Manifiesto de Sandhurst: Restauración Borbónica y Fin del Sexenio Democrático

El Manifiesto de Sandhurst y la Restauración Borbónica en España

Contexto Histórico: El Fin del Sexenio Democrático

Este texto histórico, de carácter político, fue redactado por Cánovas del Castillo y firmado por Alfonso de Borbón (futuro Alfonso XII) el 1 de diciembre de 1874. Con él, se cerraba el período histórico conocido como el Sexenio Democrático (1868-1874), una etapa convulsa que había visto fracasar en España dos regímenes políticos distintos en muy poco tiempo: la monarquía democrática de Amadeo de Saboya (1871-1873) y la I República (1873-1874).

Cánovas del Castillo y el Partido Alfonsino

Cánovas del Castillo, que había militado en las filas de la Unión Liberal, tras los acontecimientos de la Revolución de 1868, conocida como “La Gloriosa”, se posicionó como firme adversario del sufragio universal masculino. Comenzó a abanderar un nuevo partido, denominado “alfonsino”, con el objetivo de restaurar la monarquía borbónica. Para ello, tuvo que convencer a Isabel II de que la restauración no podía hacerse en su persona y que el paso previo era que abdicase de sus derechos dinásticos en beneficio de su hijo, Alfonso.

La Crisis de la I República

El momento histórico en el que se encuadra este texto se corresponde con el de máximo deterioro político del régimen republicano. Los problemas de la insurrección carlista, del independentismo cubano y de las sublevaciones cantonales promovidas por el federalismo radical hicieron fracasar las tentativas por estabilizar el régimen, como demuestran las sucesivas dimisiones en 1873 de los presidentes de la República: Figueras, Pi y Margall, Salmerón y Castelar.

Análisis del Manifiesto de Sandhurst

En el Manifiesto de Sandhurst, Alfonso de Borbón reclama desde las primeras líneas sus derechos dinásticos al trono español (“soy el único representante yo del derecho monárquico”), tras la abdicación “espontánea” de su madre, Isabel II. Ni una cosa ni la otra eran ciertas. Como es sabido, los carlistas reclamaban los derechos legítimos de su candidato. Primero lo hicieron acudiendo a las urnas y, cuando estas no les resultaron favorables, una facción de ellos, desde 1872, optó por la insurrección armada.

En el resto del Manifiesto se presentan las bases programáticas de esta restauración borbónica, definida como una “monarquía hereditaria y constitucional”. Cánovas creía además que la monarquía alfonsina no podía incurrir en los errores de la isabelina, como por ejemplo, la falta de alternancia política o la decantación de la Corona solo por la opción política del liberalismo “moderado”.

Cánovas insiste en que la monarquía borbónica será una monarquía parlamentaria, alejada de viejos reclamos de un régimen monárquico que concentre todos los poderes (“no hay que esperar que decida yo nada de plano y arbitrariamente”); y que legitima su restauración en el “derecho constitucional” de 1812. El autor del texto subraya el carácter “liberal” al cerrar el texto identificando la modernidad de este pensamiento político con la persona de Alfonso de Borbón (“hombre de siglo, verdaderamente liberal”). Incluso esta monarquía se convertirá en la garante de los derechos y libertades de los que, ahora España está, a juicio de Cánovas, privada.

Conclusión

En conclusión, este Manifiesto resume los pilares ideológicos en los que se asentaría la Restauración Borbónica, entendidos como una suma de lo que se debía conservar de su pasado, como su catolicismo, y de aquello que debía asumir de la “Europa moderna”, su carácter liberal. Quedaban sin concretar las claves de ese liberalismo, que se pondrán de manifiesto a lo largo del último cuarto del siglo XIX.

El Sexenio Democrático (1868-1874): Un Periodo de Inestabilidad Política

El Sexenio Democrático (1868-1874) es un período de la Historia de España, abierto con la Revolución de 1868, conocida como “La Gloriosa”. Intenta implantar una corriente del liberalismo democrático, pactada en principio por los liberales progresistas, unionistas y demócratas.

La Constitución de 1869

La Constitución de 1869, obra de la coalición de partidos que sale vencedora de las Cortes Constituyentes de ese año, es la primera Constitución democrática de toda la Historia del constitucionalismo español del s. XIX. Se reconoce el sufragio universal masculino, la soberanía nacional, la división de poderes y una amplia declaración de los derechos y libertades individuales. A ellos se une la libertad de pensamiento y la libertad de culto.

La Monarquía de Amadeo de Saboya

La coalición en el poder había diseñado en la Constitución un régimen político monárquico, aunque faltaba elegir una Casa Real. La Casa elegida por Prim fue la Casa de Saboya. La monarquía de Amadeo de Saboya fue una monarquía elegida por su concepción democrática del poder.

Enseguida llegaron los problemas. En las Cortes había partidos contrarios al nuevo régimen: carlistas y alfonsinos, por la derecha, y el naciente Partido Republicano por la izquierda. En segundo lugar, los propios partidos gubernamentales se habían polarizado en dos: el Partido Constitucional y el Partido Radical, y se mostraban divididos a la hora de resolver los problemas del nuevo régimen.

Entre los problemas más urgentes que debía afrontar estaba la nueva insurrección carlista en el País Vasco, Navarra y Cataluña, la Guerra de los Diez Años iniciada en Cuba (1868-1878) y las insurrecciones de los republicanos federales.

Todo ello condujo a una inestabilidad gubernamental. En los dos años que duró la Monarquía de Amadeo hubo seis Gobiernos. La coalición de partidos gubernamentales se desintegró y el Rey presentó su renuncia al trono.

La I República Española

Las Cortes volvieron a asumir la soberanía y decidieron someter a votación la proclamación de la República. La República fue recibida con expectación en las ciudades.

Las elecciones a Cortes Constituyentes fueron ganadas por los federales, pero con una elevada abstención electoral. Las nuevas Cortes definieron al régimen como una República Federal y redactaron un proyecto de Constitución que reconocía la existencia de quince Estados federales más Cuba y Puerto Rico. No obstante, si la Monarquía de Amadeo duró dos años, la recién proclamada I República Española no iba a durar más, porque heredaba el problema político anterior.

La República aceleró el conflicto carlista, que se extendió por Cataluña y se consolidó en el País Vasco y el Maestrazgo. En Cuba, la guerra iniciada en 1868 continuaba y el partido españolista de la isla se mostraba partidario de la restauración de los Borbones en la Península y actuaba al margen, cuando no en contra, del Gobierno central.

Pi y Margall dimitiría como Presidente de Gobierno para evitar el uso de la fuerza en la represión de las revueltas. Fue sustituido por Salmerón, quien promovió una acción militar contra el movimiento cantonal, pero dimitiría también al no querer firmar las penas de muerte impuestas por los tribunales militares. Para sustituirle fue elegido Castelar, quien cerró las Cortes y gobernó de forma autoritaria. El gobierno pasó a manos del general Serrano.

El Fin de la I República y la Restauración

El golpe definitivo para la I República vino de otro pronunciamiento militar, el protagonizado en diciembre de 1874 por Martínez Campos, quien en Sagunto proclamó Rey de España al joven Alfonso XII, el hijo de Isabel II.

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