La Organización Política y las Instituciones en la Baja Edad Media (Siglos XIV y XV)
Durante los siglos XIV y XV, la monarquía castellana consolidó su poder socioeconómico e impuso su autoridad política, legislativa y administrativa sobre la nobleza. En Castilla, la figura real siempre tuvo más poder que en Aragón. No obstante, el éxito o fracaso de los reyes castellanos dependió de su personalidad y de las circunstancias (guerras civiles, desastres militares). A lo largo de este período, la monarquía consiguió avanzar hacia:
- La uniformidad legislativa y la exclusividad.
- La supremacía sobre el poder judicial, con la creación de la Audiencia (1371).
- Una compleja centralización administrativa a cuyos elementos básicos (Consejo Real, Cancillería) se unió el perfeccionamiento de Hacienda y la creación de nuevos impuestos.
- El inicio de un cuerpo armado permanente.
- La imposición sobre los municipios a través de la figura del regidor, etc.
Este proceso de consolidación monárquica culminó con el matrimonio de Isabel I de Castilla con Fernando II de Aragón, que estableció definitivamente una sólida monarquía autoritaria.
La monarquía aragonesa se distinguía claramente de la castellana, ya que era una monarquía pactista. El poder real estaba limitado por normas morales y por el derecho y costumbres de los territorios que la componían. La Corona de Aragón era una «federación» de tres Estados: Cataluña-Mallorca, Valencia y Aragón, que tenían en común un mismo monarca, pero cada uno conservaba su personalidad (idioma, leyes, costumbres, Cortes). El rey tenía un representante en cada Estado (virrey). En la Corona de Aragón, las Cortes tuvieron poder legislativo y cada reino tenía las suyas, que se reunían cada 3 o 4 años y se abrían siempre con la presentación de agravios contra el rey o sus funcionarios. Para vigilar el cumplimiento de lo aprobado en las Cortes, se crearon las Diputaciones.
En el siglo XIV, las luchas con Génova y Castilla dejaron a la corona debilitada y obligaron al rey a llegar a acuerdos con las Cortes de los reinos. De esta manera, se institucionalizaron las Diputaciones de Valencia (Diputación del Reino) y Cataluña (Generalitat) y funcionaron con carácter permanente para recaudar los donativos otorgados al rey, controlar el cumplimiento de las decisiones de las Cortes, tomar juramento a los oficiales del rey y crear tributos propios. En Aragón, las Cortes fijaron en 1348 las atribuciones del Justicia Mayor, que juzgaba las disputas entre la nobleza, la nobleza y el rey e interpretaba el derecho tradicional del reino aragonés. Además, en las principales ciudades de la Corona existían tribunales de comercio con legislación propia. Las crisis demográfica y económica y las guerras civiles que se prolongaron hasta finales del siglo XV propiciaron el mantenimiento de esta estructura, a diferencia de lo sucedido en el reino de Castilla.
Crisis Demográfica, Económica y Política en la Baja Edad Media (Siglos XIV y XV)
Durante el primer tercio del siglo XIV, en los reinos peninsulares se produjo una primera crisis demográfica debido a las malas cosechas de cereales. Tras el crecimiento demográfico de los siglos XII y XIII, la capacidad productiva parecía haber llegado a su límite y se produjo un desequilibrio entre habitantes y recursos. Los problemas se agravaron en 1348 con la llegada de la Peste Negra, que provocó estragos en el campo y las ciudades, carentes de condiciones higiénicas. La recuperación demográfica de Castilla fue rápida y a finales del siglo XV se había restablecido el nivel demográfico de 1300. La Corona de Aragón se vio más afectada, especialmente Cataluña, que pasó posteriormente por varios terremotos, una guerra civil, plagas y brotes periódicos de peste.
En Castilla, la salida de la crisis supuso, desde el punto de vista económico, una especialización agraria y un extraordinario incremento de la ganadería lanar. En Cataluña, se afianzaron las instituciones financieras y los rentistas frente a los comerciantes. En el ámbito social, la crisis reafirmó el proceso feudal, antes en decadencia, ante la falta de campesinos y la debilidad de algunos monarcas: en Castilla, la nobleza consiguió el establecimiento del mayorazgo y ocupó tierras de la Corona; en Aragón, aumentaron la vinculación de campesinos a la tierra y los derechos señoriales (malos usos). En ambos casos se recrudeció la conflictividad social.
En Castilla, la crisis coincidió con la guerra civil entre Pedro I y su hermano Enrique. La victoria de este (Enrique II) propició la entrega de grandes extensiones de tierra a los nobles, impuso la dinastía Trastámara, que reinó hasta 1479, y significó un reforzamiento de la nobleza terrateniente y los grandes propietarios ganaderos. En Aragón, la elección, tras quedar el trono vacante, del candidato castellano Fernando de Antequera en 1412, reafirmó el pactismo y consolidó el poder de Cortes y Diputaciones. Sus herederos intentaron establecer la monarquía autoritaria enfrentándose a la oligarquía, lo que originó un conflicto que se prolongó hasta finales del siglo XV, arruinando económicamente a Cataluña.
La Expansión de la Corona de Aragón en el Mediterráneo
La expansión de la Corona de Aragón por el Mediterráneo estuvo incitada por el desarrollo comercial, ya que, en cierta manera, los comerciantes catalanes obligaron a sus monarcas a reafirmar militarmente su dominio comercial, aunque se encontraron con la hostilidad del papado, de Francia y de las repúblicas mercantiles italianas. La expansión fue iniciada por Pedro III el Grande con la conquista de Sicilia, a la que tenía derechos por su matrimonio. En 1282 se ocupó la isla aprovechando una revuelta de la población contra la nueva dinastía francesa (Anjou), que trajo como consecuencias la excomunión de Pedro III y la invasión francesa de Cataluña. Posteriormente, Alfonso III y Jaime II consiguieron mediante la diplomacia que una rama lateral permaneciera en Sicilia y que el Papado les concediera la soberanía sobre Córcega y Cerdeña. Una expedición militar al Imperio Bizantino, amenazado por los turcos, culminó con la creación del Ducado de Atenas-Neopatria, estado vasallo de la Corona de Aragón (1311-1391). La conquista de Nápoles en 1442 por Alfonso V supuso la culminación y máximo desarrollo de la expansión aragonesa por el Mediterráneo. Todos estos territorios incorporados quedaron al mando de príncipes pertenecientes a la familia real.
Además de esta expansión política, se desarrolló un comercio internacional, en el cual Cataluña tomó un papel muy importante y, en especial, el puerto de Barcelona, donde se exportaba hierro y tejidos y se importaban cereales de Cerdeña y Sicilia y especias (sedas y perfumes) de Bizancio, Siria y Egipto. Este comercio fue encontrando dificultades, sobre todo con la caída del Imperio Bizantino en manos de los turcos en 1453, con lo que se cerraban las rutas por el Mediterráneo para conseguir especias.
Las Rutas Atlánticas: Castellanos y Portugueses. Las Islas Canarias
El desarrollo comercial en la Europa bajomedieval provocó la búsqueda de nuevas rutas de explotación. Así, marinos genoveses llegarán a la costa atlántica de África a mediados del siglo XIII y los aragoneses realizarán expediciones en el XIV. Buscaban nuevas vías de acceso al oro y los esclavos africanos, los cereales, la caña de azúcar y las especias. En el siglo XV serán los portugueses y castellanos los que tomen la iniciativa. Las relaciones de Castilla con Portugal fueron conflictivas durante la Baja Edad Media. Portugal fue el gran rival de Castilla en los proyectos de expansión atlántica y su rey Enrique el Navegante (1394-1460) el principal promotor de las expediciones portuguesas atlánticas.
Tras la derrota castellana en 1385, que impidió que Juan I ocupase el trono portugués, sus intereses volvieron a chocar cuando la expansión castellana hacia las Canarias interfirió en las exploraciones portuguesas por las costas atlánticas de África. Entre 1350 y 1450, una serie de expediciones exploraron la costa atlántica de África intentando enlazar directamente con Sudán, de donde llegaba a Europa la mayor parte del oro necesario para el comercio. Portugal ocupó Madeira (1418), las Azores (1432) y en 1434 habían llegado hasta Cabo Bojador (Sahara Occidental) creando factorías en Cabo Verde y Ghana. El proceso culminó en 1487 al doblar el cabo de Buena Esperanza alcanzando el Índico.
Paralelamente, navegantes andaluces fueron penetrando en la ruta de Sudán en competencia con los portugueses. El archipiélago canario, habitado por aborígenes guanches, constituía una excelente base marítima de operaciones y aprovisionamiento para Castilla. La iniciativa de las primeras conquistas (1402) estuvo a cargo de la nobleza, que incorporó las nuevas tierras al régimen señorial. La primera expedición estuvo dirigida por Jean de Béthencourt, que se apoderó primero de Lanzarote y luego de Fuerteventura. Enrique III lo nombró rey vasallo de Canarias. La nobleza conquistó también El Hierro y La Gomera. La conquista del resto de las islas (Gran Canaria, La Palma y Tenerife) fue realizada por la monarquía castellana entre 1475 y 1496 por medio de capitulaciones con particulares que corrían con los gastos de la conquista y daban una parte de los beneficios a los reyes. El Tratado de Alcaçovas (1479) puso fin a las disputas al regular las zonas de expansión de Castilla y Portugal en el Atlántico sur. Las Islas Canarias, cuya conquista se completó durante el reinado de los Reyes Católicos, desempeñaron un papel estratégico fundamental en el proceso de conquista y colonización de América.