La unificación alemana
El sentimiento nacional alemán hunde sus raíces en la época de la Ilustración y en el romanticismo nostálgico del pasado imperial durante la Edad Media. Este sentimiento se vio potenciado por la Revolución Francesa y constituyó el principal motor de los acontecimientos de 1848 en el mundo germánico. El nacionalista alemán se planteaba la disyuntiva de edificar una Gran Alemania, que incluyera a Austria, o dirigir sus esfuerzos hacia la creación de una Pequeña Alemania, liderada por Prusia sin Austria. El reino prusiano fue quien tomó la dirección del proceso de unificación, que acabaría excluyendo a Austria. En 1861 comenzó a reinar en Prusia Guillermo I y accedió a la cancillería Otto von Bismarck, político conservador que fue el gran forjador de la unidad alemana. Prusia estaba muy desarrollada económicamente y, desde 1834, había establecido una unión aduanera con los estados alemanes del norte para crear una zona de libre mercado que facilitase la circulación de personas y mercancías. También disponía del mejor ejército de Europa.
Tres conflictos bélicos jalonaron el camino hacia la unidad alemana:
- Los ducados de Schleswig y Holstein, culturalmente alemanes, pertenecían a la corona danesa. Prusia, conjuntamente con Austria, declaró la guerra a Dinamarca y, en 1864, ambas potencias se repartieron estos territorios.
- En 1866 se produjo una grave tensión entre Austria y Prusia a causa de los problemas surgidos por la administración de los ducados. Cuando Bismarck ordenó que las tropas prusianas entraran en Holstein, zona gobernada por Austria, estalló la guerra. El conflicto militar se liquidó en pocas semanas, al ser vencidos los austriacos en Sadowa. La gran potencia prusiana controlaba toda la Alemania del norte y demostraba su superioridad.
- Un tratado suscrito en 1867 por Prusia y 21 estados alemanes formó la Confederación de la Alemania del Norte; una constitución establecía dos cámaras: un Bundesrat, que representaba a los estados federales, y un Reichstag, cuyos diputados eran elegidos por sufragio universal masculino. Solo quedaba incorporar los estados alemanes del sur, para lo cual fue necesario un enfrentamiento con la Francia imperial de Napoleón III. El ejército francés fue derrotado en las batallas de Sedán y Metz.
Las tropas alemanas llegaron a las inmediaciones de París, y fue en Versalles donde quedó proclamado, en 1871, el Imperio Alemán. Los estados alemanes del sur, que habían sido ocupados por el ejército prusiano, entraron en la Confederación y aceptaron la proclamación de Guillermo I como emperador del Segundo Reich. En Francia, por el contrario, se proclamaba la Tercera República.
La unificación italiana
El Risorgimento es el proceso de afirmación cultural y política que condujo a la unificación y a la creación de un nuevo estado liberal en Italia. La voluntad unitaria había surgido durante la conquista por los ejércitos napoleónicos, y se manifestó con gran fuerza en la Revolución de 1848. La unificación italiana se llevó a cabo entre 1859 y 1870. Los italianos eran partidarios de la unificación, pero no estaban de acuerdo en el tipo de unidad al que querían llegar. Los sectores más conservadores, industriales, burgueses o nobles, como Cavour, pensaban en una federación de estados presidida por el papado. Las clases populares, junto a patriotas como Mazzini y Garibaldi, eran partidarias de una república democrática. Al igual que en Alemania, fue necesario un reino que se pusiera al frente del proceso de unificación, pues había que enfrentarse al poder austriaco.
El motor de la unidad italiana
El motor de la unidad fue el reino de Piamonte-Cerdeña. El reino de Piamonte era una monarquía constitucional, y el único estado que mantuvo instituciones liberales después de la Revolución de 1848. El norte piamontés era el territorio italiano más desarrollado económicamente. En julio de 1858, Napoleón III se entrevistó con Cavour y le prometió el apoyo de Francia contra Austria. Los levantamientos contra el dominio austriaco en Milán y Florencia ayudaron a que tropas piamontesas y francesas derrotaran al ejército austriaco. Milán y Lombardía fueron incorporados al reino de Piamonte. Módena, Parma y Toscana derivaron sus regímenes absolutistas y votaron su anexión a Piamonte. La Italia del Norte quedaba unida así bajo la dirección de la monarquía de Víctor Manuel II.
La incorporación del sur de Italia
El paso siguiente fue la incorporación del sur de la península y de Sicilia. La romántica y aventurera expedición de las camisas rojas de Garibaldi tomó en 1860 Nápoles, y el reino de Dos Sicilias, que seguía gobernado por la dinastía de los Borbones, se unió al de Piamonte. Un parlamento, compuesto por diputados elegidos de todos los territorios anexionados, se reunió en Turín y proclamó rey de Italia a Víctor Manuel II. Venecia se incorporó a Italia aprovechando la derrota austriaca frente a los prusianos en 1866.
La cuestión romana
Quedaba el problema de los territorios del papado. En 1870, el ejército italiano ocupó la Roma papal y estableció allí la capital del reino. El papa Pío IX se negó a aceptar los hechos, se declaró prisionero y excomulgó a Víctor Manuel II: comenzaba un conflicto que no se solucionaría hasta 1929.