Pueblos Prerromanos y Colonizaciones Históricas en la Península Ibérica
Fenicios (Siglos IX-VII a.C.)
Los fenicios fueron los primeros en establecerse en la península, fundando colonias como Gades, Malaca y Sexi. Su principal interés era la obtención de metales, a cambio introdujeron manufacturas de lujo, productos exóticos y técnicas de interés para los indígenas. Su influencia se extendió principalmente por el bajo Guadalquivir, donde ya existía la cultura de los Tartessos, que alcanzó un alto nivel de desarrollo gracias al contacto con los fenicios.
Griegos (Siglos VII-VI a.C.)
En el siglo VII a.C., los comerciantes griegos fundaron las colonias de Emporion y Rhode en la costa noreste peninsular. Ampurias se convirtió en el núcleo de expansión comercial de los griegos en Levante. Tanto griegos como fenicios introdujeron el cultivo de la vid y el olivo, y acuñaron las primeras monedas.
Cartagineses (Siglo VI a.C.)
En el siglo VI a.C., Cartago emergió como una potencia hegemónica en el Mediterráneo, tanto económica como militarmente. Los cartagineses se enfrentaron a los griegos, a los pueblos nativos que se rebelaron contra su proyecto de dominación, y finalmente a Roma. Las ciudades fenicias se convirtieron en aliadas de Cartago Nova. Exportaban salazones de pescado y garo. Los generales cartagineses de la familia Barca utilizaron la península y las Baleares como plataforma económica y militar para luchar contra Roma durante la Segunda Guerra Púnica (218 a.C.). Roma atacó a los cartagineses desde las colonias griegas. La derrota final de Aníbal supuso el fin del predominio cartaginés y el inicio de la ocupación romana en la península, que se prolongaría a lo largo de siete siglos.
Los Tartessos (Siglos IX-VII a.C.)
Tartessos era un país rico y próspero gobernado por el rey Argantonio. Era un reino legendario con una cultura indígena importante localizada en el sudoeste peninsular, anterior a la llegada de los fenicios. Adquirió un mayor desarrollo al entrar en contacto con estos colonizadores mediterráneos. Era una sociedad muy jerarquizada, con una economía agrícola y ganadera, que explotaba los recursos minerales y mantenía contactos comerciales con fenicios y griegos. Sus ritos, objetos y tecnologías denotan influencia oriental: utilizaban el torno, aprendieron a producir hierro y púrpura, mejoraron la construcción de viviendas y adoptaron prácticas funerarias orientales.
Pueblos Prerromanos (Siglos VII-III a.C.)
Durante la Edad del Hierro y hasta la llegada de los romanos, los pueblos prerromanos se desarrollaron de manera diferente. Las culturas indígenas que surgieron tenían distintos grados de desarrollo, aunque acabaron sometidas a Roma y asumiendo la cultura de los conquistadores.
La Cultura Ibérica
La cultura ibérica se extendió sobre los pueblos prerromanos del valle del Guadalquivir, el este de la península, el valle medio del Ebro e Islas Baleares. Los griegos llamaban Iberia a la península, e iberos a sus habitantes. Los romanos redujeron estas palabras solo para las zonas este y sur peninsular, donde habitaban pueblos a los que consideraban más civilizados y pacíficos. Tenían una economía agrícola, sociedades muy jerarquizadas con desarrollo urbano y una fuerte influencia griega y de otras culturas mediterráneas. Su lengua y alfabeto no eran de origen indoeuropeo. Rendían culto a sus dioses en santuarios, incineraban a sus muertos y apreciaban los valores guerreros y heroicos.
Cultura Celta y Precelta
En el resto de la península se asentaron poblaciones de origen indoeuropeo, procedentes del centro y norte de Europa, que conocían y dominaban la metalurgia. Vivían de la ganadería y habitaban en asentamientos fortificados. Esta cultura se extendió por el noroeste de la meseta y las montañas del norte peninsular. Ofrecieron resistencia a la ocupación y dominación de sus tierras por Roma. Los castros y las esculturas de animales son sus manifestaciones más significativas.
Celtíberos
Los pueblos asentados en la franja oriental de la submeseta norte tenían una mezcla de la cultura ibera y celta (cultura celtíbera). Eran mercenarios muy cotizados por su devoción al jefe, sentido del honor, de la hospitalidad y valentía en el combate. Considerados salvajes y bárbaros, practicaban el bandolerismo sobre las tierras más ricas del sur o del este. La ciudad de Numancia es una de sus poblaciones más significativas.
Conquista y Romanización (Siglos III a.C. – V d.C.)
El objetivo principal de los romanos al llegar en el 218 a.C. era vencer a los cartagineses, comenzando por cortar sus bases de aprovisionamiento de hombres y recursos. El Senado romano envió tropas a Hispania dirigidas por generales del clan de los Escipiones. Tarraco sería su base de operaciones. Tras años de dura lucha, Publio Cornelio Escipión consiguió ocupar Cartago Nova (209 a.C.) y atraer hacia la causa romana a influyentes caudillos iberos como Indíbil y Mandonio. La derrota definitiva de Aníbal en el norte de África dio fin a la Segunda Guerra Púnica. La presencia militar romana en la península ibérica se convirtió en permanente.
Tras sofocar una rebelión de tribus iberas dirigidas por sus antiguos aliados, Indíbil y Mandonio, las zonas más ricas y evolucionadas de la península pasaron a estar bajo el dominio de Roma. Todo este territorio quedó dividido en dos provincias: la Ulterior, que comprendía las tierras bañadas por el río Betis, y la Citerior, que comprendía la costa este y las Islas Baleares. Roma buscaba recaudar tributos entre las poblaciones iberas y explotar sus recursos. Las rebeliones eran frecuentes. Los celtas seguían practicando actos de bandidaje contra las poblaciones ricas ocupadas por Roma. Para impedirlo, los romanos realizaron continuas campañas militares contra estos pueblos del interior de la meseta, donde también pretendían obtener oro, plata y esclavos.
Guerras Lusitanas y Celtíberas
Los dos episodios más importantes fueron las guerras lusitanas (155-136 a.C.) y las guerras celtíberas (153-133 a.C.), que coincidieron en el tiempo pero no formaron parte de ningún plan común. Durante años, los romanos no consiguieron derrotar a los lusitanos dirigidos por Viriato, conocedor de las tácticas militares romanas y experto en la guerra de guerrillas. Solo la traición de sus compañeros, sobornados por Roma, acabó con su vida y puso fin a la resistencia lusitana. La lucha de los celtíberos frente a Roma fue aún más dura. La hostilidad de los indígenas y la incapacidad de los militares romanos hicieron imposible la toma de ciudades bien fortificadas como Numancia. La toma definitiva se produjo tras una larga campaña de asedio y ocupación.