Economía Española: Aislamiento Internacional, Guerra Civil y Autarquía (1936-1951)

CAPÍTULO 6. El Aislamiento de la Economía Internacional: Guerra Civil y Autarquía (1936-1951)

1. Economía de Guerra, Revolución Social y Financiación Bélica

La sublevación militar iniciada en el norte de África el 17 de julio de 1936, y al día siguiente en la península, había sido preparada larga y meticulosamente, y había sido concebida como un golpe de Estado que tenía que acabar con la democracia e instaurar una dictadura militar. El desenlace del golpe tenía que ser muy rápido, pero la realidad fue muy distinta porque en las principales ciudades y zonas industriales las organizaciones obreras se movilizaron deprisa, y sumadas a las fuerzas de las armadas leales a la República, consiguieron vencer a los rebeldes. La sublevación triunfó en una amplísima zona que iba desde Navarra a La Coruña y de Teruel a Albacete, lo que supuso la ruptura en dos partes del territorio controlado por la República. Estos no habían tomado el poder, pero tampoco habían sido derrotados. El golpe de Estado desembocaba en una guerra civil.

El 24 de julio se constituía en Burgos el gobierno, el mando único de dicho gobierno y de su ejército (autoproclamado nacional) abrogándose así de un patriotismo y una defensa de la integridad del territorio que negaban a la República, se le confirió al general Francisco Franco, quien fue elevado al grado superlativo de generalísimo y Jefe de Estado. Quedó así inaugurada la España Franquista.

Causas políticas de la Guerra Civil:

  • La disputa entre el republicanismo y el militarismo.
  • El conflicto entre el poder de la Iglesia y el Estado.
  • El reflejo en España del ascenso de los fascismos en Europa.
  • Tensiones generadas por la emergencia de los nacionalismos periféricos.

Causas sociales de la Guerra Civil:

  • La violencia de los conflictos sociales que, desde el advenimiento de la República, enfrentaron a los jornaleros con los terratenientes y a los obreros con los patronos.
  • Con la victoria del Frente Popular en las elecciones generales, el enfrentamiento condujo a posiciones irreconciliables. Los sectores sociales que lo apoyaban sentían que ya había llegado la hora de modificarse radicalmente.
  • Distribución desigual de la propiedad agraria y la renta. España era un país muy desigual, pero se había ido corrigiendo en los últimos años. El antagonismo político y social lo agudizó notablemente.
  • Algunas capas sociales sentían una hostilidad total hacia las políticas de coalición de izquierdas.

En el transcurso de la primera mitad de 1936, la economía española entró en franca recesión, cuando los demás países estaban saliendo de la gran recesión de 1933. Una vez desencadenada la guerra, las clases altas se vieron obligadas a abandonar las zonas republicanas. En la zona nacional las acciones de represión fueron brutales.

¿Cómo se comportó la economía durante el conflicto bélico? No es posible saberlo con exactitud, pero podemos sacar una síntesis de estudios de numerosos especialistas. Las ramas productivas fundamentales, es decir, la agricultura y la industria, sufrieron una fuerte caída en los primeros meses, casi un tercio, que no se recuperaría mientras la guerra durase. El estancamiento de la agricultura fue debido a la falta de abono y mano de obra, además de los problemas de organización. En el caso de la industria, se debió a la dificultad de acceso a las materias primas y a los mercados. El transporte de mercancías y personas se vio muy reducido. El comercio exterior se vio desigualmente afectado; las exportaciones se redujeron a la mitad, debido a la agricultura, y las importaciones descendieron algo menos porque importaban armamento. El déficit comercial resultante fue mucho más abultado que antes del conflicto, obligó a acudir a fuentes externas de financiación, lo que concedió a ciertos países a inclinar la balanza de los recursos estratégicos hacia un bando u otro.

Las autoridades de ambos bandos tuvieron que recurrir a fuentes de financiación interna de carácter extraordinario y apelar masivamente al crédito del Banco de España (de cada zona), por lo que el sistema financiero funcionó anormalmente. Al principio, padeció una crisis de liquidez, que se contuvo mediante un bloqueo de cuentas. La demanda crediticia se hundió por ausencia de actividad inversora, y las operaciones financieras experimentaron un fuerte declive.

No es posible analizar la evolución de la economía española durante el conflicto por dos razones:

  • Dejó de existir como una realidad unitaria al quedar dividido el territorio nacional en dos partes; en realidad, tres, porque el territorio controlado inicialmente por la República no estaba conectado con el resto.
  • La España Republicana y la Franquista constituyeron dos modelos económicos completamente diferentes.

Una economía de guerra significa la asignación de recursos con dos objetivos:

  • El aprovisionamiento de los bienes esenciales para la población.
  • La producción o adquisición de material bélico en la escala necesaria para poder ganar la guerra.

La Economía de la España Franquista

Tenía varias ventajas respecto a la economía de la España Republicana:

  • La organización militar estaba predominantemente de su lado. Cuando decimos esto, nos referimos a los mandos; los efectivos estaban repartidos bastante equilibradamente, pero era una igualdad aparente, el ejército fiel al gobierno republicano no tenía mandos y cayó en la desorganización.
  • Las tropas de Franco controlaron las principales regiones agrícolas. Disponer de las tierras y las subsistencias suponía poder alimentar a la población civil y a las tropas.
  • Contaron con el apoyo de la mayoría de los empresarios y directivos del país, esto tiene mucho que ver con el florecimiento de la industria en lugares donde hasta entonces no se había arraigado y el relanzamiento industrial de las áreas de las cuales se fueron apoderando los franquistas, y fueron clave para la financiación de la guerra.
  • Contó con el apoyo muy activo de las potencias fascistas:
    • Portugal (Salazar) proporcionó su territorio, que supuso una base logística para lanzar campañas de conquista de Extremadura y Andalucía.
    • La Alemania nazi y la Italia mussoliniana prestaron una ayuda material y militar inestimable.
    • Los países del Eje suministraron aviones, soldados, y cedieron créditos, aunque no fue una ayuda desinteresada, y el retorno de la deuda no fue barato, así como la reclamación de que España se alineara con el bando del Eje, en lucha contra los aliados durante la Segunda Guerra Mundial.
  • Tuvo una política económica sumamente acertada, obtuvo el máximo partido de los recursos disponibles. Configuró un poder absolutamente intervencionista. Recurrió desde el principio a la movilización forzosa de la población civil para la campaña agrícola y otras tareas productivas. Se implantó un control centralizado combinado con represión feroz. Renunciaron a financiar el coste de la guerra mediante la inflación; el efectivo en circulación y los precios aumentaron muy poco. La cotización de la peseta nacional en los mercados de divisas internacionales confirma los buenos resultados de la estrategia económica seguida, que hizo que la moneda no se depreciara tanto como se esperaba.

La Economía de la España Republicana

Si la victoria hubiera dependido de los recursos económicos que cada bando poseía al inicio de la conflagración, el vencedor indiscutible habría sido la República. Ésta reunía la población residente en la práctica totalidad de las grandes ciudades, disponía de casi toda la industria y de la agricultura de exportación, y tenía en su poder las inmensas reservas de oro del Banco de España. Pero la República falló a la hora de ser capaz de movilizar eficazmente estos recursos de los que disponía, ya que una parte de las fuerzas políticas y sociales no tenían como objetivo ganar la guerra, sino que su objetivo principal consistía en construir una economía no capitalista.

Ahora bien, existían concepciones distintas sobre qué tipo de sistema económico debía instaurarse, existiendo tres visiones:

  • Los liberales progresistas, que no deseaban en modo alguno cambiar el sistema económico.
  • La anarcosindicalista, partidaria de la abolición del Estado y defensora de la realización inmediata de la revolución.
  • La socialista-marxista, que propugnaba la nacionalización de la industria y las finanzas, así como el fortalecimiento del Estado.

Los conflictos suscitados por todas estas diferencias tuvieron efectos profundamente paralizantes sobre la capacidad de acción de las fuerzas republicanas. La guerra no la ganó el ejército franquista, sino que la perdieron los republicanos.

Factores que impidieron que se aprovechase el potencial económico del bando republicano:

  • La pérdida o anulación del empresariado.
  • La gestión y administración de muchas empresas y de explotaciones agrarias deterioradas al recaer sobre trabajadores inexpertos.
  • La situación de colapso en la que cayeron las empresas debido a la falta de capacidad gerencial.
  • Las dificultades de abastecimiento de materias primas, armamento y alimentos para una población mayoritariamente urbana.
  • La progresiva asfixia en el suministro de insumos, unida a la pérdida de mercados.
  • La industria y la agricultura republicanas se enfrentaron a mercados menguantes y a un paulatino bloqueo en los suministros de materias primas.
  • Partición geográfica de la economía de la España republicana en dos zonas no conectadas por tierra y distantes.

Un condicionante exterior que tuvo gran importancia fue la actitud no ansiosa de las principales democracias occidentales respecto al régimen republicano. La posición de las grandes potencias democráticas era compatible con una actitud partidista de sus ciudadanos particulares y empresas privadas en el aprovisionamiento de bienes estratégicos diferentes del material bélico.

El hundimiento del sistema económico de la zona republicana tiene mucho que ver con la revolución social y económica desencadenada por las fábricas y las tierras. Las empresas y las explotaciones agrícolas fueron colectivizadas, al igual que toda la industria.

2. La Ruptura Institucional del Nuevo Régimen y el Contrarreformismo Social

La victoria del ejército franquista impuso un estado de cosas que invirtió la dinámica existente. Su victoria fue la de los terratenientes y los empresarios. Las tierras repartidas durante el Frente Popular y la Guerra Civil fueron devueltas a sus propietarios anteriores. Las empresas fueron colectivizadas. Los salarios se redujeron drásticamente en términos reales; hasta el final de la década de 1950, el salario real osciló en torno a la mitad del nivel de 1936. Este derrumbamiento fue el resultado de la combinación de salarios férreamente controlados y de una inflación incontrolada.

El régimen instauró un modelo autoritario de relaciones laborales que prohibía los sindicatos libres y las huelgas, y según el cual los salarios se fijaban administrativamente, por decreto del ministro de Trabajo. Esta nueva política tuvo un éxito completo. La caída de los ingresos reales de los asalariados comportó un empeoramiento drástico de sus condiciones de vida, que se aproximaron al nivel del mínimo vital. El recorte de las remuneraciones salariales provocó una disminución radical de la demanda de productos manufacturados de consumo masivo porque los trabajadores tuvieron que dedicar prácticamente todos sus ingresos a la compra de alimentos, vivienda y algunos otros gastos esenciales.

La transformación en la estructura de la demanda impulsó la reducción de la productividad de la industria y de la productividad global. La caída de los salarios reales provocó otros efectos de máxima importancia: la reagrarización de la economía española. La población activa agraria aumentó, mientras que la industrial se contrajo. Sin embargo, el sector agrario, con más activos, pero con menos capital y con menos fertilizantes, no logró producir más. La falta de petróleo y electricidad fue compensada por el uso intensivo de carbón nacional. La escasez de automóviles, camiones y autocares revitalizó el transporte ferroviario.

En el nuevo entorno jurídico, político y social, los empresarios pudieron disponer de una mano de obra barata y totalmente atemorizada. El contraste con los años de la Primera Guerra Mundial es evidente. Mientras que de 1914 a 1918 España gozó de una etapa de esplendor, particularmente intenso en el mundo empresarial, más ágil a la hora de capturar las oportunidades de la neutralidad, durante la Segunda Guerra Mundial España quedó atenazada. De nuevo, de 1945 a 1947 se asiste a una multiplicación de nuevas empresas, la bolsa de valores cotizaba al alza, las deudas exteriores se pagaron en efectivo o especies, hubo un interludio de baja inflación y el déficit se mantuvo, ya que procedía de unos gastos militares que no se podían reducir. Acabada la guerra mundial, el Estado pudo aflojar la tensión.

3. El Impacto Macroeconómico del Primer Franquismo

La guerra y, sobre todo, la instauración del Nuevo Estado, fue enormemente traumática para la sociedad española, debido a que fracturó la dinámica de crecimiento económico de las décadas anteriores. Durante toda la primera década de posguerra, se vivió en una situación de profunda depresión y miseria. Como España salía de un conflicto bélico que había ocasionado una contracción apreciable de la producción y la renta nacionales, el estancamiento significa el fracaso del proceso de reconstrucción económica.

La depresión sufrida por la economía española tuvo, en efecto, una duración extraordinaria. España necesitó mucho más tiempo que los otros países de su entorno directamente afectados por la Segunda Guerra Mundial para recuperar los niveles productivos posbélicos. A la altura de 1950, todos los países europeos occidentales que habían participado en la Segunda Guerra Mundial habían conseguido superar los niveles máximos de producto por habitante previos al conflicto. España constituye la excepción. Todavía en 1950, su industria no había recobrado el nivel productivo máximo prebélico, y sobrepasaba tan sólo ligeramente el de 1935.

Hay que calificar el primer franquismo como un desastre económico. Está plenamente justificada la afirmación de que la instauración del franquismo presentó al menos quince años perdidos de crecimiento económico. Como han afirmado algunos historiadores económicos, en España la Gran Depresión del siglo XX no ocurrió como en los otros países capitalistas, entre 1929 y mediados de los años 1930, sino entre 1936 y 1950. El retroceso y el estancamiento de este periodo significaron una ruptura con el proceso de crecimiento. El descalabro en los niveles de bienestar de la población y un empobrecimiento prolongado dramático.

¿Qué puede explicar un fracaso de tales proporciones de España respecto a Europa? Lo primero en lo que se puede y debe pensar es en el impacto de la misma Guerra Civil, de la que España acababa de salir. Ésta tuvo un elevado coste económico, tanto en razón del gasto militar como de la producción cesante. No obstante, se debe notar que hubo un factor productivo que resultó más maltrecho en España: el trabajo. Posteriormente, la simple incorporación de nuevos activos al mercado de trabajo debió de compensar estas bajas. Por lo tanto, el estancamiento español de posguerra no puede ser atribuido a las destrucciones físicas o humanas acaecidas durante la Guerra Civil.

El triunfante régimen franquista fue tan sanguinario y cruel que multiplicó por tres el número de muertos e incapacitados para desarrollar actividades económicas. Además de las pérdidas de vidas humanas y del exilio masivo de españoles altamente cualificados, el nuevo régimen depuró todo el magisterio y el profesorado secundario y universitario, sospechosos de ser afines al régimen republicano. El verdadero problema que tenía la economía española consistía en lograr que ésta funcionara normalmente y lo más cerca posible de la plena capacidad.

4. La Intervención de los Mercados: Mercado Negro y Racionamiento

Autarquía e intervencionismo son las dos orientaciones básicas de la política económica y, en cierta medida, de la política “a secas” del primer franquismo. El intervencionismo se desplegó, esencialmente, en dos direcciones: la formación de los precios y la asignación de los recursos. Comportó la creación de una pesadísima maquinaria burocrática, formada por múltiples organismos reguladores, inspectores y sancionadores.

La aplicación de una mentalidad tal, absolutamente despreciativa de los principios más elementales de la teoría económica, en el ámbito de los precios, tuvo inevitablemente consecuencias nefastas sobre el funcionamiento del sistema productivo. Se pueden detectar en sus diversos componentes, pero es particularmente relevante y bien conocido lo que sucedió en la agricultura y en el sector energético, en el que se establecían unos precios tasados por determinados organismos con poder para ello.

El efecto inmediato de fijar un precio supone la reducción de la producción, se eliminan los incentivos a aumentar la capacidad productiva, la oferta del bien intervenido tenderá a reducirse en el mercado oficial y, siempre que sea posible, los oferentes desviarán la producción hacia un mercado paralelo al oficial en el cual las operaciones se realizan a precios muy superiores a los de tasa. Éste fue justamente el resultado de la rígida y equivocada política de intervención en los precios: la aparición y florecimiento de un mercado ilegal paralelo al oficial, en el cual los productos con precio intervenido se vendían a precios muy superiores.

La producción global comercializada fue inferior a la que habría resultado de un mercado no intervenido. De aquí la escasez de la oferta y de aquí que las autoridades complementasen la intervención de los precios con la intervención del consumo, para racionarlo. El racionamiento de los alimentos se tuvo que establecer desde el primer momento y estuvo en vigor hasta nada menos que 1952. En España quedaron sometidos a racionamiento público un amplio abanico de bienes, debido a que las carestías eran tan omnipresentes como los precios sometidos a tasa y debido a que no se podía importar nada sin obtener una licencia de importación específica.

La pervivencia íntegra, durante todo el primer franquismo, de los mecanismos de racionamiento expresa el fracaso absoluto de la política interventora del régimen. Un fracaso irremediable, dado que los organismos reguladores no se guiaban por criterios de racionalidad económicos a la hora de determinar los precios. Los consumidores tenían que acudir al mercado negro para proveerse de los bienes esenciales, saliendo perdiendo los pequeños productores que recibían una baja remuneración por el fruto de su trabajo y por el capital inmovilizado. En cambio, hubo quien ganó, y mucho, amasando inmensas fortunas gracias al mercado negro y que asumían los riesgos de vender a estraperlo. La operación más lucrativa consistía en comprar suministros a precio oficial y revenderlos a un industrial, a precios convenientemente inflados, en el mercado negro.

Durante el primer franquismo, el régimen desplegó una política de extremismo no sólo en la determinación de los precios, sino también en la asignación de recursos. En el segundo terreno, el intervencionismo se produjo por tres vías: la primera trata de la intervención en la distribución de materias primas y bienes de equipo mediante los cupones y las licencias de importación. Las otras dos vías suponen la intervención de una reglamentación en la inversión privada y la formación de un sector público empresarial con el objetivo de alcanzar una autarquía.

La prioridad absoluta de los gobernantes era potenciar aquellos sectores e industrias que consideraban de alto interés estratégico para la económica y la defensa nacional. El diagnóstico de las autoridades era que los empresarios privados habían fracasado en la tarea de industrializar el país. Por consiguiente, el Estado tendría que asumir el papel histórico de motor de desarrollo que aquéllos habían sido incapaces de ejercer. Con esta finalidad, se creó en 1941 el Instituto Nacional de Industria (INI), un holding de empresas públicas que nacerían a iniciativa de la propia institución. A través del INI, el Estado asumió la función de empresario.

Las iniciativas que el INI puso en marcha en esta primera etapa formativa se orientaron a cubrir dos objetivos característicamente autárquicos: fabricar material militar y disminuir la dependencia exterior de productos energéticos. Pero hasta 1950, el INI dedicó la mayor parte de sus recursos financieros en otra dirección, la de la explotación de recursos naturales que podían incrementar la producción de energía y aliviar la dependencia exterior. El proyecto empresarial más querido respondía al ideal de autosuficiencia económica buscado por los dirigentes franquistas: la Empresa Nacional Calvo Sotelo (Encaso). Su finalidad era producir carburantes por síntesis a partir de yacimientos minerales autóctonos, las pizarras bituminosas de la zona de Puertollano (Ciudad Real). El resultado final no pudo ser peor: Encaso no obtuvo ni un solo barril de petróleo o de derivados de la destilación de las pizarras, pero en cambio el INI le dedicó una cantidad ingente de capital. Es la mejor prueba de que durante el primer franquismo el sector público promovió un tipo de actividades industriales de baja rentabilidad social, y que, por lo tanto, contribuyeron poco a la recuperación económica.

5. Las Políticas Autárquicas

La evolución del comercio exterior durante la década de 1940 debe calificarse de catastrófica. Desde 1948 hasta 1951, las importaciones apenas superaban tan baja proporción. Las exportaciones experimentaron una apreciable recuperación entre ambos años, pero ésta distó de ser suficientemente vigorosa para salir del marasmo. El alcance de esta contracción brutal de las transacciones comerciales con el exterior resulta más patente al contemplar cómo evolucionaron con respecto al conjunto de la economía. El grado de apertura de la economía española cayó hasta niveles extremadamente bajos.

La brutal contracción del comercio exterior español contrasta marcadamente con la evolución seguida por los otros países europeos, incluso en el transcurso de la conflagración mundial. El principal problema para comprar productos en el extranjero era la financiación de las compras. Franco rechazó la ayuda ofrecida por el gobierno norteamericano en plena guerra mundial con la evidente intención de apartar a España del frente del Eje y atraerla hacia el bando aliado. El régimen, coherentemente con los principios autárquicos que regían su política económica, promulgó inmediatamente una legislación que casi vetó la inversión extranjera hasta 1959.

A partir de 1945, la voluntad autárquica del Estado franquista dejó de ser decisiva, al pasar al primer plano el aislamiento internacional. En 1946, la ONU emitió una condena moral del régimen franquista, concretándose las sanciones en un aislamiento diplomático que no se comenzó a levantar hasta 1950. La oposición de Estados Unidos y de Reino Unido evitó una declaración de bloqueo económico. Durante los años de la condena de las Naciones Unidas, sólo mantuvieron sus embajadores en España la Santa Sede, Portugal, Suiza y Argentina. Las relaciones comerciales con Argentina se intensificaron enormemente y permitieron que España pudiera importar trigo y carne.

Con la excepción de la ayuda argentina, en España la recuperación de las importaciones recayó íntegramente sobre la mejora de la capacidad exportadora. Y como las ventas al exterior no se recuperaron, estuvo condenada a importar menos de lo que necesitaba. Las causas del pésimo comportamiento de las exportaciones son varias. Primero, la pauta de especialización en productos agrarios. Los mercados de este tipo de productos se reactivaron mucho más lentamente que los de bienes industriales, y la falta de fertilizantes y de maquinaria agrícola disminuyeron notablemente la oferta de productos exportables. En segundo lugar, las exportaciones no se reactivaron por culpa de una política comercial que, por un lado, pretendía conseguir un estricto equilibrio bilateral y, por otro, privilegiaba las relaciones comerciales con Alemania. El tercer factor es el relativo a las autoridades españolas, que optaron por un tipo de cambio que sobrevaloraba exageradamente y crecientemente la peseta. Las autoridades crearon un complicadísimo sistema de tipos de cambio múltiples, en el cual la peseta tenían un valor diferente dependiendo de qué tipo de artículo se tratara de importar o exportar o de cuál fuese la partida de la balanza de pagos a la que correspondiera la operación.

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