Los Orígenes del Conflicto: La Independencia de las Colonias Españolas de América
La independencia de las colonias españolas de América representó el final de una etapa de pujanza de España en el contexto internacional. A partir de ese momento, mantuvo su influencia en la zona gracias a la posesión de Cuba y Puerto Rico, mientras que en el Pacífico mantuvo sus posesiones en Filipinas. En 1868 estalló en Cuba la Guerra Larga que se prolongó hasta 1879, año en el que se firmó la Paz de Zanjón. Dicho acuerdo era importante porque permitía establecer un nuevo marco político en Cuba. Sin embargo, el resultado fue que estallaron nuevos movimientos insurreccionales en 1879, 1883 y 1885. En cuanto a Filipinas, se formaron grupos en las élites ilustradas de Manila que reivindicarían derechos como el de representación parlamentaria. Con estos antecedentes se llega al conflicto más importante, la guerra de 1895-98.
La Guerra Colonial en Cuba y Filipinas
A lo largo del periodo de la Restauración fracasaron en el Parlamento español varios intentos de dotar de autonomía a la isla de Cuba. En 1895 se aprobó un proyecto de autogobierno y unos días después se produjo el Grito de Baire, el inicio de una revolución capitaneada por Máximo Gómez y cuyo máximo inspirador fue el independentista José Martí. La respuesta española fue enviar al mando de las tropas al general Martínez Campos. Este militar intentó llevar a cabo una política de pacificación y de negociación, pero la negativa del general a actuar contra la población civil que apoyaba a los insurgentes provocó un cambio en la dirección militar, que en 1896 pasó a Valeriano Weyler, que siguió una línea más represiva y decidió concentrar a la población civil en núcleos vigilados.
En 1897 el Congreso de los Diputados español era escenario de la discrepancia entre conservadores y liberales acerca del conflicto en Cuba. Para Cánovas, había que salvar el honor de España; para Sagasta, era necesaria la concesión de una amplia autonomía a la isla. Unos meses después, el dirigente conservador era asesinado y sustituido por Sagasta en la presidencia, quien destituyó a Weyler y nombró al general Blanco. En enero de 1898 se formó un gobierno cubano.
En esta coyuntura, Washington lanzará un ultimátum a España. A partir de abril de 1898, la guerra hispano-cubana se convertiría en la guerra hispano-cubana-norteamericana. Aquel hecho significaba también un cambio de orientación en el conflicto en Filipinas. A finales de 1897 se había firmado el pacto de Biak-na-Bató, pero Estados Unidos declaró la guerra a España, la cual culminó con la derrota española en Cavite. En el mes de agosto de 1898 se firmó un protocolo en Washington que debía servir como base para la firma de un tratado de paz, que finalmente se rubricó en París.
La Paz de París
España negoció con Estados Unidos en París, aunque más que nada lo que hizo fue concretar y ratificar lo establecido en Washington. Se trataron cuestiones territoriales. España conservó las Carolinas y las Palaos. No obstante, las posesiones españolas en el Pacífico solo se mantendrían durante poco tiempo, pues en 1899 se firmó un tratado hispano-alemán por el cual las Marianas, las Carolinas y Palaos pasaron a manos de Alemania. La firma de este tratado representó para España su desaparición de la escena internacional.
El Impacto de la Guerra y sus Consecuencias
La guerra de Cuba representó un momento de crisis dentro del sistema político de la Restauración. La preocupación fue buscar el acuerdo nacional ante las acciones bélicas y disponer de los recursos económicos necesarios para hacer frente a las mismas. Los dos grandes partidos dinásticos, conservadores y liberales, pensaban que había que encontrar un desenlace honroso para la guerra. Los grupos sociales con intereses económicos en Cuba deseaban una solución rápida al conflicto. En conclusión, se defendía el mantenimiento de los beneficios, con independencia de quién tuviese la soberanía.
En cuanto a las posiciones contrarias a la guerra, en el ámbito de la política estuvieron representadas por republicanos federales. Los socialistas comenzaron con una posición de rechazo al conflicto y pasaron luego a una crítica con respecto al régimen colonial. También estuvieron en contra los anarquistas. Por último, están las posiciones de algunos intelectuales como Joaquín Costa o Miguel de Unamuno que se pronunciaron en contra de la guerra.
Pero a pesar de esa oposición el sistema político no se modificó. No se pudo evitar que como consecuencia de la crisis surgieran unas corrientes críticas que tendrían peso en los años posteriores:
- El regeneracionismo, que propone soluciones para remediar los males de la patria.
- El institucionismo, centrado en la reforma educativa.
- Los intelectuales que constituían la Generación del 98.
- El movimiento obrero, que inicia una etapa de expansión organizativa a partir de su reivindicación fundamental de la mayor participación del pueblo.
Como conclusión, podemos afirmar que la guerra y la posterior pérdida de las colonias generalizó la idea de que algo se había perdido para siempre, aunque por otra parte la pérdida no fue tan importante desde el punto de vista cuantitativo.