El Sistema Canovista y la Restauración de la Monarquía en España

La Restauración Borbónica y el Sistema Político de Cánovas del Castillo

Contexto Histórico: Del Sexenio Democrático a la Restauración

La inestabilidad del Sexenio Democrático provocó un giro de la burguesía hacia posiciones conservadoras. El fracaso de la experiencia republicana había despertado en amplias capas sociales el anhelo de una restauración monárquica que garantizara el orden, la estabilidad de la propiedad privada y los intereses de la Iglesia.

Cánovas del Castillo: El Artífice de la Restauración

Antonio Cánovas del Castillo fue la gran figura política del momento y el artífice de la Restauración, ya que preparó la vuelta a España —y al trono— de Alfonso XII, hijo de Isabel II.

En los años anteriores, los partidarios de la restauración borbónica habían emprendido una activa labor diplomática con el fin de lograr apoyo internacional para el nuevo monarca.

Pero los monárquicos estaban divididos en diferentes grupos, según el candidato que apoyaban, por lo que Cánovas volcó sus esfuerzos en presentar al príncipe Alfonso como único candidato idóneo al trono.

La intención de Cánovas era que la restauración borbónica se presentara como resultado de un estado de opinión favorable.

Para ello, había redactado y hecho firmar al príncipe Alfonso el Manifiesto de Sandhurst, en el que exponía al pueblo español sus ideales religiosos y sus propósitos conciliadores.

Pero los militares se adelantaron una vez más, y el desencadenante de la Restauración fue el pronunciamiento en Sagunto, en 1874, del General Martínez Campos, que proclamó rey de España a Alfonso XII. Cánovas, por tanto, se vio obligado a admitirlo. Cánovas del Castillo no solo había preparado y dirigido la estrategia para volver a entronizar a la casa de Borbón en España, sino que también había diseñado el nuevo sistema político por el que se había de regir la monarquía a partir de entonces.

El Sistema Canovista: Estabilidad y Bipartidismo

Como hombre de estado, Cánovas aspiraba a construir un sistema político estable y sólido, capaz de superar definitivamente la confusión y el desorden que habían caracterizado la mayor parte del siglo XIX.

Su fuente de inspiración era el modelo inglés, que se basaba en la alternancia en el gobierno de dos grandes partidos y en la consolidación de dos instituciones fundamentales: la monarquía y el Parlamento, que habían hecho innecesaria la elaboración de una constitución escrita. Se trataba, en definitiva, de aplicar la doctrina inglesa de la balanza de poderes, según la cual la estabilidad se basaba en el equilibrio de fuerzas opuestas de igual poder: Corona y Parlamento; partido gobernante y partido en la oposición.

El proyecto político de Cánovas se apoyaba sobre tres soportes fundamentales:

  • El rey y las Cortes, como instituciones fundamentales que compartían la soberanía.
  • El bipartidismo, como sistema idóneo de alternancia en el poder.
  • Una Constitución moderada, como marco jurídico del sistema.
  • Fraude electoral: encasillado, caciquismo y pucherazo.

El Bipartidismo y la Exclusión Política

Para Cánovas, la nación era una creación histórica que se configuraba a lo largo del tiempo. Y de la experiencia histórica surgía una Constitución interna, propia de cada nación. Así que no iba a retornar a los planteamientos del liberalismo doctrinario.

Siguiendo el modelo bipartidista inglés, la labor de gobierno debía recaer exclusivamente en dos partidos principales, que se alternarían en el poder y en la oposición. Cánovas no se limitó a configurar su propio partido, el Partido Conservador, sino que además organizó su oposición, Práxedes Mateo Sagasta, que creó el Partido Liberal. Ambos eran partidos dinásticos y de cuadros, integrados solo por dirigentes políticos que defendían los intereses de la oligarquía.

Excluidos de la posibilidad de gobernar quedaron los carlistas, por anticonstitucionales, y los partidos republicanos, por antimonárquicos. Los objetivos del bipartidismo eran: evitar recurrir a golpes revolucionarios, asegurar la estabilidad del sistema político, impedir el acceso al poder de los grupos extremistas (carlistas, socialistas, republicanos) y mantener el orden socioeconómico en beneficio de la clase dominante.

La Constitución de 1876: Un Marco Jurídico Flexible

Tras la celebración de elecciones, se reunieron las Cortes Constituyentes. El resultado fue la Constitución de 1876, moderada y basada en lo esencial en la de 1845, aunque con algunos derechos de la de 1869, pero recortados.

Su gran ventaja radicaba en la elasticidad; es decir, en su articulado poco preciso, compatible con gobiernos de muy distinto signo político.

De ese modo, los sucesivos gobiernos podrían cambiar las leyes ordinarias sin tener que cambiar la Constitución.

Las principales características fueron:

  • Establecía la soberanía compartida entre el rey y las Cortes.
  • Aumento de las prerrogativas del rey, que mantenía el poder ejecutivo, sancionaba y promulgaba las leyes, y convocaba, suspendía y disolvía las Cortes.
  • Las Cortes eran bicamerales:
    • El Senado adquirió un carácter elitista y estaba integrado por tres grupos: los senadores vitalicios por derecho propio, senadores vitalicios nombrados por el rey, y senadores elegidos por los mayores contribuyentes y las Corporaciones, para lo cual debía de tener un alto nivel de fortuna o haber desempeñado altos cargos políticos.
    • El Congreso era electivo, pero la Constitución no definió el tipo de sufragio, que por ley se estableció como sufragio censitario.
  • Contenía una declaración de derechos semejante a la de 1869, pero limitada.
  • Declaraba el catolicismo como religión oficial del estado y se prohibían las manifestaciones públicas de cualquier otra religión, aunque se reconocía la libertad individual de culto.

El Fraude Electoral: Caciquismo y Turnismo

Aunque la verdadera opinión del cuerpo electoral no importaba en absoluto, la farsa, para ser aceptable, debía parecer legitimada. Ahí intervenía un nuevo entramado de corrupción que tenía su protagonista principal en la figura del cacique.

Los cambios de gobierno se pactaban de antemano y después se amañaban las elecciones mediante métodos fraudulentos. Tanto el Partido Conservador como el Liberal tenían su propia red organizada para asegurarse los resultados electorales. Se trataba de una red piramidal con la siguiente estructura y funcionamiento:

  1. En Madrid estaba la oligarquía o minoría política dirigente, integrada por los altos cargos políticos y personajes influyentes de ambos partidos. Desde Madrid se comunicaba a los gobernadores civiles de las provincias los resultados electorales que se pretendía obtener en ellas.
  2. En cada capital de provincia, el gobernador civil daba la lista de candidatos que debían salir elegidos en cada localidad (“encasillado”), y estos, a su vez, daban las instrucciones a los caciques locales.
  3. Por último, en las comarcas, pueblos y aldeas, actuaban los caciques locales, que eran personalidades con poder e influencia, bien por su riqueza económica, bien por su prestigio o sus contactos, de forma que podían controlar a mucha gente que dependía de ellos. Se encargaban de que resultaran elegidos los candidatos del “encasillado”, para lo cual recurrían a los más variados procedimientos: el “pucherazo”, todo tipo de coacciones y chantajes que se hacían a los votantes.

De este modo, se organizaba el fraude electoral de arriba abajo. La capacidad de manipulación y fraude era mucho menor en las ciudades que en el medio rural, donde las viejas formas de dominación feudal todavía pervivían, aunque modificadas, en los nuevos mecanismos de control de los terratenientes sobre los campesinos.

El sistema político de la Restauración no era más que una fachada institucional para ocultar el verdadero control del poder —económico, social y político— por parte de una reducida oligarquía. Apenas tenía consecuencia que el sufragio fuera censitario o universal masculino, donde tenían más probabilidades de obtener algún escaño los candidatos de otros partidos distintos del Conservador y Liberal.

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