Evolución Política y Cultural de Al-Ándalus: Desde la Conquista hasta los Reyes Católicos

Conquista y Asentamiento de los Musulmanes en Hispania: Al-Ándalus

A principios del siglo VIII, los árabes habían conquistado y sometido a las poblaciones bereberes de la zona noroccidental de África. Deciden atravesar el estrecho de Gibraltar en el año 711 y con un ejército de unos 12.000 soldados, en su mayoría bereberes, derrotan a Rodrigo, último rey visigodo de Hispania. En pocos años, hacia 716, habían completado ya la conquista de la Península Ibérica. A esta tierra la llamaron Al-Ándalus. Esta conquista tan rápida se debe a la debilidad del reino visigodo, pues las luchas internas por el poder eran constantes, y a la escasa vinculación entre el pueblo visigodo dominante y la población hispanorromana, mayoritaria en la Península.

Una Provincia del Imperio Islámico

En un primer momento, Al-Ándalus se integró en el imperio cuya capital se situaba en Damasco (Siria). Al frente de estas tierras se puso a un wali o gobernador nombrado por el califa (príncipe de los creyentes) de Damasco. El primer centro administrativo se situó en Sevilla, pero muy pronto pasó a Córdoba, que se convirtió en la ciudad más importante de la provincia musulmana. En esta primera etapa (716-756) hubo abundantes enfrentamientos internos entre los nuevos dirigentes de la Península. También intentaron proseguir con sus conquistas más allá de los Pirineos, pero los francos los frenaron.

Al-Ándalus se Independiza

A mediados del siglo VIII se produce un hecho trascendental para Al-Ándalus. La dinastía de los Omeyas, que habían dirigido el imperio islámico desde Damasco, fue aniquilada por la familia de los Abasíes, que proclamaron un nuevo califa y situaron su capital en Bagdad. De esta matanza solo se salva un príncipe omeya que huye en búsqueda de apoyo a Al-Ándalus. Con el apoyo de árabes que estaban a favor de omeyas.se, se hace con el control de la Península Ibérica y se proclama emir independiente. Fue Abderramán I. Fundó el emirato independiente de Córdoba (constituyó un imperio independiente del imperio de Bagdad). Esta segunda etapa se desarrolla entre 756-929. Gobernaron emires omeyas descendientes de Abderramán.

El Esplendor del Islam Español: Califato de Córdoba

Los últimos años del siglo IX fueron difíciles para el emirato de Córdoba, ya que se multiplicaron las disensiones internas. Se producen tensiones entre la aristocracia árabe dominante e incluso se rebelaron algunos gobernadores, como los Banu Qasi en Zaragoza. También se producen sublevaciones entre bereberes (norteafricanos), muladíes (hispanovisigodos) y mozárabes (que mantenían el cristianismo). A comienzos del siglo X accede al gobierno Abderramán III (912-961). Lo primero que hizo fue enfrentarse a la sublevación interna, realizando una labor de pacificación de Al-Ándalus. Ya cuando aseguró su poder en el año 929, se proclama Califa, así rompe lo que le ligaba a los califas abasíes, con ello une poder político, militar y religioso.

Desarrollo Cultural

Coincidiendo con la fase del cambio, se desarrolla a nivel cultural, así mismo Córdoba se convierte en una gran ciudad y un gran centro religioso e intelectual. Hal Hakam II, sucesor de Abderramán III, impone la enseñanza, una gran biblioteca hizo gran universidad, una de las más importantes del mundo.

Crisis y Caída del Califato de Córdoba

Tras la muerte de Hal-Hakam II sube al trono un niño, Hisam II. El poder recae en su primer ministro, Almanzor, que implanta una dictadura de carácter militar y dirige un número de campañas de saqueo contra los reinos y condados cristianos que habían ido surgiendo en el norte de la Península. A comienzos del siglo XI, Almanzor muere. A partir de entonces se inicia la descomposición del Califato cordobés, surgiendo una etapa de guerras civiles. La situación llega a ser tan caótica que se reúne un consejo de notables y deciden disolver el Califato en 1031. En su lugar surgen un conjunto de Reinos de Taifas independientes, extendidos por Al-Ándalus.

El Final de la España Musulmana

Reinos de Taifas

En ellos destacan: Sevilla, Badajoz, Toledo, Zaragoza y Valencia. Mantuvieron un elevado nivel económico y cultural, pero en el plano militar no consiguieron frenar a los cristianos del norte de la península que fueron avanzando. En frecuentes guerras que se producían entre ellos pedían ayuda a las tropas cristianas, y así mismo se convirtió en un impuesto de vasallaje (parias). El continuo avance de los cristianos hacia el Sur les llevó a pedir ayuda a los imperios dominantes en el Norte de África, primero a los almorávides y luego a los almohades. Ninguno de ellos pudo contener el ejército cristiano, así en el siglo XIII Al-Ándalus queda reducido a un único reino: Granada.

El Reino de Granada

Desde 1232 el reino musulmán de Granada estuvo gobernado por la familia nazarí (el reino Nazarí de Granada). Aunque los cristianos avanzaron muy rápido hacia el sur, ahora las conquistas se paralizaron por las guerras internas, y por la gran cantidad de oro que pagaba Granada por ser independiente a la Castilla. El reino perdura 250 años (1492). Cuando los Reyes Católicos entran en Granada y ponen fin a la España musulmana. En el reinado de los nazaríes, Granada se convirtió en un gran centro económico y comercial, gracias a ello facilitó el desarrollo cultural, un buen ejemplo de ello puede ser la Alhambra siglo XIII, destacada por su riqueza artística y ornamental.

Una Economía Urbana de Base Agrícola

El enorme desarrollo urbano, producción artesanal y actividad comercial con oriente.

La Sociedad de Al-Ándalus

En esa época conviven diversos grupos tanto por la religión como por su origen. La religión fue uno de los rasgos más importantes de la sociedad andalusí.

Judíos y Mozárabes de Ciudades Al-Ándalus

Judíos y mozárabes tenían sus propios barrios y pagaban por ser independientes, así seguir sus creencias y actividades, pero con la llegada de almorávides y almohades, se termina esa etapa de tolerancia, así los judíos y mozárabes emigran a los reinos cristianos del norte.

Arte en Al-Ándalus

En las tierras ocupadas por los musulmanes se han distinguido tres grandes etapas en las construcciones arquitectónicas:

  • Periodo cordobés (siglos VIII-XI). Inicialmente, como la arquitectura árabe no se encontraba plenamente formada, adoptó materiales y elementos propios de la arquitectura peninsular, por ejemplo, el arco de herradura visigodo. El momento de mayor apogeo se alcanza en el siglo X (periodo califal). La obra más importante de estos siglos es la Mezquita de Córdoba que fue conociendo sucesivas ampliaciones. En las cercanías de Córdoba, Abderramán III mandó construir el palacio de Medina Azahara, buen ejemplo de arquitectura civil.
  • Periodo de los Taifas e imperios norteafricanos (siglos XI-XIII). La arquitectura deja su grandiosidad, utiliza materiales más ligeros y una más abundante decoración. Una de las obras más representativas es el palacio de la Aljafería en Zaragoza. Por su parte, los almorávides y almohades realizaron un arte más sencillo; de la etapa en que dominaron quedan el Alcázar de Sevilla o la Torre del Oro, en la misma ciudad; también la Giralda sevillana.
  • Periodo nazarí o granadino (siglos XIII-XV). Supone la culminación del arte hispano-musulmán en cuanto a las tendencias decorativas. Entonces se construye el palacio de la Alhambra en Granada.

El Arte Mudéjar

El arte mudéjar es el que realizan los artistas musulmanes exclusivamente en los reinos de la España cristiana, a partir de los siglos X y XI. En arquitectura, nos dejan iglesias cristianas, construidas en el estilo románico o gótico. El arte mudéjar es el mejor ejemplo de la síntesis del arte hispano-musulmán. Gracias a él se mantienen las formas del arte musulmán hasta el siglo XVI, cuando la dominación musulmana ya había desaparecido de España.

La Unión de las Coronas

A mediados del siglo XV la península ibérica estaba dividida políticamente en cinco reinos. Castilla, que ocupaba una posición central, era el más poblado y dinámico económicamente. La Corona de Aragón, aunque debilitada, seguía teniendo importantes intereses en el Mediterráneo y en Italia. Portugal iniciaba la exploración del Atlántico. Navarra oscilaba entre la influencia castellana y francesa, mientras que Granada era el último reducto del antiguo esplendor musulmán en España.

El matrimonio entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragón supuso la unión dinástica de las dos coronas. Pero, siguiendo un modelo que perdurará hasta el siglo XVIII, ello no implicaba la unión de los dos reinos. Cada reino conservó sus propias leyes, moneda, lenguas, instituciones políticas y costumbres. Lo mismo ocurrió con cada territorio incorporado a la monarquía, salvo en el caso de Granada.

Los Objetivos de la Monarquía

Los Reyes Católicos intentaron unificar políticamente la península. Para ello se valieron de la guerra y de la diplomacia, especialmente a través de los matrimonios de sus hijos. En 1492 conquistaron Granada, mientras al año siguiente Francia devolvía a Aragón, los territorios del Rosellón y la Cerdaña, y finalmente en 1512 ocupaban el reino de Navarra. Para lograr la incorporación de Portugal casaron a dos de sus hijas con príncipes portugueses. Sin embargo, la Corona a la muerte de Fernando no recaería en un príncipe portugués, culminando la unificación peninsular, sino en un joven flamenco, Carlos, hijo de la otra hija de los reyes, Juana, casada con Felipe de Austria, príncipe de los Países Bajos.

A nivel internacional la nueva monarquía hispánica heredó la tradicional rivalidad entre Aragón y Francia por el dominio de Italia. La habilidad de Fernando el Católico se evidenció en la alianza con Inglaterra, Borgoña y el Imperio Alemán, con la que derrotó a Francia y ocupó el reino de Nápoles. Frente a los piratas berberiscos se ocuparon ciudades en el norte de África (Melilla, Orán, Bujía, Trípoli).

Otro hecho trascendental fue el descubrimiento de América por Cristóbal Colón en 1492 y el inicio de la colonización de América.

A nivel interno, la política de los Reyes Católicos tuvo como objeto reforzar el poder real: aspiraban a una Monarquía autoritaria. Para ello sometieron a la nobleza castellana, que perdió su poder político, a cambio de reforzar su poder económico (mayorazgos) al tiempo que se apoyaron en los grupos urbanos en plena expansión económica. Crearon una policía – la Santa Hermandad- para garantizar el orden interno y reforzaron el poder real en las ciudades al crear la figura del corregidor, mientras controlaban los nombramientos eclesiásticos y reformaban la justicia y las finanzas reales, sustentadas en un impuesto ordinario sobre el consumo, la alcabala, y otros extraordinarios que concedían la Iglesia por un lado y las Cortes por otro.

Gracias a estas iniciativas la Monarquía de los Reyes Católicos se convirtió en la primera monarquía «moderna» europea.

La Monarquía Hispana Bajo los Austrias Mayores

La herencia de los Reyes Católicos recayó en Carlos V, que unió a los territorios de la monarquía hispánica (Castilla, Aragón, Nápoles, Sicilia, Cerdeña y América) los de su padre Felipe el Hermoso (Países Bajos, Franco Condado y Luxemburgo) y en 1519 a la muerte de su abuelo Maximiliano, los de la casa de Austria: Austria y el Imperio alemán. Su sucesor Felipe II incorporó Portugal y las Filipinas a los extensos dominios de la Corona.

Aunque los Austrias intentaron crear un Estado absolutista y centralista la diversidad y pluralidad de los territorios lo impidió. Para el gobierno de la monarquía optaron por un sistema de consejos (sistema polisinodial) que asesoraban al rey sobre la política a seguir. Algunos consejos eran comunes para todos los territorios (Consejo Real, de Estado, de Hacienda, de Inquisición y de Guerra) y otros trataban de los problemas propios de cada reino (Consejo de Castilla, de Aragón, de Italia, Navarra, Flandes e Indias).

Para administrar cada reino, se nombraba un representante de la Corona, el Virrey y los gobernadores. Junto a ellos existía la Audiencia o tribunal real. Pero junto a estos órganos centrales, se mantenían las Cortes y las leyes de cada reino.

El Imperio de Carlos V

El paso de la Corona de Castilla a un príncipe extranjero propició la revuelta de los comuneros, derrotados por el ejército real en Villamar, mientras que en Valencia y Mallorca la sublevación de las Germanías fue duramente reprimida por la nobleza y el patriciado urbano. Eliminada la oposición interior, había llegado la hora de la política imperial.

La Política Imperial

El reinado de Carlos V será un periodo de continuas guerras por la hegemonía europea de la Casa de Austria y por el triunfo del catolicismo frente a la Reforma.

La rivalidad con Francia, rodeada por todas partes por posesiones de Carlos V, convirtió Italia en un campo de batalla favorable al emperador, que consolidó su posición en Italia con la ocupación de Milán.

En el Mediterráneo el enfrentamiento con el Imperio Otomano acabó en tablas (éxito en Túnez, fracaso ante Argel).

La lucha contra los príncipes protestantes alemanes significó el fracaso de la política imperial, sancionado con la Paz de Augsburgo, en la que se reconocía la división religiosa de Alemania. Cansado y derrotado, Carlos V abdicó de todos sus títulos y se retiró al monasterio de Yuste. Los territorios austriacos y el Imperio pasaron a su hermano Fernando I, mientras que los territorios hispanos, la herencia de los Países Bajos e Italia fueron heredados por su hijo, Felipe II.

La Monarquía y el Imperio Bajo Felipe II

Felipe II heredó de su padre los grandes objetivos de la política imperial: el mantenimiento de la hegemonía española en Europa y el triunfo de la religión católica sobre protestantes y musulmanes.

El conflicto con el mundo islámico se agudizó por la expansión turca en el Mediterráneo (ocupación de Bujía, Trípoli y Chipre) y por la revuelta de los moriscos granadinos en las Alpujarras. La victoria de la Santa Liga en Lepanto y la reconquista de Túnez, significaron el fin de la expansión turca en el mediterráneo occidental.

La revuelta de los Países Bajos condujo a Felipe II a la guerra contra sus súbditos rebeldes y calvinistas, en un largo conflicto que entrecruzaba las líneas de la religión y de la política, y que llevó a Felipe II a convertirse en el campeón del catolicismo frente a los poderes protestantes. El fracaso de la Armada Invencible en su intento de invadir Inglaterra mostraron los límites de esta política.

Conquista y Colonización de América

El descubrimiento de América ofreció grandes posibilidades de expansión a la monarquía. La ocupación primero del Imperio Azteca (en el valle de Méjico) por parte de Hernán Cortés y del Imperio Inca por Pizarro (en el actual Perú), formaron el núcleo del Imperio español en América.

América proporcionó importantes cantidades de metales preciosos (oro y plata) que financiaron la política imperial de los Austrias. Los colonizadores obtuvieron grandes explotaciones agrícolas (haciendas) y se repartieron la mano de obra indígena a través del sistema de las «encomiendas». Los abusos sobre la población india fueron pronto denunciados por religiosos como Bartolomé de las Casas.

Para administrar los nuevos territorios en Madrid se organizó el Consejo de Indias, mientras en América se crearon dos virreinatos, uno en Méjico (Nueva España) y otro en el Perú. El Virrey, representante del monarca, gobernaba con la colaboración de la Audiencia. Todo el comercio entre España y América quedó monopolizado por la Casa de la Contratación en Sevilla.

El tratado de Tordesillas, sancionó la división de América entre España y Portugal que había ocupado Brasil.

Los Austrias Menores y el Fin de la Hegemonía Española

Si el siglo XVI había supuesto un siglo de expansión económica para los territorios peninsulares, el siglo XVII fue un siglo de crisis: la peste, las malas cosechas, la creciente presencia de manufacturas y comerciantes extranjeros en el comercio americano muestran la debilidad creciente de la economía hispana. Los compromisos imperiales que drenaban los recursos de la monarquía, sobre todo de Castilla, para sufragar las guerras en Europa tampoco fueron ajenos a esta crisis general, justo cuando el resto de Estados europeos desarrollaba una agresiva política mercantilista a favor de sus manufacturas y comercio.

Los esfuerzos imperiales de Felipe II llevaron a la bancarrota de la monarquía. Ello explica en parte el pacifismo del reinado de Felipe III, que firmó una tregua con los rebeldes holandeses (Tregua de los doce años). Lo más destacado de su reinado fue la delegación del gobierno en su favorito (valido), el Duque de Lerma, y la expulsión de los moriscos.

Con Felipe IV y su valido el Conde-Duque de Olivares, la monarquía jugó la partida final por el dominio de Europa. Reanudó la guerra contra Holanda y participó en la Guerra de los Treinta Años, al lado del Imperio. A la tradicional lucha entre católicos y protestantes, se unía ahora el interés de los Austrias por consolidar su poder en el Báltico -lo que propició el enfrentamiento con Dinamarca y Suecia- y la derrota definitiva de Francia. La guerra llevó a los límites las finanzas de la Monarquía. Las sublevaciones de Portugal y Cataluña ante las nuevas exigencias fiscales de Madrid y proyecto de Unión de Armas que violaban los fueros locales, sancionaban la derrota imperial, reconocida en la Paz de Westfalia en 1648 (reconocimiento de la independencia de Holanda convertida en una gran potencia económica y comercial),aunque la guerra con Francia se prolongaría aun largos años hasta la Paz de los Pirineos en 1659 (Cataluña se reincorporaba a la Monarquía española pero Francia se anexionaba el Rosellón y la Cerdaña y algunas plazas en Bélgica).

A Felipe IV le sucedió su hijo, Carlos II «el Hechizado», enfermo mental incapaz de dirigir la Monarquía. Las continuas guerras frente al imperialismo francés de Luis XIV propiciaron la pérdida del Franco-Condado y nuevas plazas en Bélgica. El final del reinado presenció una ligera recuperación económica que se consolidaría en el siglo XVIII. A la muerte de Carlos II, sin descendencia, se inició una Guerra por la Sucesión de la Corona Española, dando paso a una nueva dinastía de origen francés, los Borbones, en el trono español.

El Nacimiento del Mundo Moderno: del Renacimiento al Barroco

La población europea, y también la española, creció durante los siglos XV y XVI, recuperándose de la crisis provocada por la peste negra de 1342. Ello favoreció el crecimiento económico: se roturaron nuevas tierras, se incremento la producción artesanal y se extendieron las redes comerciales – por ejemplo con el descubrimiento de América-. La sociedad por el contrario siguió basándose en el privilegio: una minoría aristocrática gobernaba a una mayoría de plebeyos. Los Estados se centralizaron y acrecentaron su poder frente a la dispersión feudal: eran las nuevas monarquías autoritarias germen de las monarquías absolutas del siglo XVIII.

Los inicios de la Edad Moderna presenciaron la ruptura cultural y artística con los modelos medievales. El humanismo volvía a situar al hombre en el centro de todas las preocupaciones intelectuales, mientras el Renacimiento reinterpretaba la herencia de Grecia y Roma.

A nivel religioso se produjo la Reforma de Lutero y como respuesta la Contrarreforma católica. La Reforma respondía a una nueva espiritualidad favorecida por el nuevo humanismo cristiano, aunque este no había pretendido escindir la Iglesia romana. Lutero sin embargo, cuestionó la autoridad del pontífice y contrarió diversos dogmas de la Iglesia –la justificación por la fe, la Biblia como única fuente de fe, el sacerdocio universal-. La respuesta de Roma excluyó cualquier posible pacto posterior. Las disputas religiosas se complicaron en las guerras de religión que ensangrentaron Europa durante más de cien años.

A nivel artístico y literario el redescubrimiento de la Antigüedad Clásica, propició una auténtica revolución en el Arte, que situó al hombre como medida y modelo de la producción artística. Leonardo, Rafael y Miguel Ángel son exponentes de esta nueva sensibilidad. A partir del siglo XVII el Barroco mostró cierto cansancio por el purismo clasicista e introdujo el movimiento y la sensación, así como la grandiosidad en el arte europeo.

La Guerra de Sucesión y los Decretos de Nueva Planta

La muerte de Carlos II enfrentó a dos candidatos al trono de la Monarquía. Felipe de Borbón, príncipe francés designado por el testamento de Carlos II, y el archiduque Carlos, de la casa de Austria. Felipe recibió el apoyo de su tío, Luis XIV de Francia y de la Corona de Castilla, mientras Austria, Holanda e Inglaterra, junto con los reinos de la Corona de Aragón apoyaron al Archiduque.

La Guerra de Sucesión acabó con la victoria de Felipe V, que consiguió el trono a cambio de la pérdida del Imperio español en los Países Bajos e Italia. En el interior los Decretos de Nueva Planta acabaron con las libertades e instituciones tradicionales de la Corona de Aragón, mantenidas por los Austrias.

La Centralización Política y Administrativa

Los decretos de Nueva Planta asimilaban los reinos de la Corona de Aragón a Castilla y eran la base de una nueva administración centralizada. En la cúspide de la nueva administración se encontraba el Rey y el Consejo de Castilla, así como los Secretarios de Estado y Despacho (antecedentes de los actuales ministros) designados por el monarca. A nivel local los antiguos reinos eran considerados provincias bajo la dirección de un Capitán General y de la Audiencia o tribunal superior. En cada provincia el Rey nombraba un Intendente, encargado de las finanzas e impuestos reales, de la policía y del control de las administraciones locales. A nivel inferior se establecían los Ayuntamientos, controlados por una oligarquía de nobles y terratenientes.

Economía y Sociedad en el Siglo XVIII

Tras la crisis del siglo XVII, la población española creció desde los 7,5 u 8 millones de habitantes, a los casi 11 de final de siglo, sobre todo en la periferia (Galicia, Cataluña, País Vasco y Valencia).

La agricultura pese a la roturación de nuevas tierras y a la introducción de nuevos cultivos (maíz, patata) siguió anclada en los viejos sistemas de cultivo, excepto en las zonas donde comenzó a desarrollarse una agricultura comercial e intensiva (baja Andalucía, Cataluña y el regadío valenciano).

Las manufacturas reales trataron de potenciar la creación de un tejido industrial, pero sólo en Cataluña se consolidó una industria textil algodonera moderna.

El comercio con América floreció en el intercambio de manufacturas a cambio de metales preciosos y materias primas.

La sociedad española del siglo XVIII era una sociedad estamental y aristocrática. La alta aristocracia y el clero poseían enormes riquezas, que les hacían destacar del grupo de la pequeña aristocracia y el bajo clero. El Tercer Estado constituía el 90% de la población, y se caracterizaba por su heterogeneidad. La burguesía estaba constituida por arrendatarios de tierras y comerciantes (también existía una burguesía profesional: médicos, notarios, profesores, abogados) y disponía de un nivel económico que contrastaba con el de artesanos, campesinos y los marginados reflejados ya por la novela picaresca del XVII. En todo caso entre los campesinos también se podía distinguir entre el grupo de los pequeños arrendatarios y el de los jornaleros sin tierra.

La Ilustración y el Reformismo Borbónico en España

Los ilustrados pretendieron transformar la sociedad europea a través de la razón. La libertad de pensamiento, el ataque al dogmatismo, la creencia en el progreso y la crítica a la organización social fueron sus principales objetivos.

A nivel político, los ilustrados aceptaron las teorías del contrato social de J. Locke que cuestionaban el Estado Absolutista, defendieron la división de poderes de Montesquieu, la libertad de expresión y pensamiento de Voltaire, y finalmente con Rousseau la soberanía popular y la democracia.

A nivel económico, al rígido mercantilismo del absolutismo se le opuso la fisiocracia (la riqueza del país reside en la agricultura) y el liberalismo (A. Smith: la riqueza del país reside en el trabajo de sus habitantes).

Todo ello se vio acompañado de un notable progreso científico-técnico (máquina de vapor de Watt, estudios de Física de B. Franklin), en las ciencias naturales y en la medicina.

En España la ideas ilustradas se extendieron entre un reducido grupo de personas (clérigos, nobles, funcionarios, juristas, profesores) que intentaron conciliar las nuevas formas de pensamiento con el cristianismo para evitar el choque frontal con la Iglesia y la Inquisición. Feijoo, Mayans, Jovellanos fueron los principales representantes de la Ilustración en España. Muchas de las ideas ilustradas se difundieron a través de unas instituciones nuevas: las Sociedades Económicas de Amigos del País.

Los gobernantes trataron de aplicar algunas de las ideas ilustradas para favorecer el desarrollo económico y social del país. El reinado de Carlos III, con ministros como Olavide, Campomanes, Floridablanca o Jovellanos, fue el intento más serio de aplicar un programa reformista a la monarquía.

Reformaron la enseñanza para favorecer a las ciencias útiles y plantearon los problemas que planteaba el atraso agrario. Pero las medidas que tomaron fueron muy limitadas y no cambiaron la situación de miseria en que vivían amplias capas del país.

La Política Exterior y la Crisis del Antiguo Régimen

Los principales objetivos de la política exterior borbónica a lo largo del siglo XVIII giraron alrededor de dos ideas: recuperar los territorios perdidos en el Tratado de Utrech, y contrarrestar el poder naval británico que amenazaba el dominio español en América. Para lograr estos objetivos los Borbones españoles firmaron los «Pactos de familia» con la monarquía francesa.

En el reinado de Carlos IV, el estallido de la Revolución Francesa, contribuyó decisivamente a la crisis del Antiguo Régimen en España. La política de los Borbones españoles osciló entre la lucha contra la Revolución hasta la Paz de Basilea (1795), a la alianza con Napoleón. El emperador francés aprovechó la debilidad de la monarquía española para introducir tropas con la excusa de invadir Portugal, e igualmente mediar en los conflictos entre Carlos IV y su hijo Fernando.

Napoleón, finalmente, obligó a Fernando a devolverle la corona a su padre, Carlos IV, y forzó a éste a abdicar y ceder los derechos de la corona española al Emperador francés. En España la población se alzó contra el invasor. Era el comienzo de la Guerra de la Independencia.

El Arte Español en el Siglo XVIII: del Barroco al Neoclasicismo

El Barroco representa una reacción frente a la sobriedad y pureza estilística renacentista: las columnas salomónicas, los frontones partidos y curvos, la decoración naturalista y la suntuosidad de formas y materiales serán elementos distintivos del nuevo estilo. El Barroco y el Rococó (un estilo aun más exaltado) venían también a reflejar el nuevo poder de las monarquías absolutas. En todo caso la llegada de los Borbones también facilitó la introducción del clasicismo francés, patente en los palacios de Madrid, Aranjuez y la Granja de San Ildefonso. Ello favoreció la evolución hacia el neoclasicismo –una vuelta a los gustos estéticos clásicos- ya en el reinado de Carlos III.

La figura más importante del arte español será Francisco de Goya, pintor genial a caballo entre los dos siglos. Su estilo neoclásico inicial se va llenando de gracia y naturalismo en los cartones sobre motivos populares, mientras comienza a demostrar sus dotes como retratista, que le facilitarán su nombramiento como pintor de corte.

La sordera tras una larga enfermedad supondrá su primera gran crisis (Los Caprichos) mientras realiza importantes retratos realistas (La familia de Carlos IV) y pinta los frescos de San Antonio de la Florida.

El estallido de la Guerra de la Independencia provocará la segunda gran crisis de Goya, que pintará la serie sobre los Desastres de la Guerra, así como con posterioridad cuadros de gran formato (Los fusilamientos del 3 de Mayo y La carga de los mamelucos). Un espíritu que ya no le abandonará, como muestran sus «pinturas negras». Se exilió a Francia al restaurarse el absolutismo en España, falleciendo en Burdeos en 1828.

A Goya se le considera hoy como uno de los más grandes pintores del arte universal y su pintura trascendió a su época, abriendo nuevos caminos a la Historia del Arte.

Los Borbones y la Ilustración

Mapas

Al morir Carlos II sin descendencia los países más fuertes de Europa intentan imponer en España una nueva dinastía, la casa de Borbón, de origen francés.

Durante la segunda mitad del siglo XVIII con Carlos III, el monarca más significativo de esta dinastía, comienzan una serie de reformas, características del Despotismo Ilustrado:

Economía y Sociedad

Gracias a estas reformas:

  • Se mejora la economía del país. En algunas zonas como Cataluña aparecen ya industrias con estructuras capitalistas: las fábricas de indianas.
  • Se producen cambios sociales: crítica de la sociedad feudal existente.
  • Se busca el bienestar del pueblo.
  • Se critica la superstición y las costumbres atrasadas.
  • Se potencia la educación.
  • Se busca mejorar la situación de la mujer

Política

Los reyes apoyan estas reformas pero siempre conservando su poder absoluto, semejante al francés, país aliado casi permanentemente con España (Pactos de Familia). Es el llamado Despotismo Ilustrado: el monarca, que tiene todo el poder, lo usa para conseguir el mayor bienestar posible de sus súbditos.

Por otro lado, llevan a cabo una obra de centralización que supone la abolición de las autonomías políticas existentes en Cataluña, Aragón y Valencia, lo que trae consigo la imposibilidad del uso oficial de su lengua, la desaparición de sus instituciones de gobierno, etc.

Cultura

En el siglo XVIII conviven dos formas culturales:

  • Por un lado, continúan las líneas barrocas del siglo anterior.
  • Por otro, entran en el país formas italianas y francesas que llevan al final de siglo al Neoclasicismo.

Como exponente artístico de la época y a caballo entre los siglos XVIII y XIX Goya refleja en sus cuadros la sociedad.

Reina la ignorancia, la creencia en lo maravilloso y la superstición. Se oponen al riego, porque creen mejor el agua de lluvia. Creen que las semillas cambian con el tiempo de naturaleza y el trigo puede degenerar en avena. Los eclipses, «lluvias de sangre» y otros fenómenos atmosféricos, producen gran espanto. Los astrónomos eran admirados, ya que describían la influencia nociva de los eclipses en las cosechas, hombres, animales, etc., aunque «. . . los católicos no debían tener miedo a sus consecuencias». Para conjurar heladas o sequías se repicaban las campanas, se hacían procesiones y novenas, y para evitar los rayos se ponían en los sombreros cruces o palmas benditas.

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