La Península Ibérica: Un Recorrido Histórico por sus Dominios

Legado Romano

La conquista de la Península Ibérica por Roma inició tras el desembarco de Escipión en Ampurias, en el contexto de la Segunda Guerra Púnica (guerra entre romanos y cartaginenses). Fue un largo proceso que se extendió a lo largo de dos siglos durante varias fases y guerras, como las lusitanas, numantinas o cántabras.

La economía romana tenía como centros principales a las ciudades, entre las que destacan Augusta Emérita, Gades o Caesar Augusta. Principalmente cultivaban cereales, vid y olivo. Hispania era rica en metales preciosos: oro en Asturias, plata en Sierra Morena y cobre en Riotinto.

Hispania disfrutaba de un tráfico marítimo constante con Roma a través de puertos como Tarraco, Cartago Nova y Gades. El denario de plata romano se impuso como moneda única y la administración dividió en 6 provincias el territorio completo de Hispania.

Hispania fue objeto de lo que conocemos como «romanización», que suponía asimilar la cultura romana (hablar la lengua de los romanos, el latín), lo que llevó a la integración plena de la sociedad hispana en el conjunto del mundo romano. Además, se aplicó el derecho romano (leyes por las que se gobernaban en el Imperio Romano) y se adoptó la religión politeísta (creer en varios dioses), aunque, posteriormente, el cristianismo se difundió por Hispania.

Hispania fue una de las provincias del conjunto del Imperio Romano más romanizadas. Varios emperadores nacieron en nuestro país, como fue el caso de Trajano o Adriano.

Visigodos

El Imperio Romano encargó a los visigodos expulsar a los invasores de Hispania en el 415. Al caer el Imperio Romano de Occidente, los visigodos establecieron su capital en Toledo.

Uno de sus reyes más destacados, Leovigildo, fue artífice de la unidad política de la península bajo el dominio de los visigodos. Posteriormente, Recaredo decretó la conversión al cristianismo del pueblo visigodo y Recesvinto, a su vez, publicó el Liber Iudiciorum o Fuero Juzgo, que eran las leyes por las que se regían en el reino visigodo.

En lo que se refiere a la organización política, es importante recordar que la monarquía visigoda no era hereditaria, sino electiva. Existían varias asambleas (la del ejército o la llamada de «hombres libres»). Hay que mencionar el Officium Palatinum, que consistía en el aula regia.

De gran importancia eran los Concilios de Toledo, donde se discutían las decisiones que afectaban a la iglesia cristiana en Hispania. Las provincias estaban gobernadas por duques y estas, a su vez, se subdividían en condados.

El dominio visigodo se extendió hasta comienzos del siglo VIII: el último rey visigodo, Rodrigo, fue derrotado por los musulmanes en la batalla de Guadalete.

Al-Ándalus

Los musulmanes, dirigidos por Tariq (un liberto del norte de África), entraron en la península y vencieron al rey visigodo Rodrigo en la batalla de Guadalete, logrando dominar en poco tiempo toda la Península Ibérica.

La conquista y el emirato independiente

Al-Ándalus se constituyó como una provincia más del Imperio Islámico y sus emires fijaron su capital en Córdoba. Se caracterizó por el asentamiento en el territorio y las sublevaciones de tribus como la de los bereberes.

El emirato dependiente

Abderramán I se proclamó emir y tuvo que hacer frente a una situación inestable tanto en el interior como en el exterior.

El califato de Córdoba

Abderramán III se proclamó califa. Posteriormente se impuso la figura de Almanzor, perdiendo poder los califas, que fijaron su residencia en la ciudad palacio de Medina Azahara.

Los reinos de taifas e imperios norteafricanos

Al-Ándalus se dividió en veinte pequeños estados independientes, también llamados «taifas». Era el momento en el que los cristianos estaban comenzando el proceso histórico que conocemos como «Reconquista», y que supondrá la recuperación de los territorios que habían estado bajo dominio musulmán. El punto de inflexión en todo este proceso será la batalla de las Navas de Tolosa, en la que los musulmanes fueron derrotados por los reinos cristianos. Así, el reino nazarí de Granada se convirtió en el último reducto del Islam en la Península.

La Reconquista

Pelayo obtuvo su primera victoria sobre los musulmanes en la batalla de Covadonga, en un hecho histórico que marca el inicio de la Reconquista. La zona cristiana se dividió en los siguientes reinos y otras estructuras políticas:

  • Reino de León: Alfonso III ocupó a finales del siglo IX los territorios entre la Cordillera Cantábrica y el río Duero y se trasladó la capital a León.
  • Condado de Castilla
  • Condados catalanes
  • Reino de Navarra: Debemos destacar la ya citada conquista por Alfonso VI en Toledo. Los almohades fueron derrotados en la batalla de las Navas de Tolosa.

Fernando III el Santo y Alfonso X el Sabio ocuparon Extremadura, el valle del Guadalquivir y Murcia. El rey Jaime I de Aragón conquistó las Baleares y Valencia. A finales del siglo XIII el dominio musulmán se limitaba al reino de Granada.

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