Los Reyes Católicos: Unificación de España y Expansión

La Guerra de Sucesión Castellana

Durante el reinado de Enrique IV, algunos nobles promovieron su abdicación en favor de su hermano Alfonso, de tan solo 11 años, durante la Farsa de Ávila (1465), una ceremonia simbólica donde Enrique fue destronado. Buscaban mermar la influencia de Beltrán de la Cueva, a quien responsabilizaban de los problemas del reino, y nombraron a Alfonso como Alfonso XII. Mientras tanto, Juana, hija de Enrique, seguía siendo la heredera legítima. En 1468, Alfonso murió en medio de los conflictos.

En el Pacto de los Toros de Guisando, Enrique IV desheredó a su hija Juana y nombró heredera a su hermanastra Isabel, pero le prohibió casarse sin su consentimiento. En 1469, Isabel contrajo matrimonio en secreto con Fernando de Aragón, con la mediación del arzobispo Alfonso Carrillo. Al ser primos, necesitaban una bula papal para legitimar la unión. Isabel tenía 18 años y Fernando 17. Aunque no se firmaron acuerdos formales entre Aragón y Castilla, el matrimonio buscaba el beneficio mutuo de ambos reinos. Al enterarse de la boda, la nobleza rompió el pacto, y Enrique IV desheredó a Isabel, nombrando nuevamente a Juana como su sucesora.

Cuando Enrique IV falleció en 1474, Isabel fue proclamada reina en Segovia por sus partidarios. Alfonso V de Portugal, prometido de Juana, declaró la guerra con el apoyo de nobles castellanos, como el arzobispo de Toledo y el marqués de Villena, además de ciudades como Burgos. Juana contaba con el respaldo de Francia, mientras que Isabel recibió el apoyo de nobles, clero, ciudades y el reino de Aragón. La guerra concluyó en 1476 con la victoria de Isabel en la Batalla de Toro. En 1479, el Tratado de Alcaçovas llevó a Portugal a reconocer a Isabel como reina de Castilla. Ese mismo año murió Juan II de Aragón, y su hijo Fernando II, esposo de Isabel, lo sucedió. Ambos fueron reconocidos como reyes de Castilla y Aragón.

La Unión Dinástica

La proclamación de Isabel y Fernando como reyes generó tensiones sobre el reparto del poder. Esto se resolvió con la Concordia de Segovia en 1475, redactada por el cardenal Mendoza y el arzobispo Carrillo. Se estableció la unión dinástica de Castilla y Aragón bajo el lema «Tanto monta, monta tanto Isabel como Fernando», permitiendo que ambos gobernaran conjuntamente. Fue una unión personal y dinástica, no una fusión de reinos, ya que cada uno mantuvo sus propias leyes, instituciones, moneda y organismos.

Castilla, al ser más grande, poblada y con una economía más sólida, predominó en la península. Isabel y Fernando lograron dominar a la nobleza, el clero y las ciudades, consolidando una monarquía autoritaria renacentista.

La unión tenía tres objetivos comunes: centralizar el poder, lograr la unidad religiosa y unificar territorialmente la península. Para ello, se valieron de la Santa Hermandad, la Inquisición, matrimonios políticos, un ejército permanente (los Tercios) y embajadores en ciudades importantes.

Expulsión de los Judíos y Consecuencias

Los Reyes Católicos utilizaron la religión como herramienta para unificar su reino, entrelazándola con la política. Buscaban la homogeneidad religiosa en una sociedad compuesta por cristianos, judíos y musulmanes. Esto generó animadversión hacia los conversos (judíos convertidos), acusados de seguir practicando el judaísmo en secreto (herejía conversa).

En 1478, el Papa Sixto IV, mediante la creación del Tribunal del Santo Oficio, instauró la Inquisición para perseguir a los falsos conversos. Este tribunal empleaba la tortura, aceptaba denuncias anónimas y confiscaba bienes. Los castigos incluían la prisión, azotes o la hoguera. Aunque inicialmente se centró en los judeoconversos, posteriormente persiguió prácticas como la brujería y la homosexualidad. La Inquisición también se utilizó como instrumento político, y en una década juzgó a más de 15,000 conversos, ejecutando a unos 2,000.

Como el problema de los conversos persistía, en 1492 se decretó la expulsión de los judíos que no se convirtieran al cristianismo en un plazo de cuatro meses. Unos 200,000 judíos abandonaron España y formaron comunidades sefardíes en el Mediterráneo. Aunque hubo cierta oposición, nadie protestó abiertamente por temor a la Inquisición.

El Descubrimiento de América y las Primeras Expediciones

Tras el descubrimiento de nuevos territorios, los Reyes Católicos solicitaron al Papa Alejandro VI que les otorgara derechos para gobernarlos. El Papa concedió varias bulas, siendo la más importante la bula Inter Caetera II, que otorgaba a Castilla el dominio de las tierras al oeste de una línea imaginaria, con la condición de evangelizar a sus habitantes. Esto provocó protestas de Portugal, que también aspiraba a territorios en el Nuevo Mundo. Como consecuencia, se firmó el Tratado de Tordesillas en 1494, que permitió a Portugal colonizar Brasil.

Desde 1499, los Reyes Católicos autorizaron expediciones privadas, a cambio del quinto real (una quinta parte de las ganancias). Durante los primeros años del siglo XVI, se llevaron a cabo numerosas expediciones, desde Florida hasta el Río de la Plata. Algunas expediciones destacadas fueron:

  • Juan de la Cosa: en 1500 realizó el primer mapa de las nuevas tierras.
  • Ponce de León: exploró Puerto Rico y Florida.

Consideraciones de la Corona Castellana hacia los Indígenas

La Reina Isabel I prohibió la esclavitud de los indígenas y ordenó que fueran tratados con justicia. Sin embargo, en la práctica, surgieron sistemas como los repartimientos y la encomienda, donde los indígenas eran forzados a trabajar para los colonos, lo que provocó abusos y una elevada mortalidad. Para mitigar esta situación, se promulgaron las Leyes Nuevas de Indias (1542), que intentaron limitar los abusos del sistema de encomienda, prohibiendo que este derecho fuera hereditario.

Los Austrias Mayores: Carlos I

Carlos I de España y V de Alemania (1516-1556) gobernó un vasto imperio gracias a una herencia inesperada, fruto de los matrimonios estratégicos de los Reyes Católicos para aislar a Francia:

  • De su abuelo paterno, Maximiliano de Habsburgo: Austria y el título imperial.
  • De su abuela paterna, María de Borgoña: Flandes y el Franco Condado.
  • De su abuelo materno, Fernando el Católico: la Corona de Aragón, incluyendo Sicilia, Cerdeña y Nápoles.
  • De su abuela materna, Isabel la Católica: la Corona de Castilla, Navarra y América.

En 1520, la corona imperial reunió una gran cantidad de territorios, creando una concentración de poder sin precedentes, lo que generó envidia y rivalidad, especialmente con Francia. Sin embargo, esta unión de territorios, que eran autónomos y solo estaban unidos por la figura del rey, supuso un gran desafío. La España de los Austrias no era un país unificado políticamente, sino un conjunto de territorios heredados. Cada territorio conservaba sus propias leyes, instituciones, lengua y moneda. Este hecho es fundamental para comprender el reinado de Carlos I.

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