La Revolución de Asturias y sus Consecuencias
Se trataba de una revolución socialista, en la que los revolucionarios tomaban todo el poder en sus manos. Los obreros se organizaron y destituyeron a todas las autoridades. Hicieron públicas todas las empresas, que pasaron a ser mantenidas por los obreros de producción, y consiguieron cubrir los servicios sociales. El Gobierno se vio obligado a enviar a las tropas de la Legión y al Cuerpo de Regulares al mando del general Franco. Los legionarios fueron acabando con la revolución casa por casa, con un balance de más de 1300 muertos, el doble de heridos, fusilamientos sin juicio, torturas, y más de 30 000 presos políticos. Entre los detenidos se encontraba Companys, Azaña (que no había intervenido en la revolución) y los principales dirigentes socialistas.
El Gobierno Radicalcedista y la Crisis Política
A partir de los sucesos de Asturias, la derecha interpretó la revolución como la confirmación de que el movimiento obrero preparaba una revolución socialista. El Gobierno radicalcedista continuó su programa reaccionario. Se decretó la suspensión del Estatuto de Cataluña por su participación en la revolución de 1934 y se aprobó una nueva Ley de Reforma Agraria que significaba una auténtica contrarreforma. Todas estas reformas fueron promovidas por un Gobierno débil, en permanente situación de crisis. Surgió una coalición antirrepublicana, el Bloque Nacional, dirigida por Calvo Sotelo, que defendía un Estado autoritario similar al fascista. Gil Robles y Calvo Sotelo comenzaron a explorar la posibilidad de un golpe militar. Gil Robles, como ministro de Guerra, colocó a Franco como jefe del Estado Mayor y a otros generales partidarios del golpe, como Goded, Mola o Fanjul, en los principales puestos de mando. En la izquierda reclamaban la disolución de las Cortes y nuevas elecciones para salvar la República. La crisis definitiva del Gobierno derechista se desencadenó tras el escándalo del estraperlo, un caso de soborno a altos cargos a cambio de una autorización para introducir máquinas de juego en los casinos. Tras el escándalo, José María Gil Robles exigió todo el poder. Alcalá Zamora se negó, disolvió las Cortes y convocó nuevas elecciones. Según la Constitución de 1931, existía la posibilidad de destituir al presidente si este disolvía las Cortes dos veces.
Las Elecciones de 1936 y la Formación del Frente Popular
Dos grandes bloques electorales se perfilaban. Todos los partidos republicanos, toda la izquierda y los nacionalistas se unieron formando una gran coalición llamada ‘Frente Popular’. Destacan el PSOE, Izquierda Republicana de Azaña, Esquerra Republicana de Cataluña de Companys, el PCE de Dolores Ibárruri-La Pasionaria y el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). Incluso la CNT, que tradicionalmente pedía la abstención, pidió el voto para el Frente Popular para evitar el triunfo del fascismo. Su programa político era:
- Amnistía para los represaliados y los presos políticos.
- Recuperar la Constitución de 1931 con todas sus garantías.
- Recuperar las reformas del Bienio Reformista.
La derecha se presentó desunida. Destacan la Falange Española, fundada por José Antonio Primo de Rivera, la CEDA de José María Gil Robles y el Bloque Nacional de Calvo Sotelo.
La Victoria del Frente Popular y el Camino a la Guerra Civil
Las elecciones dieron la victoria al Frente Popular. Ya el mismo día, Gil Robles, Calvo Sotelo y Franco pidieron la anulación de los resultados y la declaración del estado de guerra, pero los grupos militares de la izquierda liberaron a gran parte de los presos políticos. Tras las elecciones, formó Gobierno Azaña y puso en marcha el programa del Frente Popular. Decretó una amplia amnistía para los presos políticos; se restableció el Estatuto catalán y el Parlament; se reanudó la reforma agraria, acelerada por la ocupación ilegal de tierras por los campesinos, lo que provocó luchas entre campesinos y terratenientes apoyados por la Guardia Civil; y ante la posibilidad de un golpe de Estado, trasladó a los principales mandos del ejército sospechosos. Franco fue trasladado a Canarias, Goded a Baleares y Mola a Pamplona, donde entró en contacto con las milicias armadas carlistas (los ‘requetés’). Alcalá Zamora fue destituido y Manuel Azaña ocupó la presidencia de la República y Casares Quiroga se convirtió en jefe de Gobierno.
La Conspiración y el Estallido de la Guerra
Con la victoria del Frente Popular, los líderes de la derecha llegaron a la conclusión de que solo un golpe militar podía evitar lo que consideraban una inminente revolución socialista. Gil Robles, Calvo Sotelo y José Antonio iniciaron contactos con Mussolini para pedir ayuda material y económica. Tras un primer intento, tomó el mando de la conspiración el general Mola. El clima de enfrentamientos fue en aumento y las milicias falangistas asesinaron a líderes de la izquierda. Los partidos de la izquierda constituyeron una milicia armada y contestaron a los atentados. El 12 de julio, un grupo fascista asesinó al teniente José del Castillo, a lo que contestaron con el asesinato de Calvo Sotelo. El 17 de julio se sublevó el ejército en Marruecos, dando comienzo a la Guerra Civil.