Transformación Social y Política en España: 1960-1970

El Crecimiento de la Población y los Servicios Públicos

El crecimiento económico provocó un espectacular incremento de la población, el llamado baby-boom. Este crecimiento y la necesidad de formación profesional que exigía el desarrollo económico obligaron a multiplicar el número de escuelas y de institutos. La iglesia no podía cubrir las necesidades, la expansión se centró en la enseñanza pública, que en 1975 atendía al 70%.

En 1963, se modificó el sistema de prestaciones sociales y sanitarias. Su crecimiento, que recayó fundamentalmente sobre las cotizaciones de los trabajadores, permitió extender la red de hospitales. Sin embargo, el sistema hospitalario permaneció masificado y tecnológicamente atrasado. El gasto público en España era escaso y caótico; en otros países, la economía sirvió para mejorar los servicios públicos, mientras que en España las prestaciones educativas, sanitarias y asistenciales eran raquíticas. El elevado crecimiento urbano hizo que las grandes ciudades se convirtieran en áreas metropolitanas y absorbieran suburbios y pueblos periféricos. En 1960 se calcula que había un déficit de un millón de viviendas. Eso no impedía los grandes negocios especulativos, tanto en las zonas ricas como en los suburbios, donde se construían sin infraestructuras.

Indicios de Modernización

La concentración de la población en las grandes ciudades fue variando el modo de vida y la mentalidad, a ello contribuyó la apertura exterior, gracias al contacto con los turistas. Entre las novedades más importantes, fue el lento pero continuo incremento de la población activa femenina. En 1970 alcanzaba ya un total de 2.3 millones de trabajadoras. El acceso de la mujer al trabajo era importante en sí mismo, pero lo era más por el cambio de mentalidad que esto suponía.

En 1956 la televisión estatal comenzó sus emisiones. Su difusión fue rapidísima: en 1969 dos terceras partes de los hogares contaban con receptor. La televisión afectó al modo de vida y al comportamiento social, pese a que la rígida censura excluía cualquier mensaje que pudiera atentar contra los valores cristianos y políticos del régimen. Al terminar la década, la luz eléctrica llegaba ya a casi todo el país. Gran parte de los hogares tenían teléfono y electrodomésticos, aunque el símbolo de la época fue el Seat 600, que permitió a las clases medias acceder al vehículo particular. En 1969 una cuarta parte de las familias tenían coche propio. El veraneo en las zonas playeras comenzaba a ser también corriente en las clases medias. Hacia 1970, la sociedad de consumo había llevado a un cambio de mentalidad profundo. Mientras las clases dirigentes, ultracatólicas y conservadoras, se encasillaban en los valores del franquismo, el resto del país evolucionaba hacia posiciones muy distintas. Síntomas de ello eran la progresiva relajación de la asistencia a los actos religiosos, la introducción de nuevos hábitos de relación social y sexual, y los movimientos culturales que llegaban desde fuera.

Los Frentes de la Lucha Política en los Años Sesenta

Para quienes pensaban que con la mejoría económica se abriría el camino a la apertura política, el desengaño sobrevino rápidamente. El régimen no dio la menor señal de querer variar el férreo control político y la restricción total de las libertades. Las consecuencias fueron inmediatas: se inició un proceso de distanciamiento entre la iglesia y el régimen. Miembros de la jerarquía comenzaron a denunciar la situación y a insistir en la labor de apostolado social y ayuda a los necesitados. Dejaron de lado los viejos valores. Las críticas franquistas acusaban a la iglesia de infiltración marxista, provocaron una respuesta del cardenal primado. El ascenso del papado de Juan XXIII y su inesperada renovación a partir del Concilio Vaticano II agudizaron las tensiones, que irían agrandándose hasta llegar casi a 1970.

En segundo lugar, comenzaron a resurgir las tensiones nacionalistas. En 1959 miembros del PNV fundaron la ETA, que rápidamente optó por la lucha armada para lograr la liberación nacional vasca. En 1960, más de trescientos curas vascos firmaron una carta protestando por la represión y exigiendo libertades públicas, ese mismo año fueron detenidos algunos catalanistas. Un tercer frente lo constituyeron los conflictos laborales: en 1961 se sucedieron las huelgas, concentradas en los sectores de la industria. El proceso fue en progresivo aumento. Si al principio se debían a demandas salariales y laborales, poco a poco pasaron a dominar motivos de solidaridad y de denuncia de falta de libertades sindicales y políticas.

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