El Régimen Franquista: Características, Evolución y Relaciones Internacionales (1939-1975)

Introducción

La siguiente composición trata sobre la situación que se vivió en España tras la Guerra Civil. Después del conflicto, se estableció como jefe de gobierno Francisco Franco. Inicialmente, los militares sublevados frente a la Segunda República estaban unidos únicamente contra lo que ellos consideraban los grandes males que defendía el Frente Popular republicano (democracia, liberalismo, marxismo). Fue durante la Guerra Civil cuando se perfilaron los rasgos del nuevo régimen, en gran medida obra personal de Francisco Franco, jefe supremo desde octubre de 1936.

Características del Régimen Franquista

La dictadura franquista coincide con el fascismo en que fue un sistema antidemocrático que pretendía controlar la sociedad, pero, aunque hubo intentos de encuadrar a las masas en organizaciones de apoyo al régimen, el Movimiento Nacional, estas nunca fueron la base del sistema como en la Alemania de Hitler o la Italia de Mussolini. Por lo tanto, se puede calificar la dictadura franquista como la dictadura personal de un militar que tuvo su fundamentación ideológica en el pensamiento conservador católico español y que incorporó elementos procedentes del fascismo italiano.

Todos los grupos políticos que apoyaban al régimen franquista, como los falangistas y carlistas, fueron agrupados en una única formación autorizada: el Movimiento Nacional. Los sindicatos de clases fueron suprimidos y se creó una única organización, el Sindicato Vertical.

Franco concentró en su persona todos los poderes del Estado, poderes que le habían sido concedidos por sus compañeros militares de la Junta de Defensa durante la Guerra Civil. Imitando a otros dictadores europeos de la época, recibió el nombre de Caudillo de España y fue considerado el símbolo y encarnación de la voluntad de la nación española. En un primer momento no existió ninguna limitación legal al poder de Franco; posteriormente, la Ley Orgánica del Estado de 1967 precisó las funciones del jefe del Estado y del jefe del Gobierno, que hasta entonces habían sido ejercidas por Franco.

La Cuestión Sucesoria

Una de las peculiaridades del franquismo fue la definición de España como un reino (Ley de Sucesión de 1947), pero en el que Franco ejercía como jefe de Estado, por lo tanto, sin rey mientras Franco viviese. La elección del futuro rey, aunque tenía que aprobarlas las Cortes, era una decisión de Franco. La relación entre Juan de Borbón y Franco se deterioró a partir de 1945 por las críticas y las exigencias de Juan de Borbón para que Franco restaurase la monarquía. Finalmente, en 1969, Franco apartó de la sucesión al conde de Barcelona en favor de su hijo Juan Carlos, quien fue proclamado príncipe heredero.

Centralismo y Represión del Particularismo

Durante el régimen, todas las tierras que formaban España constituían una entidad única e indivisible, regida por el principio de la unidad de un poder central. Todas las instituciones autonómicas creadas por la Segunda República fueron suprimidas y cualquier manifestación de particularismo, más allá del folclore, fue perseguida.

El Nacionalcatolicismo

El franquismo defendió que la vida política, social y cultural estuviese sometida a las directrices de la Iglesia Católica. En contrapartida, la Iglesia se convirtió en la legitimadora del régimen franquista. Esta unión de intereses y mutuos apoyos dio origen a lo que se conoce como nacionalcatolicismo español. La jerarquía eclesiástica católica apoyó a los militares sublevados, calificó la Guerra Civil de Cruzada contra el ateísmo marxista, como podemos ver en el Doc. 1: “Correspóndenos a paladinaxe dunha fe, unha civilización e unha cultura gravemente ameazada polos principios roxo-comunista.” y justificó la autoridad de Franco, reconocido como Caudillo de España por la gracia de Dios. A cambio, la Iglesia Católica recibió el reconocimiento del Estado como única autorizada y obtuvo el control sobre la moral, las costumbres y la educación. Especialmente durante las décadas de 1940 y 1950, la Iglesia, bien directamente o bien a través de las autoridades, impuso en la vida pública una estricta moral católica, velando por las buenas costumbres. El Concordato de 1953 reglamentó las relaciones entre la Iglesia Católica y el régimen franquista. El Papa reconocía el Gobierno de Franco y le concedía el privilegio de presentación de obispos y de poder entrar en las iglesias bajo palio.

A cambio, la Iglesia obtenía la potenciación del culto católico en España; la capacidad legal de adquirir, poseer y administrar toda clase de bienes; la restitución de una parte de los bienes eclesiásticos perdidos en las desamortizaciones; el derecho a establecer seminarios, escuelas y obras pías; la enseñanza obligatoria. Pero, en la década de 1960, el papado de Juan XXIII y la renovación que supuso el Concilio Vaticano II produjeron una fuerte renovación en la Iglesia católica que afectó también a España.

Economía y Relaciones Internacionales

En el ámbito económico, lo que más preocupaba a Franco era la balanza de pagos, como observamos en el Doc. 2: “O problema máis grande que se presenta á economía española é o desnivel desfavorable da nosa balanza de pagos co estranxeiro (…)”. Entre abril y septiembre de 1939, el gobierno de Franco, fundamentalmente a través de su cuñado, Ramón Serrano Suñer, ministro de Gobernación, llevó a cabo una clara política de aproximación a las potencias fascistas. Iniciada la guerra, España se declaró neutral, pero cuando se produjeron las victorias del Eje en 1940, pasó de la neutralidad a la no beligerancia; esta situación permitía no participar directamente en la guerra, pero sí mantener una postura de amistad y colaboración con las potencias fascistas. Así se lo comunicó directamente Franco a Hitler y Mussolini; como indica la fotografía del Doc. 3 de Hitler y Franco en la entrevista de Hendaya de 1940.

Aislamiento y Apertura Internacional

Finalizada la Segunda Guerra Mundial, en la conferencia de Potsdam de 1945 que organizó la paz tras la Segunda Guerra Mundial, Stalin intentó provocar la caída del régimen franquista, pero la propuesta no fue aceptada debido, sobre todo, a la actitud del inglés Churchill, que defendía la no intervención en los asuntos españoles. Debido a su régimen dictatorial, España no fue aceptada en la ONU, al tiempo que se recomendaba a los países que rompiesen las relaciones diplomáticas con Madrid (resoluciones de 1946), como se puede ver en el Doc. 4: “(…) recomenda que se prohiba ao Goberno de Franco pertencer aos orgaismos internacionais creados polas Nacións Unidas (…)”. En los años siguientes, España fue expulsada de numerosos organismos internacionales, como la Unión Postal Universal. Franco únicamente podía contar con Portugal y con algunas naciones de América Latina, especialmente Argentina durante el gobierno de Perón. Pero la situación cambió a partir de 1947 con el inicio de la Guerra Fría; polarización de las relaciones internacionales en dos bloques antagónicos, el capitalista occidental y el socialista oriental, liderados por los EE. UU. y la URSS. Las potencias occidentales buscaron el apoyo de todos los países anticomunistas, iniciándose cambios que fueron, paulatinamente, acabando con el aislamiento.

El año 1953 fue decisivo para el reconocimiento internacional del régimen de Franco gracias al acercamiento con la Santa Sede y a los EE. UU. En los dos casos jugó la baza de la oposición al comunismo. La firma del Concordato con la Santa Sede (27-8-1953) con la cual se renovaban los acuerdos del anterior Concordato (1851): confesionalidad del Estado, la obligatoriedad de la enseñanza de la religión católica en las escuelas, matrimonio eclesiástico y leyes de acuerdo con la doctrina de la Iglesia. En cuanto al pacto con los EE. UU., supuso un triunfo para el régimen ante la opinión pública. A cambio de importante ayuda económica, se instalaban en España bases militares de utilización conjunta durante el período de diez años, renovables por otros dos de cinco. El precio pagado por España era alto, ya que el territorio español, en caso de conflictividad en el área, podía ser utilizado sin consultar con su Gobierno.

En el año 1955, España pidió su admisión en la ONU y, con el apoyo decisivo del Gobierno norteamericano, fue aceptada; al mismo tiempo, se integraba en organismos económicos como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. La visita del presidente norteamericano en 1959 culminaba los éxitos de las gestiones del ministerio de Asuntos Exteriores. Paralelamente a este reconocimiento internacional, en aplicación de los principios de descolonización mantenidos por la ONU y por la presión francesa, España tuvo que reconocer la independencia de Marruecos (1956).

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