutistas reaccionaron y se reorganizaron, utilizando propaganda y sublevaciones. La formación de guerrillas en zonas rurales fue su método más eficaz. Sin embargo, fue la intervención extranjera la que puso fin al gobierno liberal. La Santa Alianza, reunida en Verona en 1822, decidió intervenir en España y Portugal. Un ejército francés, los Cien Mil Hijos de San Luis, entró en España y llegó a Madrid en un mes ante la pasividad de la población y la incapacidad de los liberales.
La Década Absolutista (1823-1833)
Fernando VII, con poderes absolutos, reintrodujo el diezmo y el mayorazgo, devolvió las propiedades desamortizadas al clero sin compensar a los compradores, invalidó títulos académicos y sentencias judiciales del Trienio. Desató una feroz represión: 130 militares liberales, incluyendo a Riego, fueron ejecutados, y 60.000 civiles perdieron empleos, propiedades o fueron encarcelados. Se condenó a muerte por delitos políticos a quienes «pensaran» contra el sistema. Se reanudó la censura. La crueldad de la represión sorprendió incluso a Francia y Rusia, quienes recomendaron tolerancia. Fernando VII no restableció la Inquisición, pero creó las Juntas de Fe.
Reformismo Fernandino y Auge del Ultraabsolutismo
Tras la represión inicial, Fernando VII encargó el gobierno a burócratas como Cea Bermúdez y López Ballesteros, quienes introdujeron reformas administrativas. No pretendían cambios políticos, pero eran conscientes de la necesidad de reformas para fortalecer la monarquía. López Ballesteros intentó pagar la deuda, controlar el gasto e impulsar la economía, sin éxito. La deuda se multiplicó por diez entre 1823 y 1833, obligando al gobierno a pedir créditos a Francia con altos intereses.
La presencia de reformistas irritó a los ultras, quienes presionaron al rey para reintroducir la Inquisición, endurecer la represión y destituir a los ministros reformistas. Utilizaron intrigas, organizaciones clandestinas y grupos armados. Fernando VII ordenó el fusilamiento de varios cabecillas ultras. En 1828, los ultras, decepcionados con Fernando VII, se agruparon en torno al infante Don Carlos, hermano del rey. Confiaban en que Don Carlos heredaría el trono dada la mala salud del rey y la falta de descendencia.
Crisis Sucesoria y Muerte de Fernando VII
En 1830, los liberales portugueses recuperaron el poder y los franceses derrocaron la monarquía, pero los liberales españoles no aprovecharon la ocasión. El enfrentamiento entre absolutistas y liberales continuó.
En 1830, nació la princesa Isabel. Fernando VII derogó la Ley Sálica, permitiendo que Isabel heredara el trono. Don Carlos protestó y Fernando VII lo obligó a exiliarse en Portugal, destituyó a sus partidarios en el Ejército y decretó una amnistía para los liberales. Tras la muerte de Fernando VII en 1833, Don Carlos reclamó el trono, iniciando la Primera Guerra Carlista.