El Sexenio Democrático (1868-1874): Revolución, Reinado de Amadeo I y Primera República
Intentos Democratizadores
La Revolución de septiembre de 1868, que sus protagonistas llamaron la «Gloriosa», significó el final de la monarquía de Isabel II. Se sucedieron después seis años, de gran inestabilidad, en los que hubo varios regímenes políticos. La característica común a todo el periodo fue la búsqueda de un nuevo orden político y social, en el que tuvo un protagonismo fundamental la pequeña burguesía de las ciudades y el naciente movimiento obrero. Por ello, esta etapa se denomina Sexenio Democrático o Revolucionario.
El Sexenio Revolucionario fue la última etapa de la revolución liberal en España y representó un intento de ampliar el liberalismo e instaurar la democracia. Pero aquellos años estuvieron llenos de conflictos de diversa índole: políticos, con la aparición del federalismo, el levantamiento carlista y el estallido de la guerra en Cuba; sociales, con las reivindicaciones de las clases populares y los primeros pasos del obrerismo socialista y anarquista; y económicos, derivados de un contexto de crisis y de lucha entre proteccionistas y librecambistas.
La burguesía democrática no consiguió estabilizar un régimen político definido. El Sexenio fracasó en su intento de modernización política del país y se impuso de nuevo la solución monárquica, que condujo al periodo de la Restauración de los Borbones, en la presencia de Alfonso XII.
Etapas del Sexenio Democrático
- La Revolución Gloriosa de septiembre de 1868
- El Gobierno Provisional de 1869-1870
- La Monarquía democrática de Amadeo I de Saboya de 1871-1873
- La Primera República española de 1873-1874
La Revolución Gloriosa de Septiembre de 1868
«Queremos que una legalidad común, por todos creada, tenga implícito y constante el respeto de todos. Queremos que el encargado de observar y hacer observar la Constitución no sea su enemigo irreconciliable. Queremos vivir la vida de la honra y de la libertad. Queremos que un gobierno provisional que represente todas las fuerzas vivas del país asegure el orden, en tanto que el sufragio universal echa los cimientos de nuestra regeneración social y política. ¡Viva España con honra!»
Esta proclama (Cádiz, 19 de septiembre de 1868) -redactada por López de Ayala, y firmada, con intencionada exclusión de los dirigentes civiles, por los generales comprometidos en el movimiento revolucionario (Topete, Prim, Serrano)- fue el punto de partida de la revolución de septiembre de 1868, que puso fin al reinado de Isabel II.
La Revolución de 1868
En los años anteriores a 1868, el malestar social y el desprestigio del gobierno de Isabel II eran crecientes. Después del fracaso de la sublevación del cuartel de San Gil en 1866, se decidió la unión del mayor número de fuerzas militares y civiles posibles. De esta forma, el general Prim pactó en Ostende una alianza con el partido demócrata, para promover el cambio de régimen y convocar Cortes Constituyentes. La crisis económica que se manifestó a partir de 1866, fue una crisis de subsistencias que trajo escasez de cereales, hambre y enfermedades.
La revolución se produjo en septiembre de 1868 al grito de «¡Viva España con honra!» y triunfó sin apenas derramamiento de sangre, formándose juntas revolucionarias en muchos puntos del país. Las consignas eran parecidas en todos lados: soberanía, demandas de libertad, supresión de las quintas, separación de la Iglesia y el Estado, abolición de impuestos, sufragio universal e incluso reparto de la propiedad y proclamación de la república. Jefes militares, como Prim, Topete y Serrano, se pusieron al frente de todo este movimiento insurreccional. Isabel II, que estaba veraneando en el País Vasco, se encontró sin apoyos y se exilió a Francia. El único encuentro militar de importancia fue la batalla de Alcolea en que Serrano derrotó a los isabelinos; Prim, por su parte, recorrió las ciudades costeras consolidando la sublevación hasta lograr la adhesión de Barcelona el 3 de octubre.
Con la revolución de 1868 se inicia el «Sexenio Democrático». Tras el triunfo de la revolución, Isabel II abandonó España y se estableció un gobierno provisional que encabezó Serrano (con Topete y Prim) que convocó elecciones a Cortes Constituyentes por sufragio universal.
El Gobierno Provisional (1868-1870)
Tras la huida de Isabel II se organizaron Juntas Revolucionarias en todo el país. En Madrid los sublevados propusieron a la Junta revolucionaria de la capital, el nombramiento de un Gobierno provisional, sin consultar a las Juntas provinciales ni locales. La Junta Suprema de Gobierno dio paso así a la formación de un Gobierno Provisional, presidido por el general Serrano, en el que junto a los unionistas hubo cinco ministros progresistas, entre ellos el general Prim. El Gobierno, apoyado por el Ejército, se vio presionado por las Juntas Revolucionarias, que estaban respaldadas en la calle por las milicias revolucionarias de los Voluntarios de la Libertad.
Las primeras medidas del Gobierno Provisional llevaron a la práctica los principios que la revolución había defendido, reglamentando la libertad de imprenta, los derechos de asociación y de reunión y el sufragio universal. El Gobierno convocó en el mes de diciembre de 1868 elecciones a Cortes Constituyentes por sufragio universal. Los comicios, celebrados en enero de 1869, fueron los primeros en España que reconocieron el sufragio universal masculino, dieron la victoria a la coalición gubernamental partidaria de la fórmula monárquica, pero también aparecieron en la cámara dos importantes minorías: carlistas y republicanos. Las Cortes, reunidas en febrero, crearon una comisión parlamentaria encargada de redactar una nueva Constitución, que fue aprobada el 1 de junio de 1869.
La Constitución de 1869
Las Cortes quedaron constituidas el 11 de febrero de 1869, con una amplia mayoría para las fuerzas políticas que componían el gobierno. Serrano asumió el Poder Ejecutivo mientras una comisión, encabezada por Olózaga, redactó el proyecto de una nueva Constitución. La determinación de tipo de régimen – monarquía o república- y la cuestión religiosa fueron los puntos más debatidos. La mayoría en las Cortes hizo triunfar, por fin, el principio de la Monarquía.
La Constitución de 1869 incluyó los principios básicos del liberalismo democrático:
- La soberanía nacional, que reside en las Cortes se traduce en el ejercicio del sufragio universal. La potestad de hacer las leyes residía en las Cortes, el rey tan solo las promulgaba, no podía vetarlas y sus poderes quedaban bastante limitados. Las Cortes se componían de un Congreso y un Senado, que debían reunirse al mismo tiempo.
- Una declaración exhaustiva de derechos individuales: de libertad de prensa, de reunión, de manifestación y de asociación, la libertad de enseñanza y la igualdad para obtener empleo. Libertad religiosa.
- La descentralización administrativa y judicial.
La Constitución de 1869 consolidó un régimen político basado en los principios liberal-democráticos. Sin embargo, frustró algunas de las aspiraciones de otros grupos políticos, especialmente muchas de las reivindicaciones de carácter popular. Las revueltas urbanas protestaban contra los consumos, las quintas y el aumento de precios. Una vez aprobada la Constitución se estableció la Regencia, de la que se encargó Serrano, mientras se encontraba un nuevo rey para España. Prim, que presidía el Gobierno, se encargó de esta misión, que quedó resuelta con la aceptación de Amadeo de Saboya. Esta candidatura era bien vista por las fuerzas monárquicas más progresistas, debido al prestigio con que contaba la Casa de Saboya, que acababa de lograr la unificación de Italia. Amadeo fue elegido rey el 16 de noviembre de 1870 en las Cortes. El nuevo monarca llegó a España días después de que el general Prim, hubiera sido víctima mortal de un atentado en Madrid.