Causas de la Emancipación Hispanoamericana
La crisis en la que estaba inmersa España durante el siglo XVII alentó el progresivo distanciamiento de Hispanoamérica respecto de la metrópoli. La reducción de los contactos impulsó el intercambio comercial entre las distintas regiones americanas y la menor dependencia con respecto a España. También se redujo la emigración desde la Península. Los criollos afianzaron y acrecentaron su poder económico, social y religioso; es más, cuando estuvieron sólidamente asentados, empezaron a reclamar también el poder político.
Las reformas borbónicas del siglo XVIII no fueron bien acogidas entre los sectores criollos. En el plano político, el absolutismo monárquico de los Borbones chocaba con las ideas ilustradas, ampliamente difundidas en el territorio americano, y en el administrativo, se habían creado dos nuevos virreinatos (Nueva Granada y Río de la Plata) a cuyo frente se designó a peninsulares dirigidos desde la metrópoli.
La reforma del ejército, que integró en un solo cuerpo a profesionales peninsulares y a las milicias locales, permitió que la influencia social de los criollos que las integraban se incrementara y que, con el tiempo, acabaría enfrentándose a la metrópoli.
En el plano económico, la creación de sociedades comerciales para fomentar la explotación económica de una región con carácter de monopolio también se granjeó la oposición de los grupos locales.
A este hecho, hay que añadir las crecientes dificultades para la comunicación con la metrópoli, derivadas de la derrota española en Trafalgar y, la independencia de los EEUU y la Revolución Francesa, cuyos idearios liberales alentaron a los deseos independentistas del resto del continente americano.
El Proceso de Independencia Hispanoamericana
Primera Etapa (1808-1815)
El vacío de poder creado en España tras la abdicación de Fernando VII y la invasión francesa, impidió temporalmente que la metrópoli se ocupara de otros asuntos que no fueran nacionales.
Después de la invasión napoleónica se organizaron, también en las colonias, Juntas leales a Fernando VII. Pronto esas Juntas, controladas por criollos, actuaron con independencia de la autoridad de los virreyes.
Esta primera etapa se caracterizó por el enfrentamiento entre los independentistas y los sectores fieles al monarca. Esta terminó con el triunfo de las tropas realistas, aunque quedaron establecidos los principales focos desde los que se llevaría a cabo la lucha posterior: Caracas y Buenos Aires.
Segunda Etapa (1815-1824)
Una vez estuvo instalado Fernando VII en el trono, el ejército de la metrópoli se dedicó a combatir a los independentistas. En este contexto destacaron dos figuras: el general argentino San Martín (que partiendo de Buenos Aires liberó a Argentina, Chile y Perú) y Simón Bolívar (caraqueño que, aliado con los británicos, logró la independencia de Venezuela, Bogotá y Quito).
No hay que olvidar la importancia del apoyo que las potencias extranjeras prestaron a los movimientos independentistas. Gran Bretaña contribuyó con armas y capitales, y EEUU se apresuró a reconocer la independencia de México y de Colombia.
El proceso de independencia mexicano comenzó como una revuelta social dirigida por Miguel Hidalgo, el cura de Dolores, que había forzado la unión de peninsulares y criollos. Ambos grupos aprobaron el Plan de Iguala, por el que se establecía una monarquía constitucional que garantizaba la independencia de México. El plan fue respaldado por España.
Al finalizar el reinado de Fernando VII, el proceso emancipador americano prácticamente había concluido; tan solo Cuba y Puerto Rico daban testimonio del antiguo imperio colonial español en América.
El Reinado de Fernando VII en España
El Sexenio Absolutista (1814-1820)
En diciembre de 1813 se firmó, con el consentimiento de la Regencia, el Tratado de Valençay, que ponía fin a la guerra con Francia y Fernando VII se comprometía a acatar la Constitución de 1812. Tres meses más tarde, en marzo de 1814, Fernando VII regresó a España.
Los contactos del monarca con diputados absolutistas, nada más llegar a España, pusieron de manifiesto el talante reaccionario del Rey, reacio a aceptar la legitimidad de las Cortes de Cádiz y la Constitución y dispuesto a restaurar el orden absolutista que existía antes de la Guerra de la Independencia.
El monarca retrasó todo lo que pudo la jura de la Constitución y abrió la puerta hacia el absolutismo al firmar el Real Decreto de 4 de mayo de 1814. Este documento contó con el apoyo de los sectores más conservadores del ejército y de la Iglesia, suponiendo un verdadero golpe de estado contra el régimen liberal, al anular la Constitución de 1812 y disolver las Cortes. También influyó la redacción del Manifiesto de los Persas, por el que 69 diputados solicitaban a Fernando VII el retorno al Antiguo Régimen.
Fernando VII gobernó a su antojo. Las decisiones importantes de gobierno correspondieron a una camarilla de personajes allegados al Rey que actuaron como un verdadero gobierno en la sombra. Si desde el punto de vista político, las medidas adoptadas por Fernando VII sufrieron un retroceso, desde el económico la situación no fue mejor.
La Guerra de la Independencia significó la ruina de la agricultura y la destrucción y el desmantelamiento de la escasa industria nacional. El contexto se agravó como consecuencia de las luchas de las colonias americanas por su independencia.
La política económica, lejos de solucionar los problemas, los empeoró. Su negativa a desamortizar bienes eclesiásticos y la oposición de los estamentos privilegiados a establecer un sistema de contribución proporcional a las rentas de cada contribuyente condujeron a la Hacienda pública a una situación muy comprometida.
Consecuencias del Sexenio Absolutista:
- La burguesía comercial e industrial del país, por su incapacidad para frenar el proceso de independencia de América.
- Parte del campesinado, por la paralización del proceso desamortizador emprendido años atrás por las Cortes de Cádiz y por la restauración del diezmo.
- Parte del ejército. La preferencia que mostraron hacia él los oficiales de origen aristocrático.
Por supuesto, tampoco contaba con el favor de los sectores liberales, que perseguidos e incapaces de encauzar sus reivindicaciones políticas por vías legales, buscaron el apoyo militar para poder alcanzar el poder.
El Trienio Liberal (1820-1823)
La sublevación del coronel Rafael de Riego en Cabezas de San Juan (Sevilla) al frente de un ejército que tenía como misión embarcar hacia América para contener el movimiento independentista, inauguró un nuevo periodo en la vida política española. Después de varios meses de la sublevación de Rafael de Riego, esta triunfó a duras penas, pero el temor del rey y la debilidad de los sectores reaccionarios del régimen absolutista terminaron cediendo a los empujes de los liberales. Nuevamente en el poder, los liberales pusieron en marcha una política que recuperaba parte de la obra de las Cortes de Cádiz. Para ello, las medidas que se tomaron fueron de variada naturaleza.
Medidas del Trienio Liberal
- En materia religiosa: se suprimieron la Compañía de Jesús y la Inquisición. Se suprimieron los diezmos y se puso en práctica una política desamortizadora, que afectó, sobre todo, a los bienes de la Inquisición y de las órdenes extintas.
- En materia económica: las medidas más importantes que se adoptaron fueron la supresión de los mayorazgos y los señoríos.
- En materia política: lo más sobresaliente fue la recuperación de la legislación liberal anterior a 1814, que garantizaba los derechos y las libertades de los ciudadanos y el restablecimiento de la libertad de imprenta.
Fernando VII se vio obligado a jurar la Constitución de 1812 tras el pronunciamiento del militar Riego, pero desde el primer día conspiró de forma continuada contra los liberales.
Además de esto, Fernando VII mantuvo conversaciones secretas con las potencias de la Santa Alianza para conseguir una intervención militar que restaurase el orden absolutista.
Las potencias absolutistas, reunidas en el Congreso de Verona, decidieron enviar un ejército que acabara con la experiencia liberal española y restableciese la soberanía del monarca.
La Década Absolutista (1823-1833)
En el verano de 1823, un ejército francés, mandado por el duque de Angulema, penetró en territorio peninsular y, sin apenas resistencia, repuso a Fernando VII como monarca absoluto. Este período comenzó, al igual que el Sexenio Absolutista, con una política de represión dirigida contra los liberales, muchos de los cuales fueron ejecutados o tuvieron que exiliarse. A lo largo de la década, el régimen fernandino tuvo que hacer frente a una oposición procedente, tanto del bando liberal como de los sectores más reaccionarios del absolutismo, descontentos por la política transigente que, a su juicio, el monarca mantenía con los liberales.
Los medios que utilizaron liberales y apostólicos (absolutistas radicales agrupados en torno a Carlos María Isidro, hermano del rey) para oponerse al régimen fueron los pronunciamientos.
El régimen pretendió aparentar que no era inmovilista y, de la mano de absolutistas moderados como Cea Bermúdez, se emprendieron numerosas reformas administrativas.
En el ámbito económico, la situación de esta década podría calificarse de desesperada, sobre todo en lo que se refiere a la Hacienda real, aquejada por un incremento continuo de la deuda pública y por falta de una adecuada política.
Entre los importantes problemas, tanto de índole económica como política, que aquejaban al reino, el problema sucesorio es el que acapara la máxima atención.
Desde 1713, cuando Felipe V instauró la Ley Sálica, las mujeres no podían acceder al trono español. Esta situación cambió cuando en 1830, Fernando VII publicó la Pragmática Sanción, por la que se anulaba este precepto.
A pesar del malestar que produjo este hecho entre los sectores absolutistas, agrupados en torno al infante Carlos María Isidro, la falta de un heredero convertía a este último en el sucesor de Fernando VII. La situación cambió de forma radical en abril de 1830, con el nacimiento de la infanta Isabel, hija de Fernando VII y su cuarta mujer, María Cristina.
El empeoramiento de la salud del monarca y la necesidad de esclarecer la cuestión sucesoria estimularon el enfrentamiento de las dos tendencias: los absolutistas más reaccionarios, partidarios del hermano del rey; y los absolutistas más moderados y los liberales, partidarios de la infanta Isabel.
En septiembre de 1832 el Rey, gravemente enfermo, derogó la Pragmática Sanción y estableció la Ley Sálica; sin embargo, esta rectificación fue neutralizada por los sectores absolutistas más moderados que, asociados con los liberales, consiguieron que el problema sucesorio se resolviese a favor de la infanta Isabel.
Pero el ascenso al trono de Isabel no resolvió el problema, que derivó hacia una guerra civil entre carlistas (partidarios del infante Carlos María Isidro) y los isabelinos (partidarios de la futura reina Isabel). Estas contiendas son conocidas como las guerras carlistas.