Evolución Histórica: De la Prehistoria a la España del Siglo XIX

Prehistoria en la Península Ibérica: Del Paleolítico al Neolítico

El Paleolítico en la península Ibérica se divide en tres etapas:

  • Paleolítico inferior (1.300.000 al 100.000 a.C.): Destacan los yacimientos de Atapuerca, donde se han hallado fósiles del Homo antecessor y restos del Homo heidelbergensis. Estos homínidos eran nómadas, vivían en pequeños grupos, utilizaban instrumentos sencillos de piedra y su alimentación se basaba en la recolección, la caza y, ocasionalmente, la carroña.
  • Paleolítico medio (100.000 al 40.000 a.C.): Aparece el Homo neanderthalensis, adaptado al frío, con gran capacidad craneal. Fabricaba instrumentos de piedra, cazaba animales grandes, dominaba el fuego y enterraba a sus muertos. Yacimientos importantes incluyen Cueva Morín, Cueva Negra y Gibraltar. Aunque se extinguió, convivió con el Homo sapiens.
  • Paleolítico superior (40.000 al 10.000 a.C.): El Homo sapiens, procedente de África, era seminómada, vivía en cuevas o cabañas, conocía el arco y las flechas y fabricaba utensilios de hueso, cuerno y marfil. Surge el arte rupestre y mueble, con representaciones naturalistas de animales como bisontes, caballos, mamuts, ciervos y renos, con un posible sentido mágico-religioso. Destacan las cuevas de Altamira, El Castillo y La Pasiega.

Durante el Mesolítico, aparecen representaciones de escenas de caza, danzas y rituales en la zona levantina (Valltorta en Castellón y Cogul en Lérida), con pinturas monocromas y esquemáticas.

El Neolítico (VI – III milenio a. C.), proveniente de Oriente Medio, marca la transición de una economía depredadora a una productora, basada en la agricultura y la ganadería. Esto conllevó la sedentarización, el comercio, la diversificación social y el uso de nuevas tecnologías como la cerámica, la rueda, el tejido y la navegación. En la península, se han encontrado restos de diversas culturas, como la de la cerámica cardial, la de los sepulcros en fosa y la cultura de Almería.

Pueblos Prerromanos y Colonizaciones en la Península Ibérica

Hacia el 1200 a.C., los celtas llegaron a la Península Ibérica, fusionándose con los pueblos indígenas y dando lugar al área celtíbera (norte, centro y oeste). Los pueblos del norte (astures, vascones, cántabros y galaicos) estaban menos desarrollados que los del centro y oeste (vettones, lusitanos, arévacos, vacceos, pelendones), pero en general, su economía era agrícola y ganadera, con estructuras sociales basadas en el parentesco.

En el sur y levante se encontraba el área ibérica (layetanos, lacetanos, edetanos, oretanos, bastetanos, turdetanos). Su economía se basaba en el comercio y la metalurgia, y tenían una organización política estatal. Practicaban ritos funerarios y nos han dejado manifestaciones artísticas como la Dama de Elche.

En Andalucía occidental se desarrolló la cultura tartésica, con un gran desarrollo económico, pero entró en decadencia a partir del siglo VI a. C. Destaca el yacimiento de El Carambolo, cerca de Sevilla.

Los fenicios y griegos llegaron a la península atraídos por su riqueza, especialmente en metales, fundando colonias comerciales. Ejercieron una gran influencia sobre los pueblos íberos del litoral en aspectos como la acuñación de moneda, el cultivo del olivo y el desarrollo urbano, político y cultural (alfabeto, escultura). Los fenicios establecieron enclaves como Gadir (ca. 800 a.C.), Malaka y Sexi. Los griegos fundaron colonias como Rhode y Emporion.

A partir del siglo IV a. C., Cartago controló el comercio mediterráneo, sustituyendo a fenicios y griegos, e instalando factorías como Cartago Nova y Ebusus. Su política de colonización hostil les llevó al enfrentamiento con Roma.

La Hispania Romana

Tras la Segunda Guerra Púnica, Roma ocupó el sur y el levante peninsular. En el 154 a.C. comenzaron las guerras contra celtíberos y lusitanos, conquistando el centro y el oeste. Entre el 29 y el 19 a.C., Augusto dirigió las luchas contra cántabros y astures, completando la conquista.

La conquista unificó los pueblos de la península y los integró en el marco administrativo y cultural de Roma, iniciando el proceso de romanización, la asimilación de la cultura y las formas de vida romanas. Este proceso fue desigual y se llevó a cabo a través de la extensión de la vida urbana, el asentamiento de ciudadanos romanos, la inclusión de tropas peninsulares en el ejército y la concesión de la ciudadanía romana a los indígenas.

La administración territorial se dividió en provincias (tres durante el Imperio). El sistema de producción económico se volvió esclavista y exportador, organizándose el territorio mediante una red de vías que conectaban los centros de producción y exportación.

El legado cultural romano fue significativo: se impuso el latín, con la aportación de autores hispanos como Séneca, Lucano, Quintiliano y Marcial. Se introdujo el derecho romano y se impusieron los cultos religiosos romanos, y más tarde, el cristianismo. En el ámbito artístico, destacan la arquitectura y las obras públicas, como el Teatro de Mérida, el Puente de Alcántara y el Acueducto de Segovia.

La Monarquía Visigoda

. En el año 409 llegaron a la Península Ibérica tres pueblos germanos: Los suevos (reino en Galicia y el norte de Portugal), los vándalos y los alanos. Roma pacta con los visigodos la expulsión de los invasores a cambio de tierras. Los visigodos someten a los alanos, arrinconan a los suevos y expulsan a los vándalos al Norte de África. Tras cumplir su misión se instalaron en el sur de Francia. Cuando son derrotados por los francos, en el 507, se asentaron en la Península, fundando un reino con capital en Toledo, basado en una monarquía que se apoyaba en guerreros fieles y en dos instituciones: El Aula regia (consultiva) integrada por nobles y el Officium Palatinum, que se ocupaban de la administración central; la territorial, quedó en manos de duces y comes. La economía se basaba en la agricultura y la ganadería y la aristocracia se repartió la propiedad. Las ciudades aceleraron su decadencia. En el III Concilio de Toledo, 589, con el monarca Recaredo, el catolicismo se estableció como religión oficial, así la iglesia se convirtió en un apoyo de la monarquía, continuando este apoyo en los siguientes Concilios. Recesvinto promulgó en el 654 el fuero juzgo que recogía gran parte del derecho romano. San Isidoro de Sevilla autor de las Etimologías, tuvo mucha influencia política. Los visigodos destacaron por su orfebrería y de su arquitectura tenemos ejemplos como la Iglesia de San Juan de Baños (Palencia). Las luchas entre nobleza y monarquía debilitaron el reino lo que facilitó su fin y la llegada de los musulmanes.

3.1. Los Reyes Católicos: unión dinástica e instituciones de gobierno. La guerra de Granada
Cuando muere Enrique IV de Castilla se produjo una guerra sucesoria entre su hija Juana y su hermana Isabel, casada con Fernando de Aragón. La victoria de los Reyes Católicos en la batalla de Toro (1476), convirtió a Isabel en reina de Castilla. Fernando sucedió a su padre Juan II, como rey de Aragón (1479). Las dos grandes coronas peninsulares quedan unidas por matrimonio pero no forman un reino unificado. En la “Concordia de de Segovia”, (1475) se acordó que la unión fuera solamente dinástica, aunque gobernaran conjuntamente los territorios cada reino conservó sus propias leyes e instituciones. Los RRCC refuerzan el poder de la monarquía y limitan el poder de la nobleza utilizando distintos instrumentos: Santa Hermandad, Tribunal de la Inquisición, expulsión de los judíos (1492) y conversión de los mudéjares (1501-1502). La administración se hizo más compleja con juristas y letrados. Las Cortes fueron convocadas en pocas ocasiones. El Consejo Real se acabó denominando Consejo de Castilla y se constituyeron consejos especializados: el de Aragón, el de la Inquisición, el de las Órdenes, el de la Hermandad, el de Hacienda y el de Indias. Además en Aragón, existía un virrey en cada uno de los reinos. En el ámbito de la justicia se desarrollaron instituciones anteriores: Audiencias y Chancillerías. En las ciudades castellanas el representante de la monarquía era el corregidor y en Aragón se introdujo el sistema de sorteo para la elección de cargos en el gobierno de las ciudades. A la muerte de Isabel (1504) Castilla quedó bajo el gobierno de su hija Juana y Fernando pasó a ser sólo rey de Aragón, pero la muerte de Felipe de Austria, marido de Juana, y la pérdida de la razón de esta convirtió a Fernando en regente de Castilla. Finalmente ambas coronas recayeron en un mismo heredero: Carlos, hijo mayor de Juana. Conseguida la unión de los dos grandes reinos peninsulares el objetivo de los RRCC es la conquista de Granada, con la intención de completar la unidad peninsular; es probable también que quisieran orientar el carácter belicista de la nobleza contra los musulmanes. En la conquista participa también la Santa hermandad que aportó hombres y dinero. La guerra comenzó en 1482. A la victoria castellana contribuyeron las luchas internas en Granada entre bandos rivales. Fue una guerra más de asedios que de batallas campales, como el de la ciudad de Granada que duró casi un año. Finalmente, en 1492, el emir Boabdil negoció en secreto la rendición y unas capitulaciones que sólo se respetaron al principio. Los musulmanes fueron finalmente obligados a convertirse al cristianismo, transformándose así en moriscos, por los decretos de 1501 y 1502.


1. El realismo y el naturalismo: la novela. La poesía y el teatro en la segunda mitad del siglo XIX..La literatura realista nació en el contexto de la sociedad industrial del siglo XIX, fruto de una época en la que la burguesía alcanzó la cima del poder político e impuso sus valores. Frente a las tendencias a la evasión de los románticos, los nuevos escritores intentar reflejar con fidelidad las costumbres contemporáneas y la psicología de individuos reales. Este movimiento surge en Francia, llega a España con retraso y triunfa después de la revolución de 1868. Los realistas aspiran al máximo de verosimilitud: por ello prestan enorme atención al detalle, emplean con profusión las descripciones, se esfuerzan en reproducir con exactitud el habla de cada personaje, procuran que estos sean un fiel reflejo de la realidad diaria contemporánea e intentan emplear las novelas como un medio para comprender la sociedad y reflexionar sobre ella, como el científico usa el experimento. La narrativa realista arranca de los cuadros de costumbres románticos. Los escritores de tendencia más conservadora pretenden mostrar el pasado de forma idealizada y aprovechan sus escritos para defender su ideología y sus valores morales. Cecilia Bölh de Faber, que escribió con el pseudónimo de Fernán Caballero, autora de La gaviota, coloca dentro de la trama cuadros de costumbres y escenas de la vida campesina, siempre desde una perspectiva idealizada que pretende demostrar que el pecado conduce a la perdición. Pedro Antonio de Alarcón comenzó como escritor costumbrista y romántico, y evolucionó hacia tendencias realistas. El sombrero de tres picos, basada en un romance tradicional muy suavizado en su versión, supone un acercamiento psicológico a los personajes y la pintura de una época de la historia española. De José María de Pereda destacan Sotileza y Peñas arriba, que se desarrollan en Cantabria y reproducen personajes, usos y costumbres propios de esta tierra. Ambas se basan en la acumulación de cuadros costumbristas, se apoyan en la descripción y renuncian a una trama elaborada. Juan Valera desarrolla una corriente esteticista, que aplica técnicas realistas. pero evita todos aquellos elementos que puedan resultar desagradables u obscenos. En Pepita Jiménez realiza un magnífico estudio de la psicología femenina y se permite abundantes juegos narrativos de influencia cervantina. Entre los escritores progresistas encontramos los que llevan el realismo a sus más altos logros. Benito Pérez Galdós en sus Episodios nacionales, escritos a lo largo de toda su carrera, reconstruye la historia de España en el siglo XIX, desde Trafalgar hasta la Restauración borbónica. Con ellos nace una nueva forma de novela histórica en la que la realidad y la ficción se mezclan, pero de forma verosímil. Aunque da un enfoque personal a la trama, que surge de personajes inventados, se basa en una rigurosa documentación histórica. En sus otras novelas encontramos tres etapas. En primer lugar, escribe novelas de tesis (Doña Perfecta), que muestran su oposición a las posturas conservadoras. En sus llamadas novelas contemporáneas las características realistas alcanzan su máxima perfección. En Fortunata y Jacinta se dibuja un preciso fresco de la sociedad de la época y se presenta un pormenorizado elenco de personajes de todas las clases sociales: se estudia su carácter y la influencia en ellos de la genética y el ambiente. En su última etapa las novelas se orientan hacia lo moral y lo espiritual, como observamos en Misericordia. También progresista, Leopoldo Alas Clarín fue un influyente crítico literario, como queda reflejado en Solos y Paliques. En sus cuentos se mezcla lo satírico, lo sentimental, lo serio y lo reflexivo. El más conocido es ¡Adiós, Cordera! Como novelista consiguió, con La Regenta, la obra de mayor trascendencia del realismo español, muy influida por el naturalismo. La Regenta se ambienta en Vetusta (Oviedo), y la ciudad se convierte en uno de los personajes fundamentales. Ana Ozores está casada con Víctor Quintanar bastante mayor que ella, con el que guarda una relación fraternal, pero en absoluto apasionada. El sacerdote Fermín de Pas y el donjuán Álvaro Mesía tratan de conquistarla. Al final cacrá en los brazos de Mesía y la hipocresía vetustense triunfará sobre la necesidad de verdadero amor de la protagonista. El naturalismo surge en Francia de la mano de Émile Zola, se desarrolla en España después de la publicación de la desheredada de Galdós y lleva las características realistas hasta sus últimas consecuencias. Afirma que el ser humano está determinado, no solo influido, tanto por su herencia biológica como por su educación y su experiencia. Su negación de la libertad humana se basa en el materialismo. Utiliza personajes marginados que se encuentran en situaciones extremas. Emilia Pardo Bazán, que teoriza sobre el movimiento en La cucstión palpitante, a pesar de sus ideas católicas, muestra en Los pazos de Ulloa a unos personajes arrastrados a la desgracia por la fuerza irresistible de su genética y del ambiente brutal en el que viven. Vicente Blasco Ibáñez presenta en Cañas y barro el opresivo ambiente de la huerta valenciana, y las circunstancias extremas que llevan a sus personajes a cometer los actos más salvajes imaginables, entre ellos el infanticidio. En la segunda mitad del XIX siguen escribiendo poetas románticos como José Zorrilla y Carolina Coronado, pero se impone una variante de este movimiento denominada postomanticismo, que se caracteriza por el intimismo, la renuncia a la exageración, el empleo de la asonancia, la sencillez métrica y la influencia de la poesía popular. Las Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer nos presentan la autobiografía amorosa del autor y fueron agrupadas, tras la muerte del pocta, en cuatro temas: la poesía, el amor, el desengaño y la angustia. En prosa, sus Leyendas suponen la mejor expresión de lo sobrenatural y lo misterioso. Rosalía de Castro, autora de Follas novas y En las orillas del Sar, alterna en sus obras el gallego y el castellano. Su poesía es muy dolorida y muestra su tormento por no encontrar su lugar en el mundo. Ramón de Campoamor, autor de Doloras, encabeza una poesía realista, que refleja el mundo cotidiano de los burgueses, evita los adornos superfluos y emplea un tono conversacional. En el teatro el público disfruta con los dramas de Tamayo y Baus, que aprende el oficio cuando triunfan los románticos y luego evoluciona hacia un cierto realismo. Le debemos dramas históricos, como Locura de amor, inspirado en Juana la Loca. José Echegaray, eximio matemático, ministro de Hacienda, primer premio Nobel de Literatura español, dominó las tablas con melodramas, como El gran galeoto, y dramas, como Mariana, centrados en el análisi psicológico de los personajes.

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