Expansión Territorial de los Reyes Católicos
La expansión territorial de los Reyes Católicos se centró en tres áreas principales:
- Península Ibérica: Incorporaron el reino nazarí de Granada (1492) y el reino de Navarra (1512) a Castilla.
- Mediterráneo: Para frenar el avance musulmán, conquistaron enclaves en el norte de África (Melilla, Túnez, Argel, Trípoli) y recuperaron el Rosellón frente a Francia. Además, incorporaron el reino de Nápoles a la Corona aragonesa.
- Atlántico: Finalizaron la conquista de Canarias (1496) e iniciaron la expansión en América tras el descubrimiento de Colón (1492).
La Conquista de Granada: Fin de la Reconquista e Inicio de la Expansión Global
La toma de Granada en 1492 marcó el fin de la presencia islámica en la Península, permitiendo a Castilla iniciar su expansión marítima, incluyendo el descubrimiento de América. Además, fue una respuesta al avance otomano tras la caída de Constantinopla en 1453, fortaleciendo a la cristiandad frente a la expansión musulmana en Europa.
Expansión Atlántica y el Tratado de Tordesillas
La política de expansión de los Reyes Católicos hacia el Atlántico se centró en la conquista definitiva de Canarias (1496) y en la financiación del viaje de Colón, quien descubrió América en 1492. Para evitar conflictos con Portugal, firmaron el Tratado de Tordesillas (1494), dividiendo las nuevas tierras. Simultáneamente, para frenar el avance musulmán, impulsaron la conquista de enclaves estratégicos en el norte de África, como Melilla, Túnez, Argel y Trípoli, estableciendo presidios.
La Monarquía Autoritaria: Poder y Límites
Un Gobierno con Poder Limitado por Nobleza y Clero
La monarquía autoritaria concentraba el poder, pero estaba limitada por la nobleza, el clero y las cortes, órganos consultivos que representaban a los tres estamentos y aprobaban impuestos.
Cortes: Espacio de Discusión y Alianza con la Burguesía
Las cortes, surgidas en León (1188), fueron un contrapeso al rey y permitieron a la burguesía apoyar a la monarquía frente a la nobleza.
Felipe II: Hegemonía Hispánica
Aunque ambos defendieron el catolicismo, Felipe II abandonó el proyecto de «Universitas Christiana» de su padre, Carlos I, y se centró en consolidar la hegemonía de la Monarquía hispánica en Europa. Esto se debió a que no heredó el título imperial y al fracaso de la unidad cristiana tras la consolidación del protestantismo en Alemania, Flandes e Inglaterra.
El Gobierno de los Validos en el Siglo XVII
En el siglo XVII, bajo los Austrias Menores (Felipe III, Felipe IV y Carlos II), los validos, personas de máxima confianza del rey, asumieron gran parte del poder, suplantando al monarca en las tareas de gobierno. Figuras como el duque de Lerma y el conde-duque de Olivares ejercieron una influencia decisiva, pero su gestión se caracterizó por el nepotismo, la corrupción y el interés personal, contribuyendo a la crisis de la Monarquía hispánica.
Causas de la Guerra de Sucesión Española
La Guerra de Sucesión Española (1701-1714) se desató tras la muerte sin descendencia de Carlos II, quien en su testamento nombró heredero a Felipe de Anjou, de la dinastía Borbón. Esto generó oposición de los partidarios del archiduque Carlos de Habsburgo, respaldado por potencias europeas como Inglaterra y Holanda, que temían un desequilibrio continental si Felipe gobernaba España y Francia. En España, Castilla apoyó a Felipe por la influencia de Luis XIV, mientras que la Corona de Aragón se alineó con el archiduque, opuesta al centralismo borbónico. El conflicto tuvo tanto dimensión nacional como internacional.
Política de Unidad Religiosa de los Reyes Católicos
La política de unidad religiosa de los Reyes Católicos buscó imponer el cristianismo como única religión en sus dominios. En 1492, se obligó a los judíos a convertirse o ser expulsados, mientras que en 1502 se impuso lo mismo a los mudéjares. Muchos judíos optaron por el exilio, mientras que la mayoría de los mudéjares se convirtieron públicamente al cristianismo, siendo llamados moriscos. Tanto los conversos judíos como los moriscos siguieron siendo marginados y, en muchos casos, mantuvieron sus prácticas religiosas en secreto, lo que los hizo objeto de persecución por la Inquisición.
Consecuencias de la Guerra de Sucesión Española
La Guerra de Sucesión Española (1701-1714) se originó tras la muerte sin descendencia de Carlos II, quien designó a Felipe de Anjou, de la dinastía Borbón, como su sucesor. Esto generó un conflicto con el archiduque Carlos de Habsburgo, apoyado por una coalición internacional liderada por Inglaterra y Holanda, que temía el fortalecimiento de la alianza franco-española. La guerra finalizó con la Paz de Utrecht (1713) y el Tratado de Rastatt (1714), que confirmaron a Felipe V como rey de España, pero España perdió sus territorios europeos. Inglaterra ganó Gibraltar, Menorca y privilegios comerciales en América, consolidándose como potencia hegemónica, mientras España quedó relegada en el escenario internacional.
Los Tratados de Utrecht y Rastatt: Reconfiguración Europea
Los Tratados de Utrecht (1713) y Rastatt (1714) confirmaron a Felipe V como rey de España, pero España perdió sus territorios en Italia y los Países Bajos del sur. Estos se repartieron entre Saboya y Austria. Además, Felipe renunció a sus derechos al trono francés. Inglaterra obtuvo Gibraltar, Menorca y privilegios comerciales en América, consolidando su hegemonía. España quedó relegada a un papel secundario en la política internacional.
Los Decretos de Nueva Planta y la Unificación de España
Los Decretos de Nueva Planta, promulgados por Felipe V tras la Guerra de Sucesión, abolieron los fueros e instituciones propias de Aragón, Valencia, Cataluña y Mallorca, que habían apoyado al archiduque Carlos. Estos territorios fueron reorganizados bajo el modelo centralista de Castilla, consolidando un Estado unificado y centralista. Navarra y el País Vasco mantuvieron sus fueros, pero el resto del territorio adoptó una estructura uniforme, marcando el inicio de una España políticamente unificada.