El establecimiento de la Segunda República: fuerzas políticas y Constitución de 1931
Contexto histórico y proclamación de la República
Tras la dimisión del dictador Miguel Primo de Rivera el 29 de enero de 1930, se sucedieron una serie de gobiernos que intentaron devolver al debilitado régimen monárquico a la senda constitucional y parlamentaria, a pesar de la debilidad de los partidos dinásticos. Alfonso XIII nombró presidente del gobierno a Dámaso Berenguer. Este período será conocido como dictablanda debido a las pretensiones del presidente de restablecer el sistema de 1876. La lentitud en la aplicación de reformas fue la causa del fracaso de Berenguer. Durante su gobierno, tuvo lugar el Pacto de San Sebastián (17 de agosto de 1930). En él, la Alianza Republicana y otras personalidades políticas de ideología socialista o nacionalista, acordaron la estrategia para poner fin al reinado de Alfonso XIII e instaurar la República.
En diciembre, el artículo del filósofo Ortega y Gasset «La monarquía debe ser destruida», y los dos intentos de golpe de estado en favor de la república (en Jaca y Madrid), fracasados, hacen que el rey sustituya al frente del Gobierno a Berenguer por el Almirante Aznar, quien decide convocar elecciones municipales para el 12 de abril de 1931. Estas adquirieron un carácter de plebiscito a favor o en contra de la monarquía. El triunfo de las candidaturas republicanas en las grandes ciudades y capitales de provincia propició la proclamación de la Segunda República el 14 de abril de 1931. Sin apoyos, Alfonso XIII se exilia (sin abdicar).
El contexto socioeconómico en el que esto sucede viene marcado por la Gran Depresión, nombre que se le dio a la profunda crisis económica iniciada con el crac de la bolsa de Nueva York en 1929 y que también afectó a España, haciendo descender la actividad económica. Esta crisis provocó también mucha inestabilidad política, con las democracias cada vez más cuestionadas en todo el mundo, y los fascismos y soluciones autoritarias emergiendo como una alternativa en auge. En este contexto, que coincide con el inicio de la Segunda República, es en el que comienza a incubarse una nueva guerra europea: la Guerra Civil española, que será el preludio de la Segunda Guerra Mundial.
Gobierno provisional y medidas urgentes
El poder en España es tomado inmediatamente por un Gobierno Provisional, formado por los dirigentes del Comité Revolucionario del Pacto de San Sebastián y dirigido por Niceto Alcalá Zamora, como presidente del gobierno. Desde abril a diciembre, el país estuvo presidido por este Gobierno Provisional que aprobó una serie de decretos para abordar las medidas más urgentes y necesarias para transformar la política española.
Por una parte, desarrolló una serie de medidas y decretos necesarios para poner en marcha la república:
- Decretar la amnistía.
- Restablecer las libertades públicas y sindicales.
- Convocar elecciones a Cortes Constituyentes.
Debió afrontar el problema de Cataluña, ya que el mismo 14 de abril, en Barcelona, Francesc Macià (dirigente de Esquerra Republicana) proclamó el Estado Catalán y la república federal. El gobierno provisional, tratando de reconducir la situación, acordó un programa para acelerar la inmediata puesta en marcha de la autonomía catalana con el reconocimiento de la Generalitat como órgano de gobierno autónomo provisional y la inmediata elaboración de un estatuto. También dio inicio a una serie de medidas reformistas ante problemas que necesitaban una respuesta inmediata:
- La miseria agraria, con medidas para favorecer a los jornaleros agrarios como el decreto de labores forzosas o el decreto de términos municipales.
- El analfabetismo, con la dotación de escuelas y maestros.
- La republicanización del ejército, con la reforma militar de Azaña.
Fuerzas políticas y elecciones de 1931
La proclamación de la República tuvo una fuerte repercusión en el panorama político, dividiendo a la sociedad en polos opuestos, hecho que desencadenará en el 36 la Guerra Civil. En la derecha, en un primer momento cundió la desorientación por la proclamación de la República, pero después apareció reorganizada en torno a la CEDA de Gil Robles, que aglutinó a las distintas derechas regionales y contó con el apoyo de la jerarquía católica, expresando de forma ambigua su acatamiento del sistema. Más a la derecha aparecerán partidos de perfil más autoritario, monárquicos alfonsinos (Renovación Española), carlistas (Comunión Tradicionalista) y algunos fascistas como Falange Española y de las JONS, liderada por José Antonio Primo de Rivera. En la izquierda destacan el PSOE, PCE, el POUM (comunistas de tendencia trotskista) y el anarquismo de la CNT y la FAI. En la línea de pensamiento republicano tenemos formaciones de derechas, de centro-derecha populista como el Partido Republicano Radical de Lerroux, o de izquierda como es el caso de Acción Republicana de Manuel Azaña, o la ORGA de Casares Quiroga.
En las elecciones que se celebraron el 28 de junio de 1931 (la participación fue del 70%, la mayoría de la abstención se dio en las zonas de influencia anarquista), la coalición de republicanos y socialistas que formaba el gobierno provisional obtuvo una amplia mayoría. Este éxito de las fuerzas de izquierdas se debió, en parte, a la desorganización de la derecha tradicional, que obtuvo una representación parlamentaria bastante inferior a su fuerza real en la sociedad (lo que explica que los sectores derechistas no se sintieran representados en la República y la aparición posterior de la CEDA). El aplastante éxito del PSOE y de los republicanos más progresistas (Azaña) representó un importante cambio en el panorama político nacional, ya que por primera vez las izquierdas accedieron al poder.
Constitución de 1931
Estas cortes aprobaron la primera constitución republicana de la historia de España: la Constitución de 1931. Esta constitución declara a España como una república parlamentaria de trabajadores de toda clase y una república que será laica, con separación entre Iglesia y Estado. Un estado que se define como integral, donde cabe la posibilidad de crear una autonomía allí donde se solicite. Algunos de sus rasgos más característicos son el sufragio universal masculino y femenino (llevado a la práctica por primera vez en 1933), la soberanía popular, una amplia declaración de derechos en los que a los derechos individuales clásicos se le unen la libertad de reunión, asociación y el derecho a la educación, derechos de tipo social que significan un avance significativo respecto a las anteriores constituciones. El Presidente de la República sería elegido por las Cortes (órgano unicameral) por un periodo de 6 años y tenía la potestad de nombrar o destituir al Presidente de Gobierno, pero siempre con la conformidad de las Cortes. Para garantizar el equilibrio de los mecanismos democráticos, creaba un sistema de controles mutuos entre las Cortes y la Presidencia de la República. También establecía un modelo de economía en el que asumía el principio de que la riqueza del país quedaba subordinada a los intereses de la economía nacional y, aunque garantizaba el derecho a la propiedad privada, establecía la posibilidad de la expropiación, abriendo así el camino para poder realizar una reforma agraria. También concedía al Estado la facultad de intervenir y dirigir los asuntos económicos en caso de necesidad, lo que permitiría la nacionalización de ciertos sectores de la economía.
Finalmente, el hecho de que esta Constitución no fuera sometida a referendo otorgó argumentos a las derechas para rechazarla, considerando al texto como «izquierdista, anticatólico, peligroso para la unidad de España y revolucionario».
Balance y consecuencias
El texto constitucional, en todo caso, serviría de base legal para poner en marcha el llamado Bienio Reformista (1931-1933), etapa en la que se aprobaron numerosas iniciativas que intentaron dar solución a los problemas que no se habían resuelto durante el período de la Restauración ni durante la Dictadura de Primo de Rivera. Le seguiría el Bienio de Derechas (1933-1936) y, finalmente, las izquierdas recuperarían el poder con la victoria del Frente Popular en febrero de 1936, periodo truncado dramáticamente por el estallido de la Guerra Civil en julio del mismo año.
Como balance o reflexión final, se puede decir que la etapa republicana fue un período histórico breve, esperanzador y agitado. Al final, la falta de cultura y tradición democrática, la inestabilidad política, la conflictividad social y la intransigencia de los diferentes sectores enfrentados condujeron progresivamente al país hacia un conflicto desastroso, una guerra fratricida y brutal, que aniquiló todo rastro de los proyectos reformistas anteriores, implantó una férrea dictadura de casi cuarenta años y atrasó nuestra incorporación política y económica a la Europa democrática.