Fairbanks, John King. China, una nueva historia. Editorial Andrés Bello, Santiago, 1996, pp. 413-509.
1. Control del Estado y del Campo por la República Popular China entre 1949 y 1958
Antes de comenzar a desarrollar y describir el periodo de la República Popular China (RPCh), es importante señalar que en el Estado chino, el control de la población por parte de los gobernantes y los burócratas usualmente había sido la base de la paz, el orden, la prosperidad y el poder.
La llegada al poder del Partido Comunista Chino (PCCh) fue liderada por Mao Zedong, quien instauró un gobierno en China del Norte. El Ejército de Liberación Popular se extendió en primer lugar por China del Sur y del Sudoeste por tratarse de áreas recientemente liberadas. Se dividió el país en seis cantones o regiones administrativas, siendo inicialmente administradas por comisiones militares que fueron abolidas en 1954.
El nuevo gobierno del PCCh comenzó a instaurar distintas decisiones. La primera fue mantener en sus puestos a la mayor parte de los funcionarios locales del Kuomintang. La segunda medida fue controlar la inflación mediante el uso concertado de diversos mecanismos:
- Aprobación de todo el sistema bancario, con lo que se obtenía el control de todo el crédito.
- El establecimiento de asociaciones comerciales a nivel nacional para cada producto importante, con lo cual lograba el control de los bienes.
- El pago al personal en términos de una canasta de mercados, es decir, calculando los salarios no en dinero sino en productos básicos (grano, aceite, ropa, etc.) con lo que se tranquilizaba al pueblo.
Con todas estas medidas se logró un equilibrio en el flujo de bienes y dinero, y la inflación se redujo a cerca de un 15% anual. El sentimiento público en las ciudades después de 1949 era de euforia en su fase inicial, y se fundaba en una creciente confianza en el PCCh. Se veía un gobierno dedicado, realmente abocado a una labor de limpieza, no sólo de los canales de desagüe y las calles, sino también de mendigos, prostitutas y criminales de poca monta, todos los cuales eran sometidos a rehabilitación. Todos veían una “Nueva China” próspera, idealista y ambiciosa. Sólo más adelante se darían cuenta de que los fundamentos de la tierra prometida eran la manipulación y el control sistemático. Poco a poco, la organización del PCCh penetraría en la sociedad, establecería modelos de conducta, prescribiría el pensamiento permitido y suprimiría las desviaciones individuales.
Para el PCCh, la tarea más importante era eliminar los malos elementos y modernizar el aparato estatal en sí mismo. Entre 1951 y 1952 se desarrolló la campaña de los Tres Antis (anti-corrupción, anti-desperdicio y anti-burócrata). Uno de los objetivos del gobierno en temas de corrupción, soborno y evasión de impuestos era asumir el control de las fábricas y forzar a los capitalistas a entregar el capital. Esto se pudo llevar a cabo por dos mecanismos que lo hicieron posible:
- Nuevo Frente Unido (1949), creado a través de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino como el principal organismo público.
- Campañas masivas que se valían de la estructura de las organizaciones de masas.
Mientras estas medidas se llevaban a cabo en las ciudades y en la economía moderna, en el campo la reforma agraria constituía un proceso paralelo. En el campo se estaba llevando a cabo una campaña para dotar a todos los aldeanos de su estatus de clase, derribar a los terratenientes y elevar al trabajador sin tierras, desde antes del control comunista de 1949.
En 1954 se estableció una constitución del Estado, la que reemplazó el programa común y condujo la fase de la nueva democracia del desarrollo chino a un abrupto final. El resultado neto fue el fortalecimiento del Consejo Administrativo Gubernamental con sus más de cincuenta ministerios. La administración se convirtió en el brazo ejecutivo del partido. La coordinación se aseguraba mediante la condición del miembro dual.
Los militares y las fuerzas de seguridad pública por lo general se mantuvieron bajo el control partidario. Los ejércitos estaban bajo el mando de la Comisión de Asuntos Militares, encabezada por Mao, mientras que la seguridad pública se hallaba sujeta al control del partido y de un ministerio. En otras palabras, a la policía secreta no se le permitió constituir un escalafón estatal separado ni un feudo independiente capaz de aterrorizar al resto de la administración tanto como al pueblo. Por su naturaleza, la fuerza militar formó una casta separada.
Una vez que se consolidó el gobierno del Estado, el siguiente logro fue la colectivización de la agricultura. En China, el PCCh fue desde un comienzo una organización rural, cercana a los aldeanos y dependiente de ellos, y supo cómo avanzar paso a paso hacia su objetivo final. Se desarrollaron tres movimientos para lograr el objetivo en la reforma agrícola:
- Reunir al campesinado en mutuales.
- Establecer cooperativas de producción agrícola, en las cuales los agricultores no sólo ponían en común sus tierras y equipos, sino que obtenían una retribución proporcional.
- Cooperativización, que pasó desde el nivel inferior de las cooperativas de productores agrícolas al nivel superior.
El Estado bajo la República Popular penetró en las masas hasta el nivel de la familia, la que ahora formaba parte de una CPA o, después, de un equipo de producción. Así, la organización de las zonas rurales llegó a ser muchísimo más completa que en cualquier otra tentativa previa en la historia china. En efecto, el agricultor ya no poseía ni arrendaba tierras; tampoco disponía de su trabajo ni de su producto. Se encontró caracterizado con un cierto estatus de clase y obligado a participar en actividades laborales, reuniones y otros trabajos colectivos en los que se basaba su subsistencia.
El acontecimiento más relevante en este ámbito fue el surgimiento de una nueva élite desde la sociedad campesina, personificada por los cuadros de la organización del PCCh.
En 1958, una vez completada la estructura de colectivización, el agricultor individual se encontró sujeto a seis niveles diferentes de administración: en la cima estaba la provincia, seguida por la prefectura, el condado, la comuna, la brigada y el equipo de producción.
Sobre esta estructura global, el Estado instituyó ahora el monopolio del grano, procurando y distribuyendo el alimento básico en todo el país. Este monopolio regulaba los precios y le indicaba al agricultor qué producir y en qué cantidad. El grano se daba para cierto lugar, por lo que no se podían mover de sus tierras.
Para poder mantener este sistema se tuvieron que llevar a cabo dos principios:
- Mantener el impuesto agrícola estatal en el mínimo.
- Establecer un tope más allá del cual la cosecha era considerada un “excedente”, vendiéndoselo al Estado en un valor que este había fijado, bajo el precio del mercado.
En el plano de la industria se implementó el Plan Quinquenal, un plan para la industrialización y la economía. El dinero, la técnica y las maquinarias provinieron de la Unión Soviética, lo que dejó en una crisis muy grande a China.
2. El Gran Salto Adelante (1958-1960)
El Gran Salto Adelante es el período histórico que se abrió a mediados de los años cincuenta en China, que puso al socialismo en debate y fue decisivo en su trayectoria histórica. En el Gran Salto Adelante podemos observar diversos factores involucrados. En primer lugar, eran notorios rasgos de la herencia china, entre los que encontramos las autoridades estatales y la docilidad del campesinado chino. El pueblo confiaba en el Presidente Mao.
La colectivización de la agricultura en 1955-56 evolucionó de manera mucho más rápida de lo previsto, hasta que se descubrió que muchas cooperativas de productores agrícolas en realidad habían sido inauguradas en forma demasiado prematura y no estaban en condiciones de operar como se aseguraba que lo hacían.
A fines de 1957, el PCCh reconoció de manera dramática que el modelo estalinista de desarrollo industrial no era el adecuado para las condiciones chinas. Ello significó el impulso para el Gran Salto Adelante. A pesar de la colectivización universal, la producción agrícola no experimentó un crecimiento notable.
Mao Zedong planteó como solución que el campo se transformara y que la producción agrícola podía aumentar mediante la masiva organización de la fuerza laboral rural. El incentivo sería la misma determinación revolucionaria que contribuyó al éxito del liderazgo del PCCh. Se podía prometer un crecimiento económico, pero se reducirían los incentivos materiales; la abnegación y el fervor ideológicos se enfatizarían.
El Gran Salto introdujo la pequeña industria en las áreas rurales, aplicando la tecnología y movilizando la mano de obra como nunca antes. No obstante, los resultados inmediatos fueron caóticos y poco lucrativos.
El año 1959 fue un año de problemas con el clima y malas decisiones, lo que provocó una hambruna de gran magnitud. A comienzos de 1959 se tendió a dejar de lado el programa del Gran Salto Adelante. Sin embargo, una vez que comenzaron a surgir cuestionamientos en torno a los resultados obtenidos, aquél volvió al primer plano.
Se creó una nueva Campaña Antiderechista en contra de los críticos de la estrategia del Gran Salto Adelante. La campaña a su vez gatilló una renovación del Gran Salto Adelante en 1959, que exacerbó sus desastrosas consecuencias. El crimen más grave de este periodo fue el aumento en las requisiciones de grano exigidas a los aldeanos, justo en el momento en que estos tenían más problemas en recolectar sus cosechas debido a la desviación de la fuerza laboral hacia obras públicas, y también a causa del mal clima. El resultado neto de esta determinación fue que la masa popular en ciertas áreas debió subsistir sólo con la mitad o incluso con la quinta parte de su abastecimiento usual de grano.
El fanatismo de los administradores rurales del Gran Salto Adelante continuó oponiéndose a los puntos de vista técnico-económicos de los administradores y los ministerios centrales urbanos. Esta prolongación del Gran Salto Adelante produjo otra caída en la producción, tanto en la industria pesada como en la industria liviana de bienes de consumo. En 1960, la economía china era un caos, y el Gran Salto Adelante sólo una gran catástrofe cuyo responsable era el Presidente Mao. Este incluso debió asumir que no sabía casi nada de economía.
La idea planteada por Mao de sacar adelante a China hizo que los campesinos trabajaran durante todo el día para superar sus propios récords de trabajo. Los cuadros que estaban a cargo en el lugar seguían informando cifras de producción totalmente irreales.
Como nos señala el autor a modo de síntesis, a comienzos de la década de 1960 no existía movimiento laboral alguno que pudiera causar preocupación al régimen, y tal era la dependencia de los trabajadores estatales de sus lugares de trabajo que usualmente ello bastaba para mantenerlos bajo control. De este modo, la fuerza laboral esencial en la industria pesada y otras empresas estatales quedó bajo el yugo del Estado y del partido.
Debido a la hambruna, explotación laboral, entre otras cosas, el partido había sufrido un notable desprestigio entre la gente, aumentando la corrupción y la moral estaba baja. La mayoría de los nuevos presidentes de comités, secretarios, contadores, entre otros, comenzaron a tratar despóticamente al campesinado. Para evitar y combatir estos males, el PCCh dispuso la estrategia de enviar cuadrillas de trabajo formadas por cuadros externos para rectificar la conducta de los cuadros locales.
El Gran Salto Adelante había encarado un doble problema: cómo hacer que el hombre común recibiese educación a través de nuevas instituciones, mientras se continuaba instruyendo a la necesaria élite en el sistema establecido de escuelas secundarias y universidades. El nuevo esfuerzo ahora se centraba en la creación de escuelas “de trabajo y estudio”. Este gran esfuerzo fue todo un fracaso, ya que el principal obstáculo fue la carencia de personal debidamente entrenado en materias específicas: simplemente no existían.
La separación chino-rusa tuvo lugar por etapas, a fines de la década de 1950. El distanciamiento comenzó cuando Nikita Jruschov se volcó a criticar abiertamente el Gran Salto Adelante. En ninguna de sus dos visitas a China logró entenderse con Mao.
Hacia 1963, este altercado entre ambos partidos (PCCh y PCUS) se dio a conocer al mundo. La dispersión de filas fue todo lo amarga que podía ser, puesto que, como sectarios que eran, el PCCh y el PCUS alguna vez compartieron una fe común, y ahora cada uno veía que el otro la traicionaba.
El Gran Salto Adelante fue un periodo que trajo para los años 50 y 60 modernismo, gente joven desarraigada del pasado. En la historia china, el Gran Salto Adelante también parece una versión moderna de las colosales obras públicas de antaño.
Los logros del Gran Salto Adelante en la construcción de represas, diques y canales de riego constituyeron la forma más reciente de esta antigua práctica.
3. La Revolución Cultural China (1966-1976)
La última década de Mao, desde 1966 hasta 1976, fue testigo de una lucha política interna que convulsionó a China, significó una constante amenaza para el resto del mundo y originó una espantosa destrucción.
Para entender la Revolución Cultural estamos obligados a imaginar una sociedad que puede ser dirigida por un Gran Líder y una dictadura del partido, simplemente porque los ciudadanos son pasivos respecto de los asuntos públicos y obedientes ante la autoridad. Los derechos humanos allí no existen, pues se les ha enseñado que afirmar su existencia sería egoísta, antisocial y, por ende, innoble.
Un punto de partida para comprender la Revolución Cultural es reconocer que Mao Zedong había adquirido algunas de las prerrogativas de un emperador. El porqué debió prácticamente destruir el partido que él mismo formó, poniendo en peligro toda la revolución.
Mao, por su larga experiencia rural, conocía las dificultades de los campesinos chinos en su lucha por lograr un buen nivel de vida. Sin embargo, una vez que Mao estuvo en el poder, el ideal de su “liberación” dio paso a la obvia necesidad de utilizarlos para construir China bajo el liderazgo y control del PCCh.
El temor de Mao de que la revolución popular estuviera perdiendo el rumbo en China se intensificó con el espectáculo que estaba brindando la URSS.
La nominación nominal de la Revolución Cultural fue de tres años, desde comienzos de 1966 hasta abril de 1969. Sin embargo, muchos señalan que el tipo de actividades que la caracterizaron continuó, de hecho, durante toda una década, hasta 1976.
Mao tuvo dos carreras: fue un líder rebelde, y fue también un emperador en versión moderna. Como en China el poder iba en forma vertical, una vez que asumió el poder del PCCh se tornó sacrosanto. Esta singular forma de pensar del pueblo chino, posibilitaron a Mao el considerar la aparición de las élites como un fracaso de la revolución, cuyo remedio debía ser el resurgimiento del igualitarismo, aun cuando ello pudo intentarse sólo gracias a la desigualdad de Mao.
Mao deseaba utilizar el enfoque de la línea de masas, mediante el cual el partido debía responder a las preocupaciones de los campesinos. A este nuevo estilo de gobierno orientado hacia abajo podía contribuir la descentralización de la administración. El objetivo del gobierno debía ser el bienestar y el adoctrinamiento de las masas campesinas, no sólo el antiguo lema del movimiento de autorreforzamiento, “un Estado rico y un ejército fuerte”.
Mao llevó a cabo un ataque instintivo contra la clase dirigente, aun cuando él mismo había ayudado a conformarla. Su razonamiento se centraba en su análisis de la lucha de clases, la que según él aún continuaba bajo el socialismo. Al parecer, Mao también tenía en mente la idea de que la juventud estudiantil podía ser movilizada para atacar los males en los círculos dirigentes y purgar a China del revisionismo.
La Revolución Cultural, al igual que la Campaña de las Cien Flores y el Gran Salto Adelante, se transformó en algo que él jamás había imaginado.
La capacidad de Mao para promover la Revolución Cultural descansaba en primer lugar en el apoyo de las fuerzas armadas. En el Ejército de Liberación Popular, la disputa entre el profesionalismo militar y la ideología política era de larga data. El PCCh contó desde un comienzo con un grupo entrenado y sofisticado de comandantes centrales, dedicados a la especialización, la organización y la disciplina propias de un ejército verdaderamente profesional.
El Ejército Regional de Liberación Popular interpretó los gobiernos locales y los servicios de seguridad pública y, bajo el mando de Lin Piao, se tornó tanto Rojo como experto. Ello fue lo que proporcionó la base de poder de Mao.
Mao comenzó con una época del terror donde se acusaban a los diferentes oficiales, integrantes del partido o intelectuales. Se movilizó a los estudiantes radicales para atacar a las autoridades universitarias pegando carteles en los muros.
En la segunda fase de la Revolución Cultural, desde agosto de 1966 hasta enero de 1967, el Presidente Mao se convirtió en un gran showman. Mao, a través de diferentes artimañas, obtuvo la legalidad nominal que le permitió impulsar un movimiento de masas en contra del revisionismo de los jerarcas del partido, lo que pronto dio origen al movimiento de los Guardias Rojos.
El movimiento de masa que Mao levantó durante la Revolución Cultural estaba compuesto principalmente por una juventud estudiantil adolescente, esto es, algo muy diferente al de las masas campesinas que habían sido activadas en la colectivización agrícola de mediados de la década de 1950 o en el Gran Salto Adelante entre 1958 y 1960.
En un principio, la Revolución Cultural no afectó mucho al campesinado. En su calidad de movimiento esencialmente urbano, la Revolución Cultural tuvo como protagonistas a los Guardias Rojos desde mediados de 1966 hasta mediados de 1968, año que fueron abolidos. Esta juventud inexperta, que intentaba “aprender la revolución haciendo la revolución”, resultó inmensamente destructiva. Mao vigorizaba a los estudiantes radicales con lemas tales como “Bombardea el cuartel central” y “Aprende la revolución haciendo la revolución”.
Los Guardias Rojos se volcaron hacia actividades destructivas que desembocaron en un brutal reino del terror, irrumpiendo en los hogares de las familias acomodadas, de los intelectuales y funcionarios, destruyendo libros y manuscritos, humillando, golpeando e incluso asesinando a los moradores, y sosteniendo continuamente estar llevando a cabo el ataque revolucionario contra los “Cuatro Viejos”: viejas ideas, vieja cultura, viejos derechos, viejos hábitos. Estos jóvenes estudiantes, muchachos y muchachas por igual, cuyas edades fluctuaban entre los nueve y los dieciocho años, deambulaban por las calles con sus bandas rojas en el brazo, acosando e impartiendo su propia justicia moral a cualquiera que demostrase el menor indicio de extranjerismo o intelectualismo. A través de la movilización de un ataque masivo de la juventud urbana a la jerarquía central del Estado y del partido, Mao y sus seguidores lograron generar un caos que evidentemente esperaban constituyese una saludable revolución.
En enero de 1967, el movimiento por el “asalto al poder” dio inicio a la tercera fase de la Revolución Cultural. Las tomas contaron con la venia de Pekín, y fueron los Guardias Rojos y otros los encargados de llevarlas a cabo en todas las ciudades de China. Los funcionarios fueron expulsados de sus oficinas, sus archivos examinados. Durante todo este tiempo el Ejército de Liberación Popular se abstuvo de intervenir, dejando así que la destrucción continuase.
En julio de 1968, por presiones, Mao disolvió finalmente a los Guardias Rojos, de quienes señaló que habían fracasado en su misión. Después ordenó al ELP completar la formación de comités revolucionarios en todas las provincias. La dispersión de los Guardias Rojos los remitió en gran número al campo, cayendo desde la cima del protagonismo político.
En la cuarta fase de la Revolución Cultural, que va de julio de 1968 a abril de 1969, momento en el cual Mao intentó formar un nuevo Estado. El clímax de la Revolución Cultural puede datarse en abril de 1969, durante el IX Congreso del partido.
En China, el antiintelectualismo vino acompañado por la xenofobia.
Para la mayoría de los chinos, aquellos que vivían en las aldeas, el efecto final de la Revolución Cultural puede sintetizarse en la desilusión respecto del gobierno socialista y en una renovada confianza en la familia.
Los historiadores futuros podrán concluir que el papel de Mao consistió en intentar destruir la perenne bifurcación de China entre un pequeño e instruido estrato gobernante y la enorme masa de la gente común. Aún no sabemos si tuvo éxito o no, ni hasta qué punto. La economía había comenzado su desarrollo, pero la tarea de crear una nueva estructura política quedaría en manos de sus sucesores.
4. Las Reformas de Deng Xiaoping (1978-1988)
Deng Xiaoping era un político chino que se convirtió en el máximo líder de la República Popular China desde 1978 hasta los últimos años de su vida.
Bajo su liderazgo, la República Popular China emprendió las reformas económicas de liberalización de la economía comunista que permitieron a este país alcanzar unas impresionantes medidas de crecimiento económico. Frente a estos éxitos en la economía, Deng ejerció un poder de marcado carácter autoritario, y su papel fue decisivo en la represión violenta de las protestas de la Plaza de Tian’anmen en 1989.
Deng acabaría volviendo a un primer plano de la actividad política tras la muerte de Mao, imponiéndose finalmente al sucesor de éste, Hua Guofeng, en la lucha por el poder. A diferencia de Mao, Deng no promovió un culto a la personalidad en torno a su figura y sus apariciones públicas fueron escasas. Durante los últimos años de su vida, no ocupaba ya ningún cargo político y, aquejado de la enfermedad de Parkinson, apenas podía seguir los asuntos de Estado. Con todo, se le siguió considerando el líder supremo de China hasta su muerte, acaecida el 19 de febrero de 1997.