La Expansión Territorial
Unidas las dos Coronas, los Reyes Católicos coincidían en la necesidad de completar la unificación territorial de los reinos hispánicos para consolidar un estado fuerte que pudiera expandirse fuera de la Península. Así, Castilla, con la ayuda aragonesa, comenzó de nuevo las hostilidades contra los últimos musulmanes de la Península, el Reino de Granada, que fue definitivamente anexionado a la Corona en 1492. Esta reconquista duró 10 años. Las fronteras entre Castilla y Granada siempre habían sido inestables, pero fue Isabel quien realizó el esfuerzo de conquistar el territorio, al mismo tiempo que empleaba a la alta nobleza en la guerra. Esta fue una lenta sucesión de asedios sin que hubiera apenas grandes batallas. Así cayeron Málaga en 1487 y Almería en 1489. El último rey de Granada, Boabdil, pactó en secreto la rendición de la ciudad y entregó sus llaves en enero de 1492. Las condiciones fueron favorables, quedándose aproximadamente la mitad de la población con su religión y costumbres, mientras que el resto, como Boabdil, prefirió pasar a África. Asimismo, Fernando de Aragón, siendo ya regente de Castilla tras la muerte de la reina Isabel, incorporó Navarra al reino en 1515, aunque dicho territorio conservó su autonomía y sus instituciones.
Como todos los monarcas autoritarios, los Reyes Católicos dedicaron amplios esfuerzos a la política exterior. Los intereses de Castilla se volcaron en el Atlántico y los de Aragón en el Mediterráneo. En primer lugar, realizaron una intensa política matrimonial mediante la formalización de alianzas con diversos reinos europeos: con el Imperio Alemán, al casar a su hija y heredera Juana La Loca con Felipe el Hermoso, hijo de Maximiliano I; con Inglaterra, casando a Catalina con el futuro rey Enrique VIII; y con Portugal, por un proceso marcado por la firma de tratados y el matrimonio de las hijas Isabel y después María con Manuel el Afortunado. Estos últimos tuvieron un hijo llamado Miguel que habría heredado toda la Corona española y portuguesa, pero con 2 años en 1502 falleció, por lo que Juana parecía la clara heredera.
La habilidad de Fernando le permitió recuperar el Rosellón y Cerdaña mediante el tratado de Barcelona de 1493 que su padre dio al rey de Francia. Más tarde, creó un poderoso ejército mediante el cual consolidó el dominio sobre Nápoles (1504). Esta victoria estuvo marcada por el triunfo de los tercios bajo el mando de Gonzalo Fernández de Córdoba, denominado El Gran Capitán.
Por último, a partir de 1505 y para frenar a los musulmanes, conquistaron parte de África para consolidar la zona del Mediterráneo, además del apoyo de los comerciantes para la ocupación de las islas Canarias, las cuales eran conocidas incluso por fenicios o romanos, pero no las conquistaron. Más tarde llegaron los guanches, habitantes del Sahara, quienes estaban en transición del Neolítico cuando inician su conquista los castellanos en 1404. Se dividían en tribus con un caudillo guerrero y se abastecían de caza, recolección y agricultura. Conocían la momificación y fueron belicosos y difíciles de someter. No fue hasta 1494 cuando se consiguió someterles. En 1496 se completó el control del archipiélago con la conquista de Tenerife.
Por el tratado de Tordesillas en 1494, se dividió la zona de influencia de Castilla a partir de un meridiano trazado en el centro del Atlántico.
El Reforzamiento del Poder Real
Un territorio unido no era suficiente. Los monarcas coincidían en la necesidad de contener a la nobleza y el clero que se habían levantado anteriormente. Primero vencieron por las armas a la nobleza y los grandes señores eclesiásticos en Toro en 1476 y se impusieron. Después recuperaron el patrimonio real que estaba en manos señoriales, aunque aceptaron garantizar a la aristocracia y la iglesia su poder e influencia a cambio de la sumisión política. Consolidaron los privilegios jurisdiccionales de nobles y eclesiásticos. Además, las leyes del Toro en 1505 generalizaron el mayorazgo que vinculaba las tierras a los grandes títulos nobiliarios.
Dominados la nobleza y el clero, organizaron instituciones eficaces para afirmar la autoridad. Crearon un ejército permanente y un cuerpo permanente que atendía exclusivamente los asuntos exteriores. También eran importantes los corregidores, quienes poseían el poder real en villas y ciudades, presidían los ayuntamientos y tenían funciones judiciales. Se creó la Santa Hermandad (1476) con carácter policial y recaudador, así como funciones judiciales.
Además, los Reyes Católicos reorganizaron el Consejo Real apartando a la nobleza e introduciendo a los secretarios. Tanto este consejo como otros cobraron más importancia con el tiempo, mientras las Cortes, sobre todo en Castilla, perdían protagonismo y solo se reunían para prestar dinero al rey.
Por último, en Valladolid se reorganizó la Audiencia y se crearon nuevas tanto en Granada como en Galicia.
En la Corona de Aragón se mantuvieron las instituciones tradicionales, así como el peso político de las Cortes. Se instituyó el cargo de lugarteniente y virrey y continuó la figura del Justicia Mayor.
En Cataluña y Valencia siguieron funcionando sus propias instituciones.
Los reyes se desplazaban por todo el territorio sin un establecimiento fijo, impartiendo justicia y reforzando su autoridad.